Se completó una nueva y extensa jornada del megajuicio que tiene como escenario la sala de debates de los Tribunales Federales de la provincia y donde, cuatro de los 32 imputados han sido funcionarios dentro la Justicia Federal.
Esta audiencia, de un juicio que tendrá su continuidad hoy, desde las 9.30, tuvo como principal protagonista al ex camarista Otilio Roque Romano al ser leído su propio relato en la indagatoria a que fue sometido, en un acto previo a que buscara refugio político en Chile.
Desde poco antes de las 10 y hasta las 16, con dos breves cuartos intermedios (uno para el almuerzo de los acusados y el otro ante una descompensación de Romano y que lo obligó a dejar la sala por unos minutos) sólo se escuchó lo declarado ante el fiscal Omar Palermo y el juez Walter Bento, en la voz de la doctora Natalia Suárez, secretaria del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1.
Y en esta primera parte (que se intentará concluir en la audiencia de hoy) se conoció que Romano habló de su ingreso a la Justicia Federal, en el año 1968, a pedido de su padre que fue funcionario por más de 50 años, cinco de los cuales “trabajó gratis”. A pedido del juez federal Oscar Ignacio Agüero, fue nombrado con la firma del ministro de Gobierno Antonio Benítez “que para ilustración de los viejos como nosotros, fue defensor de Hipólito Irigoyen”.
Hizo un repaso de su vida (junto a la fallecida jueza Iris Guarna) viviendo en una casa adquirida con un préstamo del Hipotecario en el barrio Fuchs, donde también vivía el ex juez Gabriel Guzzo (separado por razones de salud de este juicio), después de un paso por el barrio Cano “que debe ser uno de los más humildes de Mendoza”, explicó.
También se refirió a algunos párrafos del libro Nunca Más y después aseguró que juró por los Estatutos de la Revolución Argentina, al igual “que lo hicieron Zaffaroni, Romero Victoria, Bisordi, Strassera y Recondo”, entre otros.
Un centenar de imputaciones
Romano en aquellas indagatorias concretadas entre los meses de agosto y diciembre de 2010, hizo referencia a que desconocía los hechos por lo que estaba sentado en el banquillo de los acusados, argumentando que no tuvo conocimiento -en los años ‘70- sobre las detenciones que se realizaban en el país y en Mendoza.
Sobre este punto a modo de introito Romano dijo que necesitaba hacer una “breve historia” sobre lo que se vivió en el país, de lo que era la Justicia Federal y la Fiscalía. “En 1975 se vivía un clima de terror que no elegimos nosotros, que no elegí yo, que había entrado con mucha vocación por la Justicia”.
Bajo la premisa de que “los jueces no podíamos hacer nada”, Romano señaló que en la Justicia “teníamos las manos atadas” y también relató que en aquel momento “desconocía la existencia de un plan sistemático de exterminio”, por lo que sólo debíamos limitarnos y confiar en lo que informaban las fuerzas.
La capacidad de la sala estuvo colmada y como ocurre desde un principio, la mayoría de las butacas fueron ocupados por familiares de las víctimas y organismos de Derechos Humanos que se mostraron molestos e inclusive se alzaron algunos murmullos cuando se escuchó el relato hecho por Romano, donde negó que los detenidos hayan denunciado violaciones “y ahora, a más de 30 años, parece que pueden recordar detalles y hasta reconocer las voces”.
En su descargo, Romano había asegurado que nunca vio ni conoció a los policía Camargo, Fernández y Smaha (también acusados en este juicio), tras lo cual afirmó que “el D 2 no era un centro clandestino de detención” y al que nunca visitó, aseguró el ex magistrado federal.