Los jurados populares a diez años de su implementación en Córdoba

Los jurados populares a diez años  de su implementación en Córdoba

Sucedió hace algo más de un año. Un día que parecía ser como cualquier otro, en Córdoba nos despertamos con una mamá menos: mataron a Paola Acosta y allí estábamos todos, hombres y mujeres con los huesos rotos, tirados en la inmundicia de esa alcantarilla, bebiendo en la oscuridad de nuestras propias miserias humanas. Hasta que alguien, en medio de la gruesa tiniebla, se percató que había un haz de luz que la franqueaba, y allí impávidos, unos pequeños pero intensos ojos negros sostenían la mirada ante el espanto: sobrevivió, entre sus brazos, su hija Martina, de tan sólo 1 año y 9 meses.

Quizás fue el impulso movilizador de esa víctima que salvó su pequeño cuerpo de la muerte, el que nos puso de pie como sociedad para caminar al unísono en varias marchas primero, y para hacer oír nuestras voces junto a la Justicia, después.

Ocho personas actuaron en nombre de la multitud. Un día, una noble pero desafiante responsabilidad llamó a sus puertas y supo cambiarles sus propias vidas para siempre: una preparaba la merienda para que sus hijos llevaran al colegio; otra ajustaba el nudo de la corbata al marido en su último día de trabajo; a uno le tocó cambiar el auto luego de visitar varias veces el taller; a otro le festejaron el cumpleaños el día anterior; a una el médico la alivió diciendo que era una falsa alarma; otro volvía ansioso por contar a todos que finalmente había aprobado ese examen; una miraba el reloj esperando el arribo de su amado y otro descargaba las bolsas del supermercado tras la compra del mes.

Y cuando cada uno llegó a su hogar, en ese instante que ninguno de ellos olvidará jamás, fueron invadidos por distintas sensaciones provocadas por la misma razón: su nombre y apellido estaban en un sobre; un conjunto de palabras armoniosamente dispuestas en un prolijo papel lo esperaban: la Justicia pedía su participación, eran llamados a convertirse en un jurado popular.

Se habían enterado del impactante hecho a través de los medios de comunicación, pero ya no podían seguirlo desde la comodidad de sus sillones. Una nueva misión les era encomendada. Se les abría la posibilidad de sumergirse en la incertidumbre generalizada para buscar la verdad de lo sucedido y representar a la sociedad en el estrado judicial.

Pusieron su entendimiento y atenta escucha frente al relato de cada testigo, presenciaron los alegatos de los abogados y el fiscal; sintieron el dolor de la familia de Paola en su propia piel, que se estremecía con la mirada filosa, aunque esquiva, de quien terminó siendo su asesino.

Vox populi, vox Dei, pronuncia aquel afamado refrán que equipara la voluntad popular al designio divino, y aquí coloca a un grupo de personas con la capacidad de decidir sobre la inocencia o culpabilidad de otro ciudadano, siendo el encierro o la libertad sus evidentes alternativas de acción.

La democracia que nos abriga indica que la verdadera representación no puede existir sin el auxilio de al menos alguna forma elemental de participación ciudadana. Claramente lo han observado los poderes Legislativos y Ejecutivos de las diversas órbitas estatales, procurando generar cauces continuos de opinión e intervención de la sociedad a través de múltiples mecanismos institucionales (desde el sufragio, las asambleas de vecinos o el plebiscito, hasta la iniciativa popular).

El Poder Judicial en Córdoba no permanece ajeno a estos mandatos democráticos: desde hace ya 10 años se vienen realizando juicios donde los ciudadanos participan de las decisiones finales, condenando o absolviendo de pena a quien es señalado como autor de un grave hecho delictivo.

Ya lo expresaba el Conde de Mirabeau, en un discurso en la Asamblea Nacional de aquella Francia revolucionaria de 1789: "Dadme el juez que queráis, parcial, corrompido, mi enemigo mismo si queréis, poco me importa, con tal de que nada pueda hacer sino en presencia del público".

En nuestra Córdoba pionera en el país, desde 2005, los jurados populares se convierten en un instrumento idóneo para que la sociedad civil esté presente en la toma de decisiones junto a los jueces profesionales, y ya no concibamos como única alternativa de participación ciudadana el clamar e implorar justicia a viva voz en la puerta principal de algún edificio judicial. Ya son más de 1.040 hombres y mujeres quienes actuaron como jurados en algún juicio penal llevado a cabo en nuestra provincia.

Martina nos llamó a sacarla de esa zanja y respondimos con nuestros brazos abiertos y dispuestos a hacer algo. Hubo ocho personas que dejaron por un tiempo la rutina que los adormecía frente al espanto y pusieron sus cuerpos por cada uno de nosotros, que les dimos fuerzas a la distancia. La Justicia puso a su entera disposición todas las herramientas y los conocimientos necesarios para que, junto a tres magistrados de profesión, pudieran trabajar para que Paola, Martina, sus familiares y todos nosotros, podamos finalmente descansar en paz.

Cierto es que resulta imposible devolver vidas. Ni la Justicia ni el mismo Dios son capaces de hacerlo, pero ambos pueden ser un bálsamo ante ese dolor inmenso frente a la impotencia e imposibilidad de volver el tiempo atrás.

* Licenciada en Comunicación Social. Ganadora del premio “Jurados Populares”, 2015 (Poder Judicial de Córdoba). Autora del libro: “La Justicia y los Periodistas frente a la información pública judicial”.

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