Los mendocinos que hemos vivido gran parte del siglo pasado, siglo XX, no teníamos un concepto claro sobre lo que significaba para la salud la práctica regular del ejercicio físico.
Simplemente nos limitábamos a correr, caminar o jugar a la pelota entre amigos, sin pensar que se estaba haciendo un bien a la salud porque nos despejaba de preocupaciones y nos mantenía ágiles y dispuestos.
Felizmente, surgió la apertura de los primeros gimnasios de educación física a cargo de algún ex jugador de fútbol.
Poco después fueron abiertos establecimientos conducidos por profesores de Educación Física, egresados del Instituto de Educación Física, dependiente de la Dirección General de Escuelas (DGE).
Estas instalaciones despertaron el interés de practicar ejercicios en muchos hombres y mujeres, que concurrían a esas sedes pagando, en los primeros años, una cuota de diez pesos mensuales para asistir tres veces por semana y durante una hora. Algunos abandonaban, pero la mayoría se quedaba e invitaba a amigos y compañeros de trabajo a concurrir al gimnasio.
Tal fue el éxito de estas estructuras que empezaron a incorporar máquinas de ejercicios, que se importaban. Todo esto coincidió con la concurrencia de un pionero de estas actividades, el profesor Luis Rodríguez, a un congreso internacional de Educación Física, en representación del Gobierno de Mendoza. Esto ocurrió en 1959.
Hay que recordar que Rodríguez falleció recientemente, a los 98 años. En ese viaje, que fue a Alemania, este meritorio docente visitó gimnasios y se interiorizó sobre el funcionamiento de máquinas y estilos de trabajo.
Con fotos y dibujos de esos equipos, el profesor Rodríguez se dirigió al principal fabricante de máquinas para bodegas que había en Mendoza, y logró que el empresario comenzara a armar los elementos para gimnasios.
Estos fueron instalados en el gimnasio de Rodríguez, donde funcionaron durante más medio de siglo hasta que esos centros cerraron, hace más de una década. Visto el éxito de esta novedad, otros gimnasios dispusieron imitar la idea y es así que la provincia logró contar con dependencias de excelencia.
Por considerar de utilidad para quienes lean este escrito, deseo contarles mi experiencia de cuarenta años concurriendo a gimnasios, lo que me ha permitido, a los 96 años, gozar de buena salud física. Fui alumno del profesor Rodríguez hasta su retiro y ahora concurro a un gimnasio de la calle Tiburcio Benegas.
Con satisfacción observo que los médicos y demás profesionales de la salud recomiendan la práctica de ejercicios para mantener una buena calidad de vida.
Cito además que el gobierno de la Nación (ver La Nación, 8/8/'17) ha dispuesto que "con la intención de encontrar y hacer una pausa durante la jornada laboral, el Estado ideó 'una pausa activa' con gimnasia para los empleados de Balcarce 50".
La curiosa convocatoria, según explica el diario, está a cargo de profesores de Educación Física del Ministerio de Salud y transcurre durante treinta minutos en cuatro turnos. La actividad se desarrolla en el Salón Azul de la Casa Rosada.
El concurrir regularmente a un gimnasio no es para lograr un cuerpo modelo o atractivo sino que es el paso hacia una buena salud física y además permite disfrutar de los ejercicios, nos brinda la oportunidad de tener una buena relación con los demás y hacer nuevos amigos.
Pienso que no pasará mucho tiempo en que se instalarán gimnasios al aire libre -a cielo abierto- como ya funcionan con éxito en importantes ciudades del mundo.