Los puntos de una disidencia

Interesante debate entre el autor y la candidata presidencial Margarita Stolbizer, a partir de una nota del periodista publicada por Los Andes que fue respondida por la diputada nacional.

Los puntos de una disidencia

Por Fernando Iglesias Periodista. Especial para  Los Andes

En “Una interpretación errónea”, artículo publicado en este diario el 22 de mayo, la candidata presidencial Margarita Stolbizer realiza consideraciones sobre lo que escribí diez días antes en “La renuncia al poder”. Lejos de intentar abrir una polémica con una persona que estimo, como Margarita, creo interesante intentar descifrar los puntos de nuestra disidencia.

Sostiene Margarita que las encuestas que la daban primera en la Provincia de Buenos Aires tenían una validez dudosa, y dice que no hace política basándose en encuestas.

Pero mi objeción a su decisión de presentarse como candidata presidencial testimonial de un espacio de centroizquierda y no a gobernadora de la Provincia de Buenos Aires por un amplio acuerdo republicano no se basaba en el deseo de acceder al poder ni en los datos, acaso trucados, de una encuesta.

Se basaba en que existía una posibilidad genuina de que Margarita accediera a la gobernación de la provincia más sufrida del país y desde allí pudiera mitigar el drama de los millones de desamparados que viven en su conurbano. En cambio, no existe ninguna posibilidad de que gane la Presidencia de la Nación, ni -por lo tanto- que desde ese lugar pueda ayudar a nadie.

Por mi parte, no comprendo en qué sentido aprovechar una situación para llegar a un cargo de gobierno es oportunista; a menos que se conciba la política como renuncia a las oportunidades de acceder al poder, que era, precisamente, la tesis de mi nota.

Sostiene Margarita que no hay garantías de que un futuro gobierno nacional de Macri termine con el monopolio del poder político peronista, y tiene razón; pero yo nunca sostuve lo contrario. Lo que sí dije y digo es que la única esperanza de salir de las monarquías pejotistas a la República es que el próximo presidente sea uno de los candidatos del acuerdo entre el Pro, la UCR y la Coalición Cívica; es decir: Macri, Sanz o Carrió.

Y lo que reafirmo, por cierto, es que si el próximo presidente es Scioli se abrirá un nuevo período de ignominia cuyo resultado será la profundización de la corrupción y la decadencia, con el probable horizonte de la mexicanización de la Argentina; un peligro que Margarita no concibe o del que no habla.

Es ésta, creo, la disidencia principal de toda la cuestión: la incapacidad, a mi juicio, de la mayor parte de quienes se dicen de centroizquierda de comprender la singularidad de la situación argentina respecto de la uruguaya, chilena o brasileña. A saber: el peronismo, problema político central de nuestro país sin superar el cual no habrá salida, ni de centroderecha ni de centroizquierda.

Opina Margarita que Scioli, Massa y Macri son lo mismo, por lo que nada cambiará con un gobierno de cualquiera de ellos. Para respaldar su tesis menciona similitudes personales, acuerdos electorales y la presencia de peronistas en el Pro. Supongamos que tenga razón y

Scioli y Macri sean idénticos, cosa que sus biografías desmienten. Aun así, ¿cree Margarita que han sido equivalentes los gobiernos del peronismo en la Provincia y del Pro en la ciudad?

¿Cree que los valores que su espacio reivindica, Igualdad y Decencia, han tenido similar expresión o similar negación en el gobierno peronista de Scioli y en el del Pro de Macri? Si lo cree, ¿hubiera votado entonces por Filmus y el Frente para la Victoria las dos veces que disputó con el Pro el gobierno porteño? Y si así fuera, ¿cree que la Capital y sus habitantes estarían hoy mejor después de ocho años de gobierno porteño kirchnerista?

Y bien, yo creo exactamente lo contrario. Creo que el octavo gobierno peronista en la Provincia ha sido una catástrofe incomparable con la razonable gestión del Pro en la ciudad, y que si hubiera logrado la Jefatura de gobierno porteña el kirchnerismo habría hecho en ella un desastre similar al que hizo en el país.

Por eso voté al Pro en ambos balotajes e hice público mi voto; y no me arrepiento. Por eso votaré por Carrió en las PASO del acuerdo republicano, y si los ciudadanos deciden que el candidato sea Macri no dudaré un instante en votarlo ni en tratar de impedir la continuidad en el poder del peronismo por todos los medios democráticos a mi alcance. Me pregunto: si Scioli y Macri accedieran al balotaje, Margarita, ¿qué haría? Es una información que los ciudadanos tienen derecho a conocer antes de decidir su voto, creo.

