Se conocen hace años, pero no solamente por compartir la ronda de mates cada tarde. Elizabeth Ventura y Mónica Castro están unidas por una relación de "hermandad" que va más allá de todo vínculo terrenal e incluye brujerías para "acabar" con sus enemigos. Lo que nunca esperaron es que los "trabajos" salieran mal: ambas fueron detenidas esta mañana como autoras intelectuales del crimen del médico jubilado León Domingo Burela (64), ocurrido en Las Heras.
Elizabeth es la esposa de Burela, un galeno que trabajaba en la penitenciaría provincial. La mañana del 15 de abril, el hombre estaba solo en su casa de la manzana D del apacible barrio Kolton porque ella se había ido al gimnasio.
Cerca de las 11, Burela, en bata y cursando un posoperatorio, estaba sentado en un sillón del living, frente al televisor. Entonces, el asesino traspasó el portón de rejas, ingresó al patio de la vivienda, donde estaba estacionado un Toyota Etios de color rojo, y abrió la puerta. Ni bien ingresó al living, encontró al médico sentado y lo ejecutó de cuatro balazos que salieron de una 22, incluyendo un disparo directo en la aorta y otro en la axila.
En un primer momento, y en medio de la consternación inicial, la viuda habló de un robo, de joyas y dinero que le faltaba, pero nunca fue así. Tras el sangriento episodio, y con una recompensa vigente de $100.000 para dar con el autor material del crimen, Elizabeth dejó su casa del barrio Kolton y se mudó junto a sus dos hijos a un departamento sobre calle Berutti al 936.
Pero no era cualquier inmueble. La mujer había comenzado a alquilarle a su amiga, Mónica Castro, a quien la consideraba su "hermana". Mónica se desempeñaba como parapsicóloga, oficio que no era desconocido por los vecinos, según pudo constatar Los Andes en la zona. El escepticismo pudo más e ignoraron sus actividades cotidianas hasta que, seis meses después, salieron a la luz.
La fiscal de Homicidios Claudia Ríos y un equipo de la Policía Científica arribaron al domicilio de Mónica, donde vivía con su padre de 90 años y sus dos hijos, varones de entre 14 y 20 años. Justamente está ubicado en Berutti al 960, a escasos metros de donde habitaba su amiga, la esposa del médico, por lo que los arrestos fueron sucesivos.
Al momento de la detención, la bruja vestía una extravagante prenda y un look poco casual. La sorpresa fue mayor cuando los investigadores encontraron los "gualichos" que ella, a pedido de su "hermana", había realizado para frenar el descubrimiento de la verdad. Habían empleado tarros que contenían sal gruesa, junto a fotos de la fiscal Ríos, policías, funcionarios y hasta postales congeladas de niños. También usaron botellas de plástico repletas de mensajes macabros.
"Hay varios elementos, fotografías, fotos mías. También anotaciones para que no avance la investigación. Hay cinco fotos mías. Son fotos con cosas que me tienen que pasar", detalló la fiscal Ríos tras el allanamiento a la morada y determinar la principal hipótesis.
Elizabeth y Mónica habían contratado un sicario para matar al médico y luego habían dedicado su tiempo a los ritos esotéricos para "atraer el mal" a los actores de la investigación.
Ríos anticipó que tanto Ventura como Castro serán imputadas formalmente esta tarde. En el caso de la viuda del médico, el delito es "homicidio agravado por el vínculo" y para la bruja, "participación necesaria". Las "hermanas" -como se decían mutuamente- arriesgan pena de prisión perpetua.
A la espera de sus declaraciones, aún resta atrapar al autor material del crimen, por quien se ofrece una recompensa de $100.000: sería un joven de unos 20 años, de contextura delgada, 1,60 metros de altura, tez morena y pelo oscuro, en base a lo declarado por testigos.
Para los investigadores es un "profesional" del crimen, un calificativo que no puede aplicarse al fallido accionar de las "hermanas" brujas de Las Heras.