Los hinchas argentinos, unidos por el mundial

Los hinchas argentinos, unidos por el mundial
Los hinchas argentinos, unidos por el mundial

“Lo que pasa es que vos no entendés nada, papá. No sabé 'loquélapasión’. Seguro que nunca jugaste al fulbo, vó".

No falla: la frase se repite, como guionada, con el tono sobreactuado, como marcado por un director de teatro, cuando a uno se le ocurre proponer que debería ser posible en el fútbol argentino la rivalidad civilizada, sin por eso perder su esencia.

Pero no. Vos no entendés nada, papá. Vos no sabés lo que es la pasión. Seguro que nunca jugaste al fútbol.

¿Y saben qué? Sí se entiende, sí se sabe, sí se juega. Y, sí, es posible. La inmensa mayoría de los miles de hinchas argentinos que por estas horas invaden Río de Janeiro entienden, saben y juegan.

Son hinchas de la Selección, es cierto, pero también de sus clubes. Al punto que se pasean por la inconfundible vereda blanquinegra de la rambla de Copacabana con sus colores de origen sobre la piel.

Alcanza una caminata de un par de kilómetros para hacer un rápido estudio de mercado: cada veinte metros, un argentino. Y el estudio no se queda con ese dato métrico: también llama la atención, por inusual, que en un mismo grupo vayan vestidos con camisetas de Boca y de River, de Atlético Tucumán y de San Martín, ¡de Central y de Newell's! Juntos. Jun-tos.

¿Qué no saben lo que es la pasión? Muchos de ellos estuvieron ahorrando peso por peso desde hace cuatro años para vivir esto. Otros llegaron en destartalados ómnibus viajando durante semanas. Varios acampan porque ni hotel tienen.

No llegaron aquí invitados por empresas ni, mucho menos, con pasajes pagados por dirigentes corruptos. No son los hinchas mundialistas de la Selección, que tanto pueden venir al cercano Brasil como irían al exótico Qatar. No. Son hinchas genuinos. La contracara del barra brava pago, violento, protegido, delincuente.

Son los mismos hinchas genuinos, es cierto, que en el marco del fútbol local suelen dejarse infectar por la intolerancia y en el marco de un Mundial parecen vacunados. Ojalá les dure, acá y allá.

Dejar de sobreactuar la rivalidad no es una solución, pero sería un paliativo.

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