Historias de vida: los rápidos 29 años de una prostituta de la Cuarta Sección

Mini biografía de una mujer que hace la calle en el Centro. Hace días sorprendieron a una que se drogaba y tenía a su bebé en brazos.

Historias de vida: los rápidos 29 años de una prostituta de la Cuarta Sección
Historias de vida: los rápidos 29 años de una prostituta de la Cuarta Sección

"Nací en Las Heras el 23 de julio de 1989. Primera hija de madre prostituta. Ella después tuvo a mi hermano que es 4 años menor que yo; mi papá se borró cuando yo tenía 4. Vivíamos en un barrio pobre de Las Heras. Mi madre nunca se ocupó de nosotros y yo con mi hermanito salíamos al centro a vender estampitas por los bares de la peatonal; eso fue a los 8 años. Nos íbamos a la mañana y volvíamos a la noche porque no queríamos estar en la casa. Mi vieja se había puesto de novia con una pareja que no me gustaba. Desde muy chica que estoy en la calle".

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Estefanía hoy tiene 29 años y ejerce la prostitución en la Cuarta Sección. Su aspecto no es saludable. Está muy delgada y su dentadura hace mucho tiempo que no es revisada por un odontólogo. Sus ropas están viejas y, sobre todo, parece tener hambre: durante la entrevista se pide un café con leche de los grandes con medialunas. El martes pasado, la policía detuvo a una mujer de 36 años en la Costanera: se drogaba con pegamento y tenía a su bebé en brazos. Estefanía dice que, no hace mucho tiempo, esa chica "era una de las nuestras".

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"A los 9 años la hermana de mi mamá me llevó a vivir con ella a Santiago de Chile. Fui sola con mi tía, mi hermanito se quedó acá. En Santiago empecé a estudiar en un Liceo y me fue bien. Hasta que mi mamá apareció por Santiago cuando yo tenía 15 con una orden de restitución. Me volví con ella y al año tuve mi primer (sic) hija. Me peleé con el padre de mi hija que era albañil y empecé con la prostitución; seguí el camino de mi madre".

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Estefanía dice que hay una diferencia entre puta y prostituta: la primera es la que coge porque si y la segunda es la que vende su cuerpo por dinero.

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"Prácticamente no viví la juventud porque a los 18 tuve a mi segundo hijo con el mismo padre. Al año siguiente me fui a vivir a Neuquén donde trabajaba en un cabaret. Allí empecé a tomar; todas las noches terminaba borracha porque a la dueña le importaba más venderle tragos a los clientes que sacarle un 'pase'. A los 23, de vuelta en Mendoza, tuve a mi tercer hijo, todos con el mismo padre con el que me peleaba y volvía a cada rato; mientras tanto iba y volvía a la calle. Para esa época el consumo de drogas se me hizo cotidiano".

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Para entonces, la noche la había conectado con varios delincuentes. Y Estefanía comenzó a cometer errores, cada vez más seguido. Hasta que cometió uno muy grave.

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"Yo tenía un cliente favorito; un hombre de 53 años que me tenía mucha confianza. Venía todos los viernes a la noche y (sic) íbamos a su casa. Una noche quedé con dos amigos ladrones para que esperaran cerca de su casa. Cuando llegamos a la casa yo les di entrada a los dos. Yo estaba muy drogada y mis compañeros igual. A mi cliente lo maniatamos y lo sentamos en una silla. Mis amigos le pegaron para que dijera dónde estaba la plata hasta que habló. En ese momento me dio un ataque de como de epilepsia o algo así y caí al piso. Mis amigos chorros se fueron con la plata y me dejaron allí. Cuando llegó la policía estaba tirada en el piso y mi cliente atado: mordí la mano que me daba de comer".

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Por ese robo con armas, Estefanía fue condenada a 4 años de prisión pero accedió a la domiciliaria porque sus hijos eran chicos. Le pusieron una tobillera electrónica para control. A los dos meses, sin dinero, rompió la tobillera para salir a la calle a prostituirse nuevamente. La apresaron la madrugada de un domingo cuando regresaba a su casa. Y luego la enviaron a la cárcel de El Borbollón para que cumpliera la pena con cárcel efectiva.

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"Después de mi experiencia en la cárcel volví a la calle. Otra vez no me quedaba otra. Y volví a tener un cliente preferencial. Uno que vivía cerca de donde yo trabajaba. Una vez hicimos una salida, no me cuidé y quedé embarazada. Cuando se lo dije y comprobamos que era de él tuve problemas con sus padres: los viejos no me querían porque era prostituta. Igual el vago se hizo cargo y me llevó a su casa, fue cuando nació la nena, mi última hija. Esa fue una buena época. Nos pusimos a hacer panificados, hacíamos tortas y panes caseros y mandábamos a chicos a que los vendieran en las puertas de los supermercados. Llegamos a tener cuatro empleados".

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Como al parecer lo bueno dura poco en la vida de Estefanía, la desgracia otra vez golpeó su puerta. A fines del año pasado, su pareja murió a causa de un cáncer de páncreas. La pésima relación que tenía con sus suegros hizo el resto y al cabo de pocos meses la sacaron de la casa con pero se quedaron con la nena. Después la denunciaron y otro juez de Familia y le dictaron una prohibición de acercamiento. Además, dice, que sus suegros se quedaron con todas las máquinas panificadoras.

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"Me da la impresión de que ya no existen los cafiolos. O yo casi ni los veo. En mi época si: había unos hermanos que les decías Los Pepes y tenían a chicas trabajando; si querías parar en una esquina de ellos les tenías que pagar. También pasaba con las mujeres que llevaban mucho tiempo en una esquina, si querías estar allí les tenías que pagar el derecho de piso; es como si ahora, antes de ponerte en la esquina, les dejas 200 ó 300 pesos. Ahora eso ha cambiado, la plata que gano yo es para mi. Y me tengo que bancar a las chicas muy jóvenes que se ponen en la misma parada. El sol sale para todos, como les digo yo".

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Por la crisis, Estefanía asegura que no conviene trabajar los días de semana pero sí los fines de semana que es cuando hay más movimiento. Dice que se nota que la gente no tiene plata como antes. Más que nada porque sus clientes son trabajadores que están en la base de la pirámide social. En cuanto a la tarifa indica que hoy por 300 pesos (más el hotel que paga el cliente) se puede estar con ella unos 15 minutos o tal vez un poco más. Y además se queja que los preventores les sacan a los clientes. (ver aparte)

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"Una de las cosas que más me molesta es que mi hija más grande ya va a cumplir 12 años y ya está para saber qué es la prostitución. Yo por ahora les digo a ella y a los más chicos que trabajo a la noche de mesera en un café. Ya va siendo hora de que piense en retirarme. Lo he pensado, pero con mis antecedentes es difícil que me den trabajo; todavía no estoy para que me den el certificado de buena conducta. Yo de chica, porque ninguna chica tiene como sueño ser prostituta, soñaba con ser maestra jardinera, o peluquera. Pero no pude".


Sobre prostitución en el Código de Convivencia
Desde diciembre de 2015 cuando se comenzaron a aplicar las sanciones del Código de Convivencia en Ciudad de Mendoza, se multaron a 87 personas. En el 2016 la cifra fue de 2.328 y en 2017, disminuyó a 1.447 infracciones. Jueves y viernes hay mayor incidencia.

Artículo 40: Fundamentos de la regulación.

Las conductas tipificadas como infracción en esta sección persiguen preservar de la exhibición de prácticas sexuales y del ofrecimiento o demanda de servicios sexuales en la vía pública con la finalidad de mantener la pacífica convivencia del espacio público de la Ciudad de Mendoza.
Artículo 41: Normas de Conducta. Se prohíben el ofrecimiento, solicitud, negociación y aceptación directa o indirectamente de servicios sexuales retribuidos en el espacio público de la Ciudad de Mendoza, en todo su radio municipal y de forma especial cuando excluyan o limiten la compatibilidad de los diferentes usos de dicho espacio público.
Artículo 42: Régimen de Sanciones. La autoridad municipal se limitará inicialmente a recordar a las personas que incumplieran este precepto, que dichas prácticas están prohibidas por la normativa vigente. Si estas personas persistieran en su actividad, se procederá al inicio del correspondiente procedimiento administrativo sancionador y a toda aquella actuación que legalmente corresponda derivada de la identificación de dichas personas.
Los que son encontrados in fraganti negociando con una prostituta, una vez que se les advirtió que incumplíanb las normas y persisten con la actividad, tienen que pagar una multa de 2.000 unidades tributarias, que equivalen hoy a $4.850. La multa llega al domicilio

A las que quieren dejar

Artículo 43

1. El Municipio de Mendoza, a través de los servicios sociales, prestará información y ayuda a todas aquellas personas que ejerzan el trabajo sexual en la Ciudad y en especial a aquellas que quieran abandonar su ejercicio.

2. Los servicios municipales competentes, con el auxilio de los agentes de la autoridad, si es el caso, informarán a las personas que ofrecen servicios sexuales retribuidos, en espacios públicos de las dependencias municipales y de los centros de atención institucional o de carácter privado (asociaciones, ONG, etc.) a los que podrán acudir para recibir el apoyo que sea necesario para abandonar esas prácticas.

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