Con los mejores jugadores europeos yéndose cada vez antes a probar la aventura de la NBA, el básquet del Viejo Continente busca fórmulas para no acabar devorado por el campeonato estadounidense y en este 2016 la Euroliga cambió el formato del principal torneo continental para seguir siendo atractivo para los seguidores.
El básquetbol europeo ya está acostumbrado desde hace varias décadas a perder a sus mejores jugadores, aquellos que probaban la aventura americana una vez hecha una carrera europea y con currículos llenos de títulos.
Sin embargo, cada vez es más habitual ver a jóvenes que cruzan el Atlántico para jugar en la NBA cuando aún son casi desconocidos en Europa.
Así, no es de extrañar que la liga profesional norteamericana haya comenzado el curso 2016-2017 con récord de jugadores extranjeros inscritos, con 113 de 41 países distintos, superándose por tercera año consecutivo el centenar de baloncestistas internacionales.
De ellos, más de la mitad son europeos (61), con España y Francia contribuyendo con 10 cada uno, aunque el país con más representación es Canadá (11). Utah es el equipo con más extranjeros (7 en una plantilla de 15), mientras que Denver, Oklahoma, Orlando, Philadelphia, San Antonio y Toronto cuentan con 6 internacionales cada uno y Lakers, Minnesota y Nueva York con 5.
Esa tendencia se ve también año a año en el ‘draft’, esa especie de sorteo mediante el cual las franquicias estadounidenses se ‘reparten’ los derechos de los más jóvenes.
En el último de ellos, 14 extranjeros entraron en la primera ronda y por segundo año consecutivo, un jugador nacido fuera del territorio estadounidense fue el número 1 (el australiano Simmons sucedió al dominicano Karl-Antony Towns).
En Europa, jugadores como el español Juan Hernangómez, el croata Dragan Bender, el francés Timothe Luwawu o el griego Georgios Papagiannis han dado ya el paso de jugar en la NBA cuando aún no se han hecho un nombre en el básquet europeo.
Los Sabonis, dos mundos
El caso más ilustrativo es el del lituano Domantas Sabonis, que debutó con el Málaga en 2012 con apenas 16 años y que dos temporadas después declinó una oferta del equipo español para jugar un año en una universidad estadounidense y dar el salto a la NBA, jugando esta temporada en Oklahoma, con 20 años y sin experiencia internacional.
Su padre, el legendario Arvydas Sabonis, se marchó a la NBA con 31 años (1995), cuando ya tenía dos medallas olímpicas, había sido campeón del mundo, tenía dos ligas ACB con el Real Madrid y también había levantado una Euroliga.
No solo los jugadores europeos se fogueaban en los distintos campeonatos del Viejo Continente antes de dar el salto. Las estrellas de la selección de Argentina que ganó el oro olímpico (Ginóbili, Scola, Nocioni o Delfino) se ‘formaron’ en Europa antes de hacer carrera en la NBA.
El éxodo de jugadores a Estados Unidos debilita deportivamente a los clubes europeos y esta temporada, por ejemplo, hay más españoles en la NBA que jugando la Euroliga. Ni los grandes pueden retener a sus estrellas ante el atractivo de jugar en el mejor campeonato del mundo y ante los sueldos faraónicos que ofrecen las franquicias estadounidenses.
Sueldos dignos de Messi o Ronaldo
Dos datos: la suma de los sueldos de los 10 jugadores españoles que compiten este año en la NBA es superior al presupuesto de la ACB, considerada la mejor liga (exceptuando la estadounidense); el pivote francés Rudy Gobert ha renovado recientemente con Utah un contrato por cuatro años a razón de 25,5 millones de dólares por curso.
Ese salario, para un jugador que ni siquiera es uno de los referentes en Francia, solo está al alcance de una superestrella futbolística como Lionel Messi o Cristiano Ronaldo... y es 10 veces superior a lo que ganan los mejores jugadores en Europa.
Todo ello significa que también cada vez son menos los jugadores que se identifican con los clubes europeos, lo que lleva a una pérdida de interés de los aficionados.
Para tratar de plantar cara a la NBA, la Euroliga ha puesto en marcha este año un nuevo formato en la máxima competición continental, con los 16 mejores equipos del continente jugando todos contra todos y con la promesa de más premios económicos para los clubes participantes.
Los 30 millones que se repartirán entre los 16 clubes, no obstante, parecen irrisorios ante las cantidades que maneja la NBA, por lo que de no cambiar mucho las cosas, el básquet europeo parece tener perdida la batalla de antemano.
Más si la última gran estrella que queda en Europa, el armador serbio Milos Teodosic consuma su anunciada marcha a la NBA en cuanto acabe su contrato con el CSKA de Moscú al finalizar esta temporada.