Los argentinos somos necrofílicos: celebramos la muerte de nuestros hombres insignes. La muerte de Belgrano, la muerte de San Martín, la muerte de Sarmiento. Deberíamos festejar el nacimiento de estos próceres, que fue cuando los recibió la vida para que pudieran cumplir con su misión. Sin embargo nos quedamos con los fallecimientos.
Cada uno de estos acontecimientos citados tiene su feriado (salvo Sarmiento), y varios son trasladables a otros días, generalmente lunes, para construir fines de semana largos que promuevan el turismo interior.
Es mucha la cantidad de plata que se junta por esta invasión turística que se amontona en algunos lugares notables del país, pero es muchísima más la plata que se pierde por no trabajar. No se compensa el asunto.
Tenemos como feriados el 1 de enero; el 4 y el 5 de marzo cuando nos alcanza el carnaval; el 24 de marzo: día nacional de la memoria por la verdad y la justicia; 2 de abril, día de los veteranos y los caídos en la Guerra de las Malvinas; 19 de abril, viernes santo; 1 de mayo: día del trabajador; 25 de mayo: día de la Revolución de Mayo; 17 de junio: día del paso a la inmortalidad del General Martín de Güemes; 20 de junio: día de la bandera (paso a la inmortalidad del General Belgrano); 9 de julio: día de la Independencia; 17 de agosto: paso a la inmortalidad del general San Martín; 12 de octubre: día del respeto a la diversidad cultural; 18 de noviembre día de la soberanía nacional; 8 de diciembre: día de la Inmaculada Concepción de María y 25 de diciembre: Navidad.
En total, 16 días feriados dentro del calendario, por lo menos de 2019. Muchos de esos días deberían ser días de fiesta (por ejemplo el 25 de Mayo y el 9 de Julio), sin embargo, salvo algunas obligadas celebraciones oficiales y los recordatorios que se producen en las escuelas, no hay fiesta entre nosotros. Me fijo en cómo celebran los chilenos, sin ir más lejos. Para ellos, el 18 de septiembre, día de su Independencia, es una verdadera fiesta y se manifiestan de tal forma con alegría, chupi y morfi a destajo, y numerosas manifestaciones de la cultura de su país. Aquí, muy poco o nada, parece que nos alcanzara una languidez de feriado.
Antes se realizaban desfiles en feriados patrióticos y eso sí contenía toda una celebración. Ahora son muy pocos, porque no tenemos ganas o porque no tenemos soldados.
Yo no sé cómo será en otros países, cuántos feriados tendrán y si los celebrarán con todas las ganas, pero pongo un solo ejemplo: el día de Acción de Gracias en los Estados Unidos, es una fiesta que atañe a todas sus familias, pavo incluido, y nadie se escapa de la celebración.
Ahora entramos en el feriado largo de Semana Santa. Es un período de recogimiento, de veneración, de recuerdo santo, pero ni aún los católicos tienen esta vocación (salvo algunos), la mayoría piensa cómo pasar mejor estos días en rojo que marca el calendario.
Se pone los ojos en el turismo interno, y uno piensa: “¿serán católicos que piensan llevar a su fe a que conozca otros lugares?” Porque, a pesar del valor del dólar, hubo colas considerables para pasar a Chile, por ejemplo. Es increíble que en la Argentina de hoy todavía haya gente con posibilidades de viajar al exterior, pero parece que las hay.
Los feriados: existen para incentivar la memoria, el recuerdo y muchas veces el homenaje a aquellos que nos hicieron lo que somos. Pero parece que para la gran mayoría de los argentinos son días de dolce far niente, o de hacerlo todo, pero lejos.