Hace más de dos semanas que hay un debate muy grande en el gobierno acerca de la forma de paliar el alza de precios que no da respiro y sigue generando proyecciones en crecimiento. La última del Relevamiento de Expectativas de Mercado la colocaba en 35% anual. Pero los funcionarios ya saben que los números de abril darán mal (casi 4%) y no terminan de asumir que la reducción de subsidios a las tarifas de servicios públicos tiene ese costo de trasladarse a los números de la inflación.
No asumiendo que las causas de la inflación están en elevado gasto público y en una política monetaria errada, que ha llevado al Banco Central a acumular un stock de Leliq muy peligroso, por el cual semanalmente debe emitir moneda para para pagar intereses, los funcionarios comienzan a buscar enemigos, como dignos representantes de un gobierno populista.
Los socios radicales están pidiendo “algo” para llevar a la convención y ahí renace la genética populista del radicalismo, que piensa en “Precios cuidados”, controles o congelamiento de precios. El gobierno comete errores tácticos ya que tratando de evitar un paro le da a las obras sociales sindicales $13.000 millones con la esperanza que los popes gremiales apoyen el proyecto de blanqueo laboral, pero éstos, después de cobrar, dijeron no estar de acuerdo y no aparecieron. Los funcionarios se olvidaron que los favores se pagan una vez recibidos y no con la sola promesa.
La dinámica de los precios
Una de las primeras preguntas que surgen en un observador no especialista es ¿de dónde salen tanto pesos si el Tesoro no tiene déficit y el BCRA no le pasa más plata? Simplemente, salen del stock de Leliq, por las que el Banco Central paga una tasa exorbitante del 67%. Esta tasa sola ya es un anuncio de inflación y, como las Leliq son inflación reprimida e inflación futura, a la vez, exigen ser remuneradas por esas expectativas.
El problema era que los bancos no les pagaban a los ahorristas tasas suficientes y se quedaban con diferencias muy grandes, pero las entidades argumentaban que como teñían un límite para tomar letras y computarlas para los encajes, no querían estimular las tasas de los ahorristas, lo cuales, desencantados se pasaban a dólares. ¿Qué pasa si el Banco Central baja las tasas? Esa baja se trasladaría a los ahorristas y estos saldrían a presionar el mercado cambiario.
El escenario muestra claramente que la gente no quiere pesos porque la inflación destruye su valor. Ante esto uno se pregunta por qué si las tasas son altas los ahorristas se quedan en pesos. Y la respuesta es que hay un punto en el que la avaricia supera al pánico. El dólar sigue siendo la moneda de resguardo de valor para la cultura argentina de los últimos 40 años y no hay, hasta ahora, razones que inviten a pensar distinto. Por esa razón, aunque aumente la venta de dólares siempre hay compradores que evitan que la baja sea mayor.
Mientras tanto, algunos funcionarios del gobierno rechazan cualquier tipo de control de precios y prefieren centrarse en medidas que tiendan a estimular la demanda. Por una parte, fortalecer Precios Cuidados, por otra parte, créditos dirigidos a jubilados y beneficiarios de AUH, que este mes ya cobraron con aumento. Además, tasas especiales dirigidas a las pymes para descontar cheques para facilitar capital de trabajo.
Pero hay un problema de sintonía. Cuando se habla de precios hay que incluir todos los precios de la economía y los funcionarios se olvidan que una de las causas de la resistencia a bajar de los precios tiene que ver con la indexación con la que el gobierno se comprometió a ajustar las tarifas de servicios públicos y estos valores pegan de lleno en la inflación. La génesis de la inflación del primer cuatrimestre está en los precios regulados por el Estado.
Un camino tortuoso
La semana pasada estuvo a punto de renunciar el Ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, molesto por los reclamos airados provenientes de encumbrados dirigentes del oficialismo, como María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Le pedían que hiciera algo para frenar los precios, pero las tarifas las maneja el ministro de energía. El problema es ¿Quién coordina? Es que parece que el Jefe de gabinete no cumple con esa función. Dujovne, lavándose las manos, dijo que tomaran cualquier decisión que no tenga costo fiscal.
Mientras tanto, están pendientes las demandas del FMI, que vinieron junto con el último desembolso, y están referidas a la necesidad de aumentar los ingresos ante la caída de la recaudación. Para esto sugiere aumentar el IVA para rubros que tiene tasas diferenciales y pasar más contribuyentes del régimen de monotributo al régimen general. Además, apura por el blanqueo laboral.
Al parecer nadie se anima a dar explicaciones, y no se sabe si es que ignoran las respuestas o prefieren evitarlas y solo dicen que se está en el camino correcto. En realidad, los problemas son electorales y los sectores políticos piden cualquier medida que mejore la percepción del público. La desesperación puede llevar a tomar medidas equivocadas.