Por Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
La distancia entre Buenos Aires y Santa Cruz sigue siendo la misma, y también es igual la amplificación sonora de los teléfonos. Pero las órdenes que imparte ahora la ex presidenta Cristina Fernández a sus principales espadas políticas son cada vez menos escuchadas por una tropa que antes nunca la desoyó. El mejor ejemplo está en el Congreso, donde la política ha vuelto a reinar limitando las obediencias dogmáticas, y en las provincias gobernadas por su propia fuerza con mandatarios obligados a mirar más hacia adelante que hacia atrás.
La desatención a los llamados telefónicos es sólo un dato de lo que está pasando. El jueves por la mañana, antes de la reunión de todos los gobernadores con el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, hubo un fugaz encuentro en un hotel de la Capital Federal entre el titular del bloque de senadores del FpV-PJ, Miguel Pichetto, y el diputado José Luis Gioja con Máximo Kirchner, su tía Alicia Kirchner, gobernadora de Santa Cruz, y sus colegas Gildo Insfrán, de Formosa, y Sergio Uñac de San Juan. Fue un intento del ultrakirchnerismo de revertir la actitud colaborativa con el Gobierno que aumenta en el peronismo.
La orden de Cristina, ratificada por Máximo, es impedir que el oficialismo logre aprobar las leyes que le permitirán arreglar con los fondos buitre, cosa que parece ya encaminada a convertirse en el primer gran triunfo político del macrismo. La charla fue breve y directa pero nada cambió. Hoy el Gobierno ya tendría asegurada la sanción de las leyes y eso sólo es posible con votos peronistas que dejarán más aislado al kirchnerismo.
El grito ¡Patria o Buitres! que sigue llegando desde el sur, ya no seduce a muchos legisladores que fueron fieles seguidores de Cristina. Sería el declive de una conducción política que se va apagando por ausencia y por falta de argumentos sostenibles.
Otra cara
La sonrisa optimista que muestra el macrismo por su gestión política en estos tres meses, contrasta con la extendida preocupación que se advierte en todos los sectores por la microeconomía, la que afecta en forma directa a individuos y familias. El arreglo con los buitres, idea que domina hoy el debate público, no garantiza por sí mismo y en el corto plazo la reactivación del consumo ni un freno inmediato a la inflación.
La recuperación del poder adquisitivo de los salarios pasará entonces de manera central por las negociaciones paritarias, la prometida ley sobre el impuesto a las Ganancias y una política antiinflacionaria que todavía no termina de perfilarse. En el área económica del Gobierno estiman que la inflación del 4,8 por ciento que anunció la oposición parlamentaria para febrero marcará el techo. Pronostican la mitad y en descenso para el segundo semestre del año.
Aunque así ocurriera, el tránsito hasta julio se anticipa con riesgos de alta conflictividad social. Las tres centrales obreras ya anunciaron movilizaciones destinadas a preparar el clima de las paritarias, mientras que las otras organizaciones sindicales enroladas en la izquierda ya tienen en ejecución un plan de lucha con paros y concentraciones masivas.
Dependerá entonces del manejo político del conflicto que haga el Gobierno y los márgenes que disponga para negociar soluciones concretas a los reclamos. “Para eso se necesita plata y todavía no la tenemos”, confiesan en el Palacio de Hacienda mientras confían en que un mejor acceso al crédito internacional post-default encaminará las expectativas hacia la reactivación del aparato productivo y el aumento del consumo popular.
De entrecasa
Así como el gobierno de Mauricio Macri enfrenta problemas hacia la sociedad, también los tiene hacia adentro. Ya hay ministros que se animan a hacer evaluaciones de estos tres meses de gestión y en forma reservada no dudan en calificar a sus colegas.
En un virtual orden de méritos aparece como el más destacado Frigerio, a quien se considera uno de los mejores cuadros políticos del oficialismo por su capacidad negociadora. También aplauden a la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, que tiene en su provincia el 68 por ciento de imagen positiva y supera a Macri por más de 10 puntos.
Esos reconocimientos contrastan con las sordas quejas que se escuchan contra el jefe de Gabinete, Marcos Peña. “Está adquiriendo demasiado protagonismo”, señala un funcionario de alta jerarquía mientras relata que Peña exagera su rol de filtro entre el Presidente y el resto de sus ministros, lo que produce ruidos en la convivencia dentro del Gobierno.