Los estúpidos de siempre casi arruinan la fiesta del Clásico de Cuyo. Mientras que en el Nuevo Gasómetro, San Lorenzo y Banfield ya llevaban más de 5 minutos de juego, en San Juan, San Martín y el Tomba no podían comenzar su partido por culpa de ese puñado de imbéciles que aparece en todas nuestras canchas, aun con distintas camisetas.
Sucede que antes de comenzar el partido, cuando los equipos ya estaban en el campo de juego, varias bombas de estruendo, petardos, rollitos de papel y otros proyectiles cayeron cerca de la humanidad de Rodrigo Rey, lo que motivó que en tres oportunidades el arquero saliera de su hábitat y fuera en busca de Vigliano.
Como suele ocurrir, varios futbolistas del local intentaron convencer al arquero del Expreso, pero el más coherente fue el capitán de San Martín, Luis Ardente, quien tuvo que recorrer todo el largo del campo para rogarles a los hinchas del Santo que no tiraran más pirotecnia.
Después de varias idas y vueltas, por suerte, el partido pudo comenzar y el primer tiempo se extendió más de la cuenta. Si Vigliano hubiese sido más riguroso, el juego corrió serio riesgo de ser suspendido.