Pos victoria con Guaraní en el Legrotaglie, Gimnasia llegaba a 33 puntos y se hablaba, por primera vez, en 49 como la cantidad de unidades necesarias para asegurar la permanencia.
Esa era la especulación que se manejaba puertas adentro. Por aquel entonces aparecía como una meta que estaba al alcance de la mano ya que con poco más del 30% de efectividad se podía lograr (16 puntos sobre 45 en juego). Por eso el optimismos sobrevolaba en los pasillos.
Luego vino algo similar a una hecatombe. El duro revés que le propinó a la fecha siguiente la Lepra en el Gargantini, la salida de Arias, el interinato de Kola, el ‘No’ a último momento de Walter Perazzo y una sucesión de hechos negativos que alteraron la paz y el optimismo que había en el mundo Mensana y que repercutieron claramente dentro del campo de juego: casi en un abrir y cerrar de ojos habían transcurrido cincho fechas y Gimnasia sólo avanzó un casillero.
Se había estancado en 34. Y ahora la situación ya cambió casi radicalmente a aquella. Lo que era un 30% de efectividad pasó a ser ahora un 50% lo que ya deja de ser tan cómodo. Es más, suena a muy complicado.
Esa efectividad la tiene hoy Ferro, por ejemplo, que está metido en el Reducido por el segundo ascenso. ¿Qué puede hacer suponer que un equipo como Gimnasia, que se quedó durante toda la competencia con el 35% de los puntos que disputó, pase a quedarse de la noche a la mañana, en este tramo final, con el 50%? Ya el optimismo no es tanto.
Esos 49 puntos hablan de una media de 1,166 que se toma como piso para ilusionarse con la permanencia. El 1,156 que tiene hoy Chacarita, por ejemplo, lo hace colocarse en la posición 16 (escalón al que aspiran arribar en el Parque). Dirán que esto es fútbol y que todo puede pasar, y tendrán razón. Los números son fríos y crueles. También dicen que la esperanza es lo último que se pierde.
