Un eslogan es una frase que concluye una idea. Son muy utilizadas en las gestiones publicitarias y podríamos decir que cada producto publicitado tiene un eslogan.
Por supuesto que son muy utilizados en la campaña proselitista en la que estamos inmersos sin quererlo. Un aviso en la televisión o un cartel callejero de cualquiera de los candidatos seguramente termina con un eslongan.
Los eslogans son prometedores y tienden a convencer con una sola frase: “El futuro es nuestro”, “Vamos a estar mejor”, “Lo bueno viene ahora”, prometen en letras bien notables estas frases que tratan de resaltar a la foto de los candidatos que seguramente aparecen arriba. La provincia se está empapelando con este tipo de acciones.
Podrían jugar un poco más con la imaginación los fabricantes de eslogans, jugarlos un poco más para que tengamos algo más sustancioso para reírnos.
Por ejemplo: “Vamos a hacer casas hasta adentro de las casas”, “Caminante no hay caminos, nosotros te los hacimos”, “Lavemos el dólar que tenemos que plancharlo”, “Vamos a comer hasta tener diarrea”.
Porque los eslogans incluyen una propuesta y esa propuesta a veces queda lejana a las realidades que se puedan alcanzar y entonces, son como mentiritas con letras, sentencias que a veces no tienen nada que ver con lo que realmente está por ocurrir.
Claro que no pueden ser del todo reales. Se manifiestan siempre para el lado de la esperanza y no sería bueno inventar un refrán que dijera “La esperanza es lo último que se perdió”.
No pueden incursionar en realidades porque les sería nefasto a aquellos que desean apoyar. Porque el país está atravesando una crisis tremenda (si es que realmente la estamos atravesando, cosa que dudo) y referirse a ella con un eslogan no suma votos, que es en definitiva lo que se busca.
No creo que los votos se consigan con un eslogan. Sería muy fácil que una frase ganase una elección; pero ayuda, por eso se utilizan frecuentemente y sin discreción.
Porque hablar de la realidad del país en un eslogan sería algo verdaderamente perjudicial para aquellos que pretenden beneficiarse con la acción publicitaria.
Decir por ejemplo: “Vamos a sacar rajando al Fondo Monetario”. No se podría decir porque sabemos, efectivamente, que eso no va a ocurrir. “Vamos a lograr pobreza cero”, tampoco sería conveniente aunque el actual presidente lo haya dicho durante un pasaje de su gestión.
“Los servicios públicos serán gratuitos”, esta es una entelequia imposible de lograr, por lo tanto no puede publicitarse. “Derrotaremos la inflación en dos meses”, esto es inflar las expectativas de una manera imposible de cumplir.
Sería buen inventar spots no prometedores sino comprometedores, que estén hablando de otro panorama del que ahora estamos sufriendo. “Vamos a tratar de juntarnos con todos para salir de este mal momento”, es un poco largo pero está expresando algo distinto. “Vamos a escuchar a nuestros rivales”, sería bueno. “Procuraremos unir a todos”, buena intención. “Lo que más importa es Argentina”, conclusivo pero realmente enaltecedor.
Se están sucediendo los eslogans. En todas las paredes de la ciudad hay carteles que los muestran. Deberíamos anotarlos para que, cuando pasen los meses, comparemos la realidad que estamos viviendo a la realidad que fue prometida. Seguramente encontraremos grandes diferencias.
Los eslogans, frasecitas que tienden a convencernos, sin darse cuenta tal vez, que lo único que puede convencernos son los hechos concretos