“Entre los límites de los nueve y los catorce años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados, dos o tres veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza, no humana, sino nínfica (o sea demoníaca); propongo llamar nínfulas a estas criaturas escogidas (...). Era la misma niña: los mismos hombros frágiles y color de miel, la misma espalda esbelta, desnuda, sedosa, el mismo pelo castaño (...). Hay que ser artista y loco, un ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una llama de suprema voluptuosidad siempre encendida en su sutil espinazo, para reconocer de inmediato, por signos inefables... al pequeño demonio mortífero ignorante de su fantástico poder (...).
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita”, se lee en los fragmentos de la novela de Vladimir Nabokov.
El asunto de esa seducción perversa que se enciende en un adulto cuando desea a un niño es la materia de esa inquietante novela y, también, de esta obra que llega al escenario de la sala Cajamarca.
Fruto de una producción de Tanto Ruido Teatro, en el marco de las prácticas escénicas de la Carrera de Artes del Espectáculo de la Facultad de Artes y Diseño de la UNCuyo, surgió la idea de ahondar en este escabroso tema que hace epicentro en la trata de personas, en los sucesivos casos policiales argentinos donde el asesinato y violación de adolescentes y niñas viene de manos de hombres-monstruos.
Así fue como llegó a la mesa de trabajo de estos artistas la obra “Martha Stutz” de Javier Daulte. Y ellos, por una necesidad de amoldar ese texto a la cantidad de actores con la que contaban, decidieron encarar la versión.
De este proceso creativo nació “Marthita”, la obra que esta noche -y el domingo 10- subirá al escenario de Cajamarca para provocar al espectador hasta hacerlo revolver inquieto en su asiento del teatro.
“Fuimos haciendo una condensación de la dramaturgia dentro de la ambiguedad y la complejidad de la obra. Es dura porque está atravesada por este tema de la seducción perversa que puede producirse entre un adulto y un niño -cuenta Víctor Arrojo, el director de esta reposición que ya tuvo su estreno en 2013, y continúa-. La puesta juega a tocar ese filo oscuro, pero se mete en una que... ¡hamacate!”.
La expresión viene a cuento de esta perturbadora experiencia que le tocará transitar al público. Es que “Marthita” hace pie en la puesta que hiciera Daulte de su propio texto pero también recupera las atmósferas oscuras y ambiguas que son parte de la novela de Nabokov y de las películas que llevaron el tema a la pantalla (“Lolita” de Stanley Kubrick y luego de Adrian Lyne).
“La actriz (Belén Moretti) está bien: da una cosa como infantil e ingenua, a pesar de sus 24 años (recordemos que la chica del caso tenía 9) y creo que se produce un impacto, que hemos logrado tensión”, dice Arrojo.
El epicentro de “Marthita” no es convertirse en un espectáculo perturbador sin más, puro efecto, sino ahondar -como lo pide el texto- en ese universo patológico que sólo intuimos.
¿Cómo lo hicieron?, le preguntamos a Arrojo.
- Hemos aclarado el panorama y en esta versión lo que hice fue reforzar lo narrativo. En realidad se está contando el caso.
Tanto esta obra, como la de Daulte, se basan en un hecho que sucedió en Córdoba, en 1938. El caso de Marta Ofelia Stutz, una niña de 9 años que un día salió de su casa para comprar una Billiken y nunca regresó, fue un terremoto de horror -incluso político- para la sociedad nacional. El cuerpo de Marta nunca fue encontrado. Un hombre fue enviado a la cárcel durante 5 años (después se expatrió a Chile) y la verdad jamás salió a la luz.
“Nuestra puesta tiene esa presencia fuerte: es como una exposición policial que no termina de definir territorio -dice Arrojo-. En ese lugar ubicamos a un investigador periodista que sigue el caso y piensa que están usando un chivo expiatorio. Yo he tratado de llevar la propuesta más hacia una épica; sobre todo en la actuación de los personajes. Y, en lo que respecta a la recepción, a un planteo difuso que no te permita como público aliarte claramente con uno u otro personaje”.
¿Por qué inquietar así a la platea? ¿Acaso el teatro no pretende entretenernos? Esta vez no, o quizás el entretenimiento provenga de la inquietud, de cierta pulsión vouyerista.
Es que, amigos, el escenario no sólo es un espacio para derramar amabilidad sobre las butacas, sino donde hablar de aquellas cosas que, como sociedad, se tienen que hablar. Por eso mañana, en Cajamarca, todos seremos culpables.
La ficha
"Marthita", versión libre de la obra "Martha Stutz" de Javier Daulte. Sólo para adultos
Actúan: Belén Moretti, Magali Aguilera, Andrés Sosa, Laura Martín, Florencia Ríos, Hernán Iguácel.
Dirección: Víctor Arrojo.
Asistencia de Dirección: Hernán Iguácel.
Día y hora: Hoy a las 21 (repite el domingo 10).
Sala: Cajamarca, España 1767.
Entradas: $40, general.