Tras cuatro años, se sabe que la relación entre Cornejo y el sector vitivinícola ha sido bastante diferente de la que otros gobernadores habían planteado. Fueron contadas con los dedos de una sola mano las veces que recibió a todos los referentes de la industria.
Podríamos decir que fue de los primeros en “poner los puntos sobre las íes” al sector más visible de la economía mendocina.
De hecho, durante su último discurso en Coviar, los describió como un sector sin autocrítica, que no ha hecho las reformas necesarias para adaptarse y sobrevivir, y que siempre requieren ayuda del Estado. “Echar la culpa al otro, por lo general, sirve para esconder las propias falencias”, se despachó durante la Vendimia.
A pesar de todo ello, Cornejo conoce el entramado social de Mendoza, el peso que tiene la vitivinicultura y cómo tracciona en la economía local. Así consiguió la quita definitiva del impuesto a los espumantes. En su gestión se encararon operativos de compra de uva y la más importante fue cuando peleó por la quita del impuesto interno al vino (10%) y a los espumantes (17%). También impulsó la sanción de la Ley 9.146 que conformó el Fondo Anticíclico que permite disponer de dinero para actuar en caso de crisis.