El verdadero error no es equivocarse sino no admitirlo ni corregirlo
Confucio
Estas reflexiones van más allá de Macri y sus errores: hablan de nosotros como sociedad.
Veamos el problema: Macri se ha vuelto a equivocar pero lo peor es que lo ha vuelto a admitir públicamente y está buscando corregirlo: esto parece que nos resulta inadmisible.
Ahora bien, ¿por qué se dice que no se tiene que equivocar? y esto, en los últimos días, se ha visto y leído hasta el cansancio en todas las variantes ideológicas y periodísticas: porque la gente se cansó de tantos errores y no lo va a votar o el país se va a destruir.
Parece que hay un convencimiento respecto de que la gente cree que los políticos son infalibles y por lo tanto no se tienen que equivocar nunca.
Por otro lado, existe en nuestra cultura política la necesidad de decir lo políticamente correcto lo que, en resumen, es simular y mentir a la gente, