En cada serie de la Davis, los focos suelen concentrarse en los jugadores -Mayer, Delbonis, Berlocq y Schwartzman, en este año-, y en el capitán Daniel Orsanic. Pero, detrás de quienes entran a la cancha, hay otro equipo: colaboradores y asistentes; importantes cada uno en su respectiva función, y algunos, con una larga trayectoria dentro del equipo nacional, más allá de los cambios en la capitanía. A su modo, cada uno se ganó su lugar en la formación argentina.
El que tiene más tiempo dentro de los equipos coperos es Javier Maquirriaín, especialista en medicina del deporte. Vinculado a las raquetas desde niño, llegó a jugar un tiempo como profesional, pero se destacó más como jugador de paddle -formaba una gran pareja con Roby Gattiker-; se retiró en 1994 para dedicarse a la medicina. Convocado por Eduardo Bengoechea en su efímera capitanía -una serie, en 1996-, Maqui debutó como integrante del cuerpo técnico ante Bahamas, en Mar del Plata. Como decano del equipo, cuenta: “A pesar de que pasaron muchos años, mantengo el orgullo de la primera vez, de acompañar al equipo”. Es, además, jefe de Traumatología de todos los deportes que se desarrollan dentro del Cenard.
Otro de los históricos es el profe Alberto Osete. Comenzó su camino en la Davis en 1998, junto con Franco Davin, en la época en que la Argentina jugaba en la Zona Americana, pero sus comienzos en el tenis fueron en el club Comercio, en 1983, y siguió en Ferro. Quien marcó su carrera fue Gabriela Sabatini, a la que acompañó cuatro años, incluido el momento en el que la mejor tenista argentina de la historia conquistó el US Open (1990). “Fue muy fuerte estar con ella por todo lo que transmitía. Es un ser humano excepcional”, dijo.
Entre los más queridos está Walter Alfonso, el masajista. Nacido en Avellaneda, comenzó a trabajar con Gustavo Liotta en Boca; por casualidad conoció a Marcelo Tinelli, que lo llevó a Bolívar para acompañar a Daniel Castellani con el equipo de vóleibol, y a la Copa Davis se sumó por pedido de Tito Vázquez, cuando empezó su segundo ciclo, en 2009. Su habilidad le permitió trabajar con Maradona, Del Potro y Nalbandian. Pero, más allá de su oficio, Alfonso es también un confidente: “Miro lo humano, y estoy atento siempre a eso, que es lo más importante. Para mí, cada día y cada momento es especial. Es lo mismo dormir sobre un piso de tierra, como cuando era chico, que en un palacio”.
El departamento médico se completa con el kinesiólogo Christiaan Swier. Es holandés y vive en Amsterdam, a 200 kilómetros de Bruselas. Reconocido por su trabajo dentro del tour ATP, fue convocado por Vázquez durante su segunda capitanía, y por pedido de los jugadores. “De la Argentina veo que es un equipo apasionado por el tenis y la Davis. Mi recuerdo fue la final de Sevilla; los argentinos eran muchos menos que los 20 mil españoles, pero sus cánticos eran más fuertes”, recordó.
Luis Pianelli es el hombre de las cuerdas. Jugaba en Arroyo Seco y empezó a encordar sus raquetas a los 13 años. Su debut como encordador profesional fue a lo grande: en Roland Garros 1999. En la Davis fue incorporado por Luli Mancini, hace diez años, para la semis con Eslovaquia, y es el único en este cuerpo técnico que vivió tres finales: 2006, 2008 y 2011.
Este año también se incorporó Sebastián Gutiérrez, como asistente del capitán Daniel Orsanic, con el que trabaja en el departamento de Desarrollo; es hermano de Diego Gutiérrez, secretario legal de la Asociación Argentina de Tenis, además del subcapitán Mariano Hood, que como doblista ganó 13 títulos de ATP.
Bautista Segonds cierra el plantel de colaboradores: como rugbier, jugó 17 años en la primera de Pueyrredón, y luego creó la fundación Rugby sin fronteras; uno de sus grandes referentes es Nelson Mandela. El vínculo con el tenis comenzó cuando conoció a Armando Cervone, presidente de la AAT, y en esta temporada surgió la iniciativa de sumarse como coach holístico, con la misión de conectar a cada persona con lo mayor de su potencial, además de crear el programa ‘Valores’ para trabajar en equipo.