El precio del barril de petróleo cayó en dólares un 44% respecto de su máximo alcanzado en junio. En los 35 años pasados desde el segundo shock petrolero de 1979, hubo diez contrashocks de más del 30%.
Esas caídas en los precios del petróleo por lo general han acompañado a recesiones en Estados Unidos y/o el mundo: recesión estadounidense de 1990-1991 (caída del 56% del precio del crudo entre octubre de 1990 y febrero de 1991); recesión estadounidense de 2001 (-53% entre noviembre de 2000 y noviembre 2001); crisis de Asia (-60% entre diciembre de 1996 y diciembre de 1998); gran recesión mundial de 2007- 2009 (-77% entre julio y diciembre de 2008).
Pero no conviene fiarse demasiado de que el precio del crudo sea necesariamente una señal rigurosa de economía mundial declinante, en especial porque este mercado a menudo tiende a “exagerar”: -34% entre agosto de 2006 y enero de 2007, por temores de desaceleración mundial (eso vendría más adelante); -34% entre mayo y octubre de 2011, por temores de recesión mundial (crisis de la Eurozona y de la deuda federal de EEUU); -30% entre febrero y junio de 2012 por la crisis de la Eurozona.
Pero esta vez se trata de un contrashock generado principalmente por un alza de la oferta. Un contrashock de este tipo ocurrió en 1985-1986 (-67% entre noviembre de 1985 y marzo de 1986, tras la suba de la producción saudita) y 1987-1988 (-44% entre julio 1987 y octubre de 1988, tras desacuerdos en la OPEP por la cuota entre Irak y Emiratos Arabes Unidos).
¿Cuáles son los efectos macroeconómicos de este tipo de “contrashocks”? La caída del precio del petróleo implica una transferencia de riqueza a los países importadores netos desde los exportadores netos.
Se trata, en realidad, de un menor gravamen a los países importadores por los exportadores y, por lo tanto, un aumento del ingreso real de los importadores y una caída en los vendedores.
Pero como los países exportadores ahorran más que los importadores, la demanda agregada global se afirma.
El impacto macroeconómico mundial se relaciona con el carácter (exceso de oferta o caída de la demanda), la magnitud, la duración y la persistencia del contrashock, y con la reacción de los mercados de activos de riesgo (renta variable, crédito).
Se puede estimar que la reciente caída del crudo (si los precios se estabilizan) debería tener un efecto positivo en el PBI mundial de poco más de 0,5 punto (teniendo en cuenta sólo el impacto en los consumidores).
En cada país, dependerá de una serie de variables clave (el peso de las importaciones netas de petróleo en el PBI, el porcentaje del consumo de petróleo en el PBI, las variaciones del tipo de cambio).
No sorprende que los principales beneficiarios del menor precio del barril se hallen entre los países “grandes”: India (donde las importaciones netas de petróleo representan el 6,1% del PBI), Sudáfrica (3,1%), la Eurozona (2,7%), Japón (2,4%), EEUU (2,1%).
Tampoco, que las principales víctimas sean Brasil (0,4%), Canadá (2,3%), México (4,6%) y Rusia (9,4%).
En cuanto a las grandes economías occidentales, el efecto es en gran medida positivo. Pero hay que contar también con un probable aumento de las tasas reales (tasas nominales ajustadas por expectativas de inflación), al menos en Estados Unidos.
Además, no es ilógico un aumento así a nivel mundial, ya que la capacidad de ahorro de los países exportadores de petróleo se reduce.
Hay que tener en cuenta también el impacto de una reducción de importaciones de los países exportadores netos de petróleo, y un menor esfuerzo de inversión en la actividad petrolera de EEUU.
El punto de equilibrio para la mayoría de los proyectos de extracción de petróleo de esquisto se estima entre 50 y 70 dólares por barril: el margen, obviamente, se ha reducido mucho.