Los números - Por Jorge Sosa

Los números en sí no implican perjuicio alguno, ni siquiera el vapuleado 13, tantas veces acusado de mufa.

Los números - Por Jorge Sosa

Los números tienen clara influencia en nuestra existencia aunque ellos no quieran meterse para nada en algo tan delicado. Estamos signados por los números: el DNI, el CUIT, el CUIL, la patente, la cédula, el carnet del club, el número de casa, el número de teléfono, el talle, el calzado, la patente, los glóbulos rojos, el colesterol malo, la edad y algunos, muchos menos de los que deberían tenerlo, el prontuario.

Los números son compañeros permanentes de esta vida que ya no es vida, al decir de todos. Porque, por ejemplo, todos sabemos que a la hora de numerar el sueldo perdemos invariablemente.

Pero los números en sí no implican perjuicio alguno, ni siquiera el vapuleado “trece”, que ha sido tantas veces acusado de mufa; ni siquiera el “cero” que es como la linterna de nada; ni siquiera el “cuatro” tan ansiado por los estudiantes que apenas han estudiado para un dos; ni siquiera el “siete” que, por un lado, reviste connotaciones bíblicas; por otro lado, es tratado para el poto.

Los adictos a la quiniela emparentan los sueños con pálpito; entonces si sueñan que están borrachos le juegan al 14; si sueñan que están locos, al 22; si sueñan que les están serruchando el piso, al 51; si sueñan con Francisco, al 88; si sueñan que están haciendo popó, al 91, que es el excusado.

Los números hasta tienen su participación en los refranes: “Cuatro ojos ven más que dos” (que es más evidente que embarazo de bailarina); “Más vale un pájaro en mano que cien volando”; “Cada dos por tres, llueve” (en Mendoza podría adaptarse: “Cada dos por tres cierran el túnel”); “Donde comen dos, comen tres” (en algunos lugares de nuestro país, lamentablemente, donde comen dos comen ocho o más).

Pero más allá de identificaciones, creencias y curiosidades los números son inertes, no tienen maldad ni bondad interior; no toman partido por los malos o los buenos, y el 2 tanto puede ser la cantidad del amor como la de una lucha a muerte. El 3 puede ser la cantidad inicial de una familia pero también puede ser un matrimonio, más el pata e lana.

Los números no accionan, nosotros accionamos sobre ellos. No podemos decir “la culpa de lo mal que estamos la tienen los números”, porque en definitiva los números sólo cuantifican lo mal o bien que hemos procedido los que los procedimos.

Resulta que 23 puntos más en el Merval es muy bueno, y 23 puntos menos es muy malo. Pero el 23 sigue siendo el 23 sin signos matemáticos ni zodiacales.

Entonces no entiendo cuando los funcionarios dicen que los números no cierran. Miren, muchachos, los números no son un picaporte, ni una cremallera, ni una tranca, ni un candado; los números son cantidades y no tienen más acción que crecer o decrecer según nosotros vayamos moviendo los objetos.

Los números no cierran ni abren nada. Son ustedes los que no consiguen poner por encima de los números el interés general; son ustedes los que se han olvidado de sumar en positivo.

Si los números no cierran ¿para qué los abrieron? ¿O quién hizo los presupuestos y calculó los recursos y distribuyó los gastos, pidió los créditos y se endeudó en diez cifras? ¿Pitágoras o ustedes?

Cuando los números no cierran es porque los hombres han hecho pelota cualquier salida o cuando los hombres han gobernado el país como si fuera una quiniela...

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