Digresión. Resulta llamativa tanta falta de convicción en las instituciones por parte de quienes dicen ser sus defensores. Y no hablo sólo de Margarita. Creer que porque “Macri es igual a Scioli” un eventual gobierno nacional en manos del Pro acompañado por la UCR y la Coalición Cívica sería igual a un gobierno del peronismo de la Provincia apoyado por el kirchnerismo es proclamar la inexistencia de los partidos, esas instituciones políticas fundamentales. Extraña conclusión por parte de quienes siguen sorprendiéndose del parecido entre el kirchnerismo y el menemismo, como si en estos doce años no hubieran reparado aún en que ambos son gobiernos del Pejota.

Consecuentemente con una visión de la política como puja de personalidades, Margarita entiende mi sostén al acuerdo republicano entre el Pro, la UCR y la CC en términos de “apoyar a Macri”, y se declara no disponible a hacerlo. Pero nadie le había pedido eso, ni era necesario que lo hiciera. Margarita habría podido ser candidata a la gobernación de Buenos Aires aliada a la UCR o la CC, espacios políticos con los que ya compartió acuerdos, y disputar así la segunda candidatura más importante del país al Pro. ¿En qué sentido hubiera sido esto “apoyar a Macri”? De veras, no se entiende.

He aquí otra dificultad que no es sólo de Margarita: la incapacidad de comprender la mecánica específica que permite la original legislación argentina. En nuestro país, competir dentro del mismo acuerdo electoral en las PASO no implica formar parte luego de un eventual gobierno de coalición, eventualidad que no está en ninguna agenda. Hoy, si gana el Pro gobernará el Pro, si lo hace la UCR gobernará la UCR, y si lo hace la CC gobernará la CC. Con un amplio consenso de gobernabilidad que haga inviables las destituciones peronistas pero sin necesidad de programas comunes ni exigencias de cargos ni ministerios.

Que la ciudadanía seleccione en las PA SO del acuerdo republicano al que crea el mejor candidato presidencial para llevar el país a la República, y que los que no tienen posibilidades queden afuera para que tenga mayores chances de derrotar a Scioli. He aquí una estrategia que no compromete la decencia de nadie. Margarita podría haber sido parte de este acuerdo. Aun más, si hubieran seguido una estrategia razonable en vez de zambullirse en la nada, como hicieron, el mismo UNEN podría haber sido parte. Habría bastado usar el 2014 para elegir un solo candidato UNEN con el cual enfrentar al Pro en las PASO, con buenas posibilidades de derrotarlo; lo que fue impedido por quienes no querían “apoyar a Macri”. Otra paradoja de la centroizquierda nac&pop que UNEN ha pagado con la disolución y la inexistencia.

Finalmente, Margarita postula un antagonismo insalvable entre convicciones y conveniencias. Yo creo que sería bueno preguntarse: las conveniencias, ¿de quién? ¿De Margarita o de los ciudadanos? Yo creo que las conveniencias de quienes habitan la realidad bonaerense estriban, básicamente, en que no los siga gobernando el mismo partido que, en estos últimos veintisiete años, convirtió a Buenos Aires de provincia más rica del país en antro de violencia, marginalidad y miseria. Y creo que Margarita podría haber sido una buena gobernadora, precisamente, por sus convicciones.

Ella, sin embargo, parece creer que las convicciones son contrarias a las oportunidades y las conveniencias, siempre. De semejante idea a la renuncia al poder hay solo un paso, que Margarita ha dado. ¿Por qué lo ha hecho? Es una pregunta que no puede ser respondida solamente por la responsable; por lo cual mi artículo debe considerarse como parte de una disidencia y no como una “interpretación errónea”, como pretende.

El tono de su respuesta, más preocupado por la percepción que los demás tienen de ella que por los desafíos políticos de un país que se asoma a la posibilidad de dejar atrás la pesadilla peronista, nos da una pista sobre sus motivos.

“Sin renunciar a su historia ni a su identidad”, escribe Margarita justificando su decisión de no aportar a un acuerdo republicano opositor en vez de proponer una candidatura que, inevitablemente, le restará votos, acrecentando las chances de que el peronismo siga otra década en el gobierno del país. La historia y la identidad. El pasado y el individuo. Curiosa elección para quien dice formar parte de la tradición de Izquierda, siempre más orientada al futuro que al pasado, siempre menos atenta a las identidades individuales que a las realidades políticas y sociales.

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