El gobernador Alfredo Cornejo y el presidente Mauricio Macri son dos estrechos aliados políticos, pero, sin embargo -y como es lógico-, al pertenecer a partidos distintos, ambos tienen su propio proyecto de poder. Dos proyectos que a veces pueden complementarse y otras oponerse.
Cornejo trata de reconstruir un partido nacional como el Radical, sin liderazgo y con muchas divisiones internas, en particular acerca de la caracterización del macrismo y su participación en Cambiemos.
Pero, más allá de su circunstancial jefatura de la UCR, al gobernador le interesa mucho más mantener su influencia y su poder en Mendoza a partir de 2019, cuando no podrá ser reelecto por impedimento constitucional.
En ese sentido, está claro que desearía poner a un hombre suyo en la continuidad gubernamental. El cual deberá enfrentarse, quizá, a Julio Cobos (o a alguien que quiera impulsar el exvicepresidente), quien hoy no tiene dependencia alguna del gobernador, ni viceversa. O, si no, a algún candidato que Macri o el macrismo pretendan.
Es que el presidente, aun respetando la autonomía de la isla radical mendocina, si tiene oportunidad de colocar a alguna persona de su confianza en la futura gobernación no perderá la ocasión, porque su estrategia global es la de conformar, más allá de las alianzas, una fuerza nacional propia con gente suya.
No le molestaría que Cornejo siga teniendo la mayor influencia en Mendoza porque es un hombre al cual respeta y en el cual confía, pero en quien no confía tanto es en el radicalismo que el mendocino conduce, del mismo modo en que el radicalismo desconfía de él.
En consecuencia, nunca dejará de intentar avanzar en todo el territorio nacional con su partido y los líderes locales del mismo.
Esta semana Cornejo condujo una reunión del radicalismo nacional y por cierto, más allá de las declaraciones para la prensa, no le resultó fácil hacerlo.
Hay muchos reclamos del partido hacia el gobierno, y eso va más allá de los cargos. Le reprochan a Macri escasa participación en la definición de políticas y muchos errores evitables.
Pero más allá de esas críticas, la relación del radicalismo con el presidente a veces se asemeja bastante a la que Raúl Alfonsín como jefe partidario de la UCR supo tener con De la Rúa como presidente de la Nación, una relación conflictiva con diferencias ideológicas y políticas, pese a ser ambos del mismo partido.
Y hoy, la mayoría de los dirigentes radicales tradicionales tienen esas mismas desconfianzas con Macri, no lo ven parecido a ellos y se viven quejando. Cornejo, que no participa en absoluto de ese rechazo. junto con no más de una docena de radicales implicados en serio con el gobierno nacional, contiene lo que puede pero no lo puede todo.
Sabedor de esas dificultades, apenas terminado el mitin radical, Macri recibió a sus autoridades a fin de dar la imagen de que desea escucharlos cada vez más, pero definitivamente nunca será demasiado armónica esa relación, aunque la realidad los obligue a soportarse mutuamente por un largo tiempo.
Por otra parte, así como Macri prefiere a Cornejo antes que a otro para manejar un partido aliado que le desconfía, él tiene en Mendoza dos hombres con los cuales se siente aún más afín, como si fueran una prolongación suya en la provincia.
Uno es el recién mencionado Ernesto Sanz, que pese a lo que se diga, sigue siendo un hombre permanente de reserva del presidente. Todo lo que no lo valora su partido lo valora Macri.
Sanz todavía sigue herido con sus correligionarios porque después de haber sido el armador esencial de la alianza que llevó a compartir el poder máximo de la nación a una UCR que estaba más para el descenso a tercera, en vez de llevarlo en andas lo crucificaron por supuestamente haberlos entregado al Pro, a la “derecha”. Macri, en cambio, le sigue agradeciendo haber sido uno de los grandes arquitectos de la construcción que le permitió llegar al poder, y en ese sentido, cada vez que siente resquebrajarse algo de la casa edificada por ambos (junto a Lilita) lo consulta, como ocurrió esta semana en que necesitaba una voz amiga para entender las críticas solapadas del radicalismo.
Pero no sólo por los radicales, que al fin y al cabo son hoy para él un problema menor, llamó a Sanz, sino porque el presidente está viviendo momentos de desorientación.
A lo razonable de tener que pagar inevitables costos políticos por igualmente inevitables ajustes, se le agrega que la economía parece estar en punto muerto, o como nadando en dulce de leche al decir del economista Roberto Cachanosky.
Pero además de ello, se están empezando a cometer errores políticos demasiado frecuentemente, en general evitables, pero de no serlo, se deberían tener respuestas políticas más ágiles.
Seguramente para todas estas cosas, una voz tan experimentada como la de Sanz le debe venir bien de vez en cuando, aunque el mendocino herido insista con no abandonar el llano.
Pero más allá del aliado radical Cornejo y del amigo radical Sanz, Macri también tiene en Mendoza un hombre propio: Omar de Marchi, el intendente de Luján, quien a la vez es el presidente del Pro local. Al que también recibió esta semana.
Aunque más que el hombre mendocino de Macri, De Marchi es el preferido del gabinete presidencial. Aquel por el cual casi todos los ministros pertenecientes al Pro hacen lobby para que alguna vez llegue a ser gobernador de la Provincia.
Y él, manteniendo siempre la más cordial amabilidad hacia Cornejo y jamás discutiendo en público (y quizá ni siquiera en privado) sus a veces polémicas decisiones, está aceleradamente construyendo poder propio.
Sabe que el gobernador -quizá más por temperamento que por otra cosa- no participa mucho a sus aliados, ni siquiera a los demás jefes radicales, sus decisiones.
Entonces él los contiene, les calma la bronca. Y no sólo a todos los que tienen alguna diferencia con Cornejo dentro de la alianza local, sino que también recibe y aconseja a los opositores peronistas que están tan de capa caída, como huerfanitos de padre y madre, en la tierra de la hegemonía cornejista. Todo suma para el futuro del lujanino.
En síntesis, entre esos tres dirigentes se mueve Macri en Mendoza. Son, en ese sentido, Cornejo, Sanz y De Marchi los hombres del presidente en la tierra del sol y del buen vino y habrá que ver de qué modo se posiciona cada uno en la estrategia del nuevo partido nacional que se intenta construir, ya sea para competir como para superar al peronismo. Lo que más se pueda.