Los jóvenes que no estudian ni trabajan -los "ni ni", como se los conoce-, es un fenómeno que se da en varios países, pero nos preocupa fuertemente que se registre con fuerza en la Argentina y, por derivación, en nuestra provincia.
Los datos disponibles indican que 1 de cada 5 muchachos o chicas, con edades comprendidas entre los 18 y los 24 años, no hacen nada o casi nada. Muchos dejan de estudiar manifestando que se cansaron. Otros confiesan una falta de habilidad para obtener una ocupación productiva para ellos. Viven sin saber qué hacer o para qué esforzarse, en muchos casos sostenidos por los padres; en ocasiones, haciendo pequeñas tareas o "changas", pero la mayoría de las veces consumiendo el tiempo sin sentido.
Los datos de esta lamentable realidad arrojan más de 900.000 jóvenes que no estudian ni trabajan. Mendoza se encuentra en el noveno puesto nacional, con 18,2% de jóvenes en esa situación. Lo más grave es que el porcentaje de estos chicos que no estudian, no trabajan ni buscan ocupación aumentó en los últimos años, según refleja un documento de la Ieral. Además, 500 mil integrantes de esta franja etaria están desocupados (19,1%) y otro 1,3 millón sólo logró conseguir un empleo precarizado e informal (6 de cada 10 de los que están ocupados).
Las razones para que ocurra todo esto son varias. Hay hogares que no estimulan al desarrollo del esfuerzo y la superación, y no oponen mayor resistencia cuando alguno de sus integrantes abandona los estudios. Un dato estadístico marca que de 100 alumnos que empiezan el nivel inicial, 93 terminan la primaria, pero apenas 77 llegan a tercer año. Asimismo es cierto que, en el ámbito laboral, éste es uno de los grupos etarios más vulnerable y frágil, ya que es al que le cuesta bastante conseguir empleo por su escasa experiencia laboral, calificación y nivel de instrucción.
Un costado dramático de este cuadro es el de muchos adolescentes que, como viven un mal momento y no tienen ganas de ir a la escuela y no consiguen aplicarse en algo que les dé un sustento, tienen una propensión a volcarse a las drogas o al alcoholismo. No faltan, inclusive, los que ingresan a la delincuencia.
En el caso de las mujeres, los principales factores que conducen a la condición de "ni ni" son el embarazo adolescente y el matrimonio antes de los 18 años. En tanto, para los hombres el integrar esta categoría suele estar asociado a la deserción escolar temprana para buscar un empleo y el desempleo posterior, debido a que suelen carecer -por haber dejado su instrucción- de las habilidades necesarias para conseguir un trabajo formal.
Los especialistas recomiendan que para abordar esta problemática y bajar el número de chicos que se sienten extraviados y sin objetivos, las autoridades deben insistir en programas de capacitación en oficios, además del desarrollo de las habilidades blandas, vinculadas a aptitudes y valores. Esto requiere de ayuda monetaria para que puedan continuar sus estudios. Igualmente sirven los programas de primer empleo (en los que el Estado brinda un subsidio total o parcial a las empresas durante un tiempo) y de aprendices.
En cualquier caso de la realidad abordada, los índices hablan de una crisis de cohesión social y de la necesidad de profundizar en la intervención de un Estado benefactor que actúe en sintonía con las familias y ONGs sociales para contener y encauzar un caudal de jóvenes que ahora está atravesando difíciles momentos.