Mendoza es reconocida en todas partes como una provincia institucionalmente sana, dentro de un país que tiene grandes dificultades para construir en tal sentido.
Estos meses se habló especialmente de las bondades de una Constitución que. pese a sus años. no sólo impide las reelecciones gubernamentales sino que tampoco permite que los mandatarios se continúen a través de sus parientes. Algo que sería muy bueno que se continúe aun cuando alguna futura reforma constitucional autorice un término más para los gobernadores.
En el mismo sentido, y ya en el presente, que se aplique una enmienda constitucional para limitar las reelecciones de los intendentes a un solo período más, es algo singular en una nación donde las Constituciones se modifican solamente para ampliar la cantidad de reelecciones, sea a nivel provincial como nacional.
Las bondades de ese estilo están a la vista: en más de treinta años de democracia, los dos grandes partidos provinciales se han alternado en el poder casi el mismo tiempo cada uno de ellos, lo que implica que acá no existen las hegemonías ni los caudillismos.
Sin embargo, con lo buenas que son esas prácticas institucionales, las que deberían mantenerse y/o ampliarse en el tiempo, no son suficientes para que Mendoza pueda recuperar el tren de crecimiento que desde hace bastante tiempo viene perdiendo en comparación relativa con otras provincias. Se requiere mayor proyección nacional de la provincia, no solamente en los aspectos políticos y culturales sino también en el económico.
Y he aquí que en los últimos tiempos se viene observando una propensión a la confrontación entre oficialismo y oposición que suele ir más allá de lo conveniente. Por ejemplo, cuando se necesita la autorización legislativa para contraer préstamos con bajos intereses para la construcción de obras de infraestructura requeridas por todos los mendocinos.
A veces, como está ocurriendo en estos tiempos, las divisiones y los enfrentamientos coyunturales impiden que los políticos se pongan de acuerdo en cosas que, como las citadas, deberían formar parte de las políticas de Estado, aquellas cuyo consenso es imprescindible para mantener la importante fortaleza institucional que Mendoza siempre ha mostrado al resto del país y el mundo.
En la vida política existen las diferencias insoslayables entre los diversos puntos de vista, que no necesariamente es útil que reúnan la coincidencia de todos, porque a veces el debate y la confrontación de ideas es más útil para el pluralismo. Pero en tres o cuatro temáticas fundamentales que hacen a la proyección integral de Mendoza, es indispensable que todos sus actores políticos -o las mayorías indispensables- dejen de lado sus diferencias partidarias y antepongan los intereses provinciales a los requerimientos sectoriales. Caso contrario resultará muy difícil seguir avanzando.
En los últimos tiempos se nota con preocupación algunos conflictos innecesarios que quizá el nuevo gobierno pueda limar en sus asperezas para reencontrar el equilibrio que muestre al mundo la mejor Mendoza.