Los que ayudan a Macri y los que no

Los que ayudan a Macri y los que no

Por Por Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires

Para la mayoría de los miembros del Gobierno quedará como una anécdota intrascendente, pero lo ocurrido el miércoles pasado con dos hechos antagónicos permitió dimensionar con exactitud cuáles son las fortalezas y cuáles las debilidades políticas del equipo que comanda Mauricio Macri.

Ese día, mientras en el Centro Cultural Kirchner deliberaba el Foro de Inversiones con una excepcional concurrencia de ejecutivos de todo el mundo, en la Plaza de Mayo un pequeño grupo de productores nucleados en la Unión de Trabajadores de la Tierra regalaba 20 mil kilos de verduras.

Puestas a la par por ser bien contradictorias sobre la imagen del país, ambas fotografías fueron portada en los medios internacionales. Una, mostrando el interés de las empresas en acompañar con inversiones y proyectos la nueva etapa argentina, y la otra exhibiendo a centenares de pobres haciendo cola para llevarse gratis un paquete de acelga porque no pueden comprarlo.

Sin menospreciar la legitimidad del reclamo de los pequeños productores, que denuncian una brecha del 400 por ciento entre lo que reciben en su quinta o chacra y lo que pagan los consumidores en su barrio, nadie puede ignorar la fuerte intencionalidad política del episodio. Ante el anuncio del reparto, organizaciones sociales de izquierda y activistas del kirchnerismo duro movilizaron a familias del conurbano para terminar de armar la escena. Los colectivos con que se las transportó quedaron estacionados a varias cuadras, para que no se los viera en la plaza.

A esa previsible acción política de la oposición, el Gobierno decidió ignorarla en lugar de evitarla. El ministro del área podría haber convocado a los productores antes de la protesta para encarar una posible solución al problema, pero no lo hizo, no le dio importancia. La foto que recorrió el mundo registrando “el hambre del pueblo” en la Argentina fue entonces el resultado de una incomprensible ingenuidad política oficial.

Buenos datos

Como contraste de habilidad para despertar expectativas, el Gobierno buscó captar capitales externos generando un buen clima de negocios con 2600 asistentes. Logró sumar como partícipes necesarios a los gobernadores de otros signos políticos, al presidente de la Corte Suprema, y a legisladores y economistas no enrolados en el macrismo.

Eso se tradujo en un optimismo generalizado en todas las áreas oficiales, que se sumó al impulso de la gestión otorgado por la baja de la inflación, la mejora de otros índices de la economía y las buenas perspectivas de aprobación que tiene el Presupuesto 2017.

Otro punto que la Casa Rosada considera positivo como consecuencia de los anteriores, es cierta distensión de la conflictividad que planteaba la CGT unificada. El diálogo con el triunvirato que la conduce está abierto y, según afirman operadores que buscan el entendimiento de las partes, se han logrado pasos decisivos hacia ese objetivo. Tanto, que se atreven a pronosticar que es muy difícil que la central obrera participe de la decisión de declarar un paro general junto a las CTA como se venía anunciando. Falta todavía que haya más gestos sindicales en ese sentido.

En síntesis, la pasada fue una semana de avances concretos en los planes del Gobierno, lo que despertó mayor virulencia en los sectores de esa oposición cerrada a cualquier diálogo.

Uno de ellos es el liderado por Cristina Fernández de Kirchner. De regreso en Buenos Aires y citada a indagatoria en la causa por corrupción más importante que la compromete, la ex presidenta sigue perdiendo influencia política. De profundizar el debate exponiendo los perfiles políticos e ideológicos del “modelo”, al fin de la semana terminó polemizando en las redes sociales sobre un empleado que echó la vicepresidenta Gabriela Michetti.

En casa

Donde el gobierno de Macri todavía no puede ordenar la hacienda es en su propio frente interno. Las divergencias entre funcionarios del área económica se van apaciguando a medida que aparecen lo que algunos especialistas llaman “brotes verdes”. No son otra cosa que datos alentadores de la macroeconomía, que si prosperan en su germinación, hacia fin de año se notará una mejora generalizada de la situación.

En cambio, es la política la que crea cierta discordia en el oficialismo. Fuentes serias aseguran que hace unos días el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, amenazó con renunciar a su banca y por ende a su cargo institucional. La razón habría sido el enfrentamiento que sostiene con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, por el armado electoral en el distrito bonaerense.

Monzó reclama para sí participar en esas decisiones porque es el territorio de donde proviene y tiene dirigentes que lo acompañan. Como prácticamente no lo tienen en cuenta, habría mencionado la posibilidad de su renuncia como un golpe de efecto. En el macrismo se encendieron luces de alarma porque Monzó es peronista y cerca de él se encargaron de hacer trascender que si dejaba el campamento oficial pasaría a trabajar con Sergio Massa en el Frente Renovador.

En la Casa Rosada cuentan que Macri no ha tomado todavía una posición definida sobre esa discordia, pero confían en que habrá un arreglo en base a una negociación que propiciará en los próximos días el Presidente. Monzó es una pieza por demás importante en el Congreso, que le ha permitido al Gobierno lograr entendimientos con la oposición pese a estar en minoría con el número de legisladores. Si el Pro prescindiera de él, una fuerte tormenta política no tardaría en desatarse.

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