Los que hacen

Gente que vive y sufre el mismo país que todos, pero que día tras días eligen la superación, una pluma más, para agrandar un cachito el vuelo.

Los que hacen

Jorge Sosa - Especial para Los Andes

La mayoría se queja de lo que está ocurriendo con esta época bastarda en descompensaciones. Y no es para menos, la gente tenía expectativas en el país (Hay muchos que la siguen teniendo). Esto ocurre en cada elección presidencial, uno, el tipo común, tiene la esperanza que, con el cambio de nombres de los dirigentes o con su novedad ideológica, la cosa mejor y entonces se entrega, casi plenamente,  a las manos de una nueva esperanza y hasta festeja lo que considera es el advenimiento de un tiempo nuevo, o por lo menos un boceto de él.

Pero después la rutina diaria nos va bajando la cresta y plegando las alas. Y entonces vienen las expresiones de desánimo y de frustración: ¡Qué país, este! ¡Esto no da para más! ¡Esta situación no tiene remedio! Que es cuando se comienzan a avizorar horizontes en otros idiomas para el próximo amanecer. Sin embargo muchos, más de los que nos imaginamos, le siguen metiendo duro y parejo. No se desalientan a pesar del desaliento, no bajan los brazos para agarrar las valijas, no se entregan por más entrega que haya en las cúpulas del poder. Es la reserva moral de la patria.

No, no se ría, existe, es real. Ocurre que sus acciones están ocultas detrás de las negras noticias habituales, porque a los que eligen las noticias les conviene mucho más media noticia mala que una buena.

En este mismo momento están volviendo a la acción, quiero decir científicos que siguen investigando a pesar de sus presupuestos miserables; policías que salen a luchar contra la delincuencia con el nítido objetivo de defender el bien a pesar de estar sospechados todos de corrupción; médicos que están dispuestos a curar sin reclamar retribuciones ni órdenes de mutual; jueces románticos que aún creen en la justicia; maestros que siguen enseñando que este país vale la pena; artistas que siguen abriendo ventanas en las oscuras habitaciones del ánimo, y hasta algunos políticos que hacen del honor su compañero inseparable, aunque sepan claramente que, para el resto, el honor es un envase descartable. Y como ellos, enfermeros, artesanos, campesinos, deportistas, comunicadores, y  todos los innumerables otros que no alcanzo a nombrar.

Gente que vive y sufre el mismo país que todos, pero que día tras  días eligen la superación, el escalón más arriba, una pluma más, por pequeña que sea, para agrandar un cachito el vuelo.

Es la otra Argentina, la que sigue,  la que no desmaya, la que sabe a conciencia que no es entregándonos como nos haremos dignos, la que comprende que más vale el esfuerzo cuando se hace en condiciones desfavorables, la que sigue creyendo en la sentencia de Cervantes: ni el bien ni el mal son durables, así qué, habiendo durado mucho el mal, el bien está cerca.

Cuando hago críticas a lo que nos está ocurriendo muchos me dicen por la calle: “Mirá que tenés argumentos ¿Eh? Este país te tira letra continuamente”. Es cierto, pero también existen otros argumentos para emocionarnos por el otro lado que tenemos que empezar a valorar.

Porque también esto somos.

No solamente no todo es malo, sino que existen muchas cosas buenas para sentirnos orgullosos. El verdadero valor de la noche es que nos permite reconocer la existencia de las estrellas.

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