Especialmente se refirió el Papa a la periódica visita de funcionarios y dirigentes partidarios en general. Visitas que, en muchas oportunidades, han sido utilizadas en la búsqueda de mero rédito político por parte de quienes lograron tomarse fotos con el Pontífice.
Llamó la atención que Francisco admitiera en dicho reportaje que algunas veces se sintió “usado” por la política de su país, precisamente “por esos políticos que pedían audiencia”, según aclaró. Reconoció que cuando los argentinos vieron que el Papa elegido era un argentino “se olvidaron de todos los que estaban a favor o en contra del Papa argentino”, con lo cual hizo precisa referencia al oportunismo y viveza criolla que nos caracterizan y que emplean hábilmente muchos dirigentes de nuestra clase política.
En este último aspecto, hay que tener en cuenta que desde el comienzo de su pontificado lo han visitado representantes de todo el arco político de nuestro país. Sin embargo, lo que más llamó la atención es el cambio de postura del oficialismo, con la presidenta Cristina Fernández a la cabeza. El kirchnerismo pasó de ver al ex cardenal Jorge Bergoglio como un enemigo político a un simpático personaje y quiso utilizarlo partidariamente, como cuando para una de las varias visitas que le hizo Cristina Fernández de Kirchner la delegación presidencial montó una suerte de show mediático que incluyó presentes que hasta pudieron llegar a comprometer políticamente al Papa.
No hay que olvidar que hasta el propio Néstor Kirchner llegó a calificar durante su presidencia al por entonces arzobispo de la ciudad de Buenos Aires como “jefe de la oposición”, por sus críticos puntos de vista sobre la realidad social argentina y su permanente prédica contra la corrupción. Además, con un supuesto criterio “federal” los Kirchner dispusieron que los Tedéum patrios del 25 de Mayo o del 9 de Julio se llevaran a cabo en diferentes catedrales del interior, con la mera intención de no tener que confrontar con las homilías punzantes de Bergoglio. Por eso no pasó inadvertido que la mayor parte de las voces del kirchnerismo que criticaron abiertamente a Bergoglio produjeran un brusco viraje para acomodarse a la sorprendente popularidad de éste una vez convertido en Francisco, jefe de la Iglesia Católica.
Por ende, resulta satisfactorio para los argentinos que el Pontífice haya puesto públicamente límites a la exposición mediática excesiva a la que lo sometieron los políticos de nuestro país con sus visitas. No está mal que, como argentino, exprese sus deseos de que el país llegue a la nueva instancia democrática del voto mediante la paz, la concordia y el diálogo, pero de ningún modo puede ser utilizado por los distintos partidos como un elemento que capte votos a favor de tal o cual candidato.
Es de esperar que el error que cometió al prestarse al juego de intereses políticos mezquinos no se repita, ya que, luego de sus críticas declaraciones, Francisco acaba de recibir al candidato del Gobierno a ocupar un cargo en la Corte Suprema, Roberto Carlés, sobre el que recaen dudas para su nombramiento por parte de la oposición por su injerencia en medidas muy cuestionadas promovidas desde el Ejecutivo con respecto al desenvolvimiento independiente de la Justicia.
