Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
Las declaraciones de la presidenta Cristina Fernández afirmando que los índices de pobreza e indigencia están en 5% y 1,25% respectivamente, han generado un rechazo generalizado y sólo desde el oficialismo se salió a defender números que, a su vez, el ministro de Economía, Axel Kicillof, había negado medir para no “estigmatizar a los pobres”.
Lamentablemente, siempre ocurre lo mismo con los números oficiales y es que nadie les cree porque las circunstancias que se viven a diario muestran que el problema es mayor. Pero lo más grave, y más allá de las aclaraciones poco serias del jefe de Gabinete (Aníbal Fernández), es el intento de desconocer la realidad y de tratar de convencer a la sociedad y al mundo de una situación diferente.
En ocasión del Censo Nacional 2010, los datos del Indec revelaban que había un 12,5% de la población que tenía necesidades básicas insatisfechas. Este dato es oficial y, observando la involución que ha tenido la economía argentina desde entonces, es probable pensar que ese problema se haya agravado.
Dado que el Indec no mide pobreza, según el ministro Kicillof, hay que recurrir a la única usina confiable en este tipo de mediciones, que es el Observatorio de la Deuda Social Argentina, que funciona dentro de la Universidad Católica Argentina. Aquí un grupo de profesionales trabaja con mucha seriedad metodológica y ausencia de ideología. Los últimos datos de este Observatorio corresponden a 2013, ya que los de 2014 estarán listos para julio.
Según los análisis de este grupo de estudiosos, los niveles de pobreza en 2013 estaban en 27,5%. Incluso, la CTA kirchnerista tiene un instituto de estudios que estimaba la pobreza en 17,5%. Como se ve, las cifras son dispares porque difieren las metodologías y los universos estudiados. Incluso, siguiendo el viejo método del Indec, tomando los valores de la canasta básica y la canasta básica total, los datos se colocarían por encima del 30%.
Más allá de las cifras, hay un problema más grave y es que los pobres no son tratados con el respeto y la responsabilidad que cabe a los funcionarios y al resto de la sociedad. Los pobres no son números, son personas que sufren carencias muy graves y esperan respuestas idóneas para poder salir de la situación en que se encuentran.
Pero debemos tener en cuenta algo fundamental y es que la pobreza no es sólo un problema de los pobres sino de todos. La pobreza nos califica como sociedad y así nos proyectamos al mundo. No podemos arreglar los números para bajar el número de pobres porque estos siguen existiendo y nadie se imagine que los que están en esta circunstancia se conforman. La pobreza no es una bendición sino que es una desgracia para quienes les toca vivir en ese estado.
La pobreza no se soluciona de la noche a la mañana y mitigarla puede ser una solución transitoria. Es hora de que empecemos a trabajar en serio para ayudar a los argentinos que están en esa situación a que se puedan levantar y salir. Los gobernantes tienen que hacer lo suyo. La sociedad civil también tiene responsabilidades.