El 4 de febrero de 1905 se produjo en Mendoza -y en varias provincias de nuestro país- un alzamiento contra el presidente Manuel de la Quintana. Fue organizado por la Unión Cívica Radical, apoyado por un sector del ejército argentino y dirigido por Hipólito Yrigoyen, quien buscaba destituir al gobierno nacional tras el fraude electoral. El objetivo principal era el voto libre y universal.
En Mendoza, su líder fue el doctor José Néstor Lencinas quien, luego de varias horas de lucha, resultó el vencedor de esa jornada.
Pero, al margen de aquellos sangrientos episodios, un grupo de hombres y mujeres, cobijados bajo la bandera de la Cruz Roja, arriesgaron sus vidas para socorrer, entre balas y explosiones, a cientos de heridos, sin distinción de bandos. Muchos de estos altruistas no eran médicos sino conocidos abogados, contadores, docentes y comerciantes de aquella época.
Madrugada sangrienta
En la noche del 3 de febrero, los revolucionarios, al mando de Lencinas, se prepararon para planificar el ataque en diferentes puntos estratégicos de la ciudad: el cuartel de Policía, la Casa de Gobierno y el cuartel militar de infantería que se encontraba frente a la plaza San Martín.
Mientras la mayoría de los habitantes dormía, a las 3 de la mañana, los revolucionarios iniciaron las acciones en las desoladas calles principales. Algunos grupos de artillería e infantería se sublevaron a favor de los revolucionarios que, dirigidos por sus oficiales, se apoderaron de la policía y del arsenal de guerra existente en esta ciudad.
Al amanecer, civiles armados con fusiles Máuser y cartucheras recorrían las calles más céntricas. Se distinguían portando boinas de color blanco y, en el ojal del saco, una escarapela con los colores blanco, verde y rosado. Estos ciudadanos invitaban al pueblo a incorporarse a esta revolución, entregándoles armas y municiones. Una vez tomado el Arsenal y el batallón de Artillería, los amotinados atacaron la Casa de Gobierno y apresaron al gobernador.
Después de una sangrienta lucha, que se prolongó por varias horas, cayó en poder de los sediciosos el cuartel del Regimiento 2 de Cazadores, ubicado en las calles 9 de Julio y Necochea, actual sucursal del Banco de la Nación.
La plaza San Martín fue el epicentro de la lucha en toda la ciudad.
Soldados de la Cruz Roja
A las pocas horas, el presidente de la Cruz Roja local, el doctor Pedro N. Lobos Amigorena, convocó a todos los voluntarios de esa institución, quienes se reunieron en avenida San Martín y Lavalle. Inmediatamente se estableció un hospital de sangre en la imprenta del diario “El Comercio” en calle Lavalle. Allí se encontraba la señorita Amalia Fuentes quien atendía a los heridos que llegaban desde la plaza San Martín.
En un sector del predio, en medio de un tiroteo, un grupo de socorristas encabezados por Emilio Zara y José Marzari, auxiliaron a las víctimas que cayeron heridas tras una balacera que venía desde la basílica de San Francisco.
Cuando la lucha entre los revolucionarios y las fuerzas leales cesó, muchos curiosos se congregaron en la plaza. Un adolescente se puso a jugar con una pieza de artillería abandonada por el ejército. El joven accionó el disparador accidentalmente y una bala explotó entre el público e hizo estragos entre los presentes, matando e hiriendo a más de 20 personas. De inmediato, los miembros de la Cruz Roja llegaron para asistirlos; entre los muertos y heridos se encontraban mujeres y niños, los que fueron trasladados al hospital provincial.
Otro de los puntos más álgidos de combate fue la Casa de Gobierno y el cuartel de Policía, ubicados en calle Rivadavia y Patricias Mendocinas. Allí, miembros de esa institución dieron los primeros auxilios a los heridos de ambos bandos que cayeron en las refriegas. Las víctimas fueron trasladadas en carruajes que se improvisaron como ambulancias.
Los revolucionarios habían triunfado en Mendoza pero se enteraron de que en Buenos Aires la revuelta había fracasado.
El 6 de febrero, al enterarse que tropas de Córdoba venían a sofocar la revuelta, el líder revolucionario José Néstor Lencinas entregó el mando y partió rumbo a Chile. El orden se restableció, pero la revolución de esos días dejó un saldo de más de 100 muertos y 200 heridos entre militares y civiles.
Voluntarios con nombres
Aquellos días de lucha revolucionaria, 29 miembros de la Cruz Roja mendocina arriesgaron sus vidas para salvar a cientos de personas voluntariamente.
Entre ellos se encontraban Pedro Lobos Amigorena, José Marzari, Emilio Zara, Alejandro Castillo, Moisés del Campo, José Ruiz Huidobro, el destacado médico Lucio Funes, Tomás Godoy, Julio Palmeiro, Manuel Molina, Miguel de los Ríos, Federico Corbin, Jorge Calle, Dante Rossi, Francisco Borremans, Augusto Candiotti, Emilio Day, Lázaro Gallano, Evaristo Arnut, Héctor Mackern, Vicente Villegas, Pedro Ortiz, Domingo Villar, Enrique Day, Augusto Rafaelli, Martín Laredo, Jovino Alvarado, Amalia Fuentes y Fermín Rodríguez.
Éste es un reconocimiento a aquellos voluntarios por sus heroicos servicios prestados en aquella jornada.