Los hábitos y valores que se aprenden en la infancia, en la época de la escuela primaria y hasta un poco después, suelen acompañarnos toda la vida, o deberían integrarse a nuestra existencia con efecto formativo.
En esa etapa se definen conductas y formas de comportamiento que nos moldean como personas, con hábitos de convivencia, solidaridad y señales de respeto, entre otros aspectos, hacia la comunidad donde estamos instalados.
Una de esas aptitudes que se nos transmiten es propender al cuidado del medio ambiente y a ser respetuosos de la naturaleza que nos rodea.
Vemos entonces con beneplácito que haya en la escuela mendocina y en otros ámbitos, como la Casa de las Leyes, a través del sistema Legislatura Abierta, una constante preocupación por avanzar en la agenda ambiental, que tan necesaria es en una provincia como Mendoza, siempre expuesta a la pérdida de la biodiversidad, al mal uso y derroche del agua, a la desertificación y a diversos procesos de contaminación.
Es la forma de promover la participación ciudadana sobre estos aspectos tan esenciales para nuestra vida y que involucre a los diferentes sectores sociales.
Asimismo depositamos mucha confianza en los niños y adolescentes para intentar que algunos de los problemas que nos agobian en materia ambiental se subsanen o avizoren algunas mejorías, por lo menos los que se pueden introducir en el cotidiano vivir.
Claro que nosotros, los mayores, tenemos que esforzarnos en dar el ejemplo, en predicar con el ejemplo, y de esa forma cumplir con simples preceptos como no tirar basura en la vía pública, cuidar el agua, clasificar la basura y velar por la naturaleza, en especial nuestros protectores árboles.
Además, si le decimos a los niños que deben cuidar el medio ambiente sin explicarles por qué es importante, no entenderán la necesidad de hacerlo, y pueden asumirlo como una imposición.
Otro ámbito donde se deben librar los esfuerzos para poner en vigencia las prioridades ambientales, es el municipio y por eso la mayoría de las comunas tienen oficinas que se ocupan de estos temas.
Un ejemplo de lo que decimos es lo que ha organizado el área de Educación Ambiental de Guaymallén, denominado sede del curso “Cuyúm en el aula y en el barrio: enfoques y propuestas didácticas para trabajar el cambio climático en Mendoza”. Destinado a docentes, directivos, asesores del área de nivel inicial y primario y estudiantes avanzados de los profesorados relacionados, se espera que las enseñanzas que deje esta convocatoria se esparzan entre la comunidad, en especial en los barrios, entidades de la organización civil, uniones vecinales y centros culturales. La iniciativa es promovida desde la Subdirección de Ambiente y Energía de Guaymallén, en conjunto con el Instituto de Ciencias Ambientales y la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Además participarán como invitados especialistas en energías renovables, reciclaje inclusivo, cuidado del agua y huertas escolares.
Actividades así, que valen la pena, deberían repetirse en otros ámbitos de la provincia, ya que contribuyen a la construcción y fortalecimiento de la conciencia ambiental para comprender las múltiples variables que constituyen el cambio climático, el modo en que este fenómeno incide en la vida humana y cómo la sociedad puede, a través de sus hábitos, adaptarse a él.
Este tipo de acciones al involucrar actores locales y derramar sus enseñanzas entre los componentes de menor edad de la sociedad, puede contribuir a que haya más ciudadanos dispuestos a ejercitar el derecho de disfrutar de un medio ambiente sano y ecológicamente equilibrado.
