Los precios - Por Jorge Sosa

Nos acostamos pensando en el precio de algo y nos levantamos pensando en el precio de otro algo.

Los precios - Por Jorge Sosa
Los precios - Por Jorge Sosa

Es imposible no preocuparse por los precios. Los precios mandan de nuestra economía. Es la cantidad de dinero que uno tiene que pagar por algo. La palabra “precio” roviene del latín “pretium”, que significa “recompensa”. Será recompensa para el que recibe el pago, porque para el que lo ejecuta es todo un sacrificio.

Los precios marcan nuestra vida de una manera inevitable. Siempre tenemos un precio encima. Nos movemos a través de los precios: el precio del boleto, el precio del pan, el precio de la carne, el precio de un artículo del hogar... todo está catalogado por números. No nos podemos sacar los números de la cabeza.

Marcan los números nuestro estilo de vida y es imposible desprenderse de ellos. Cuando ansiamos algo, un objeto, con muchas ganas, el precio se interpone como un impedimento difícil de superar. Entonces nos pasamos mucho tiempo juntando, menudamente, lo que nos permite juntar este tiempo para llegar al precio requerido.

“Todo hombre tiene su precio”, dice el refrán, aunque hay algunos que están en plena liquidación.

Es tan referente a nosotros el precio que cada uno lo tiene. Es lo que llamamos sueldo. Sueldo es lo que valemos a juzgar por aquellos que nos los pagan. Y es mejor no hacer muchos análisis sobre el asunto porque, como está la mano, puede ser tan poco lo que nos pagan que nuestro precio puede hacernos visitar a un psicólogo para evitar menospreciarnos... aunque el psicólogo también tiene su precio.

El emporio de los precios son los supermercados. Los supermercados son enormes negocios donde se acumulan la mayoría de los productos que uno puede necesitar, desde los vitales hasta los recreativos. Allí los precios abundan en cada estante de cada góndola y uno puede llegar a marearse con tanta oferta.

Los miramos y calculamos lo que dice el cartelito con el contenido de nuestra billetera y decidimos en función de nuestras posibilidades, que habitualmente son menores que los precios.

Todo tiene su precio, hasta un grano de uva tiene su precio, hasta un granito de maíz lo tiene.

La contrapartida es lo “gratuito”, que viene del latín “gratuitus” y significa “lo desinteresado”, aquello que se produce por gracia o favor (también espontáneo, superfluo, inútil, que no es necesario). Todos estos sentidos se conservan en la palabra española “gratuito”, que es empleada para designar tanto aquello que no cuesta nada y se da por favor, como para cosas superfluas, innecesarias, en expresiones como “tales afirmaciones fueron gratuitas”

La palabra “gratis” anula los precios, pero es tan poco usada que dentro de poco va a ser anulada del diccionario por falta de uso.

Antiguamente, en los almacenes de otras épocas -cuando no estábamos invadidos por los supermercados-, se acostumbraba a darle al cliente un poco más de lo que el cliente había comprado. Se llamaba “la yapa”, que proviene del quechua y quiere decir “ayuda, aumento”. Andá a pedir ahora una “yapa” en cualquier negocio, te sacan cantando en cualquiera de ellos y si te pueden dar de menos, te lo dan.

Los precios nos abruman. Nos acostamos seguramente pensando en el precio de algo y nos levantamos pensando en el precio de otro algo.

Es el dinero el que nos manda y eso tiene su numeración. No estamos entregando un cóndor, un yaguareté, o un hornerito: estamos entregando horas de nuestro trabajo transformadas en números.

En fin, a mí me debe de haber tocado el número 13.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA