Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Estoy más preocupado que dentista de Tevez, más intranquilo que mosca viendo doblar la revista. Y creo que hay motivos para que todos estemos así. Los mendocinos tenemos cosas que nos caracterizan, nos identifican, nos ponen un sello: el vino, por ejemplo; las acequias; la Fiesta de la Vendimia; el Aconcagua; la tonada, el cogollo y el gritito cuyano.
"Aro, aro, aro... de la punta de aquel cerro
viene bajando mi suegra
no la paren que es una promesa".
Pues bien, es precisamente la cordillera de la cerveza la que hace posible todo lo primero. Si en la cordillera no existieran depósitos de agua, la vida acá en el valle sería más difícil que transportar un equipo de rugby adentro de un Fiat 600. El origen de la vida en lo bajo hay que buscarlo en lo alto, en los glaciares, en lo que los poetas llamaron “las nieves eternas”. Como lo hizo alguna vez mi amigo, el vate Narciso Musa, cuando escribió:
Las nieves eternas son yelo a lo bestia
Que cubre la testa de la cordillera
Se nos pudrirían todos los productos
Si no poseyéramos esas heladeras.
Pero ahora, al parecer las nieves eternas están por perder su eternidad. Según los expertos los glaciares están anoréxicos, escuálidos, y se retraen continuamente, se achican. A tal punto que algunos glaciares podrían desaparecer en un lapso de treinta a cuarenta años. ¿Esto por qué? Pues por el recalentamiento global del planeta, por el llamado efecto invernadero que está provocando un aumento significativo y global de esta bolita cósmica que gira alrededor del sol.
Si la mano sigue así vamos a tener que llenar el dique Potrerillos con gaseosas porque el agua no va a alcanzar. El Glaciar del Plomo, entre 1909 y 1994, ha disminuido en cinco kilómetros su extensión. ¿Qué podemos hacer para evitar esto? Nada más que rezarle a los santos del agua San Jon y San Bullida. Porque los gases que producen la calentura global son producidos por el primer mundo y el primer mundo no está dispuesto a renunciar a sus grandes emprendimientos para conservar unos míseros glaciares. ¿Para qué quieren agua si ellos toman wisky? ¡Son de piolas los del primer mundo! No solamente nos exprimen, también nos secan. Ahí lo tienen a Trump que retiró a los Estados Unidos de la Usa que nos Usa de la cumbia climática de París, que pretendía hacer algo en torno a un problema del que no se salva nadie.
Hay estudiosos que son muy pesimistas en este aspecto. Un pesimista es una persona que, cuando está frente al mar y ve que la marea se va, dice: “Esa no vuelve más -pues algunos dicen que como siga así la cosa nos vamos a tener que ir de la provincia. Tal vez esto fue lo que les pasó a los mendocinos que en el último tiempo se fueron a Canadá, Estados Unidos, España o Italia, no se fueron por falta de trabajo ni por la crisis, ni por la inseguridad, no. Se fueron porque temían quedarse sin glaciares.
Atenti Mendoza, se trata sencilla y simplemente de la vida, así que al que le sobre algun trozo de hielo o alguna cubetera llena, llévela para arriba, por favor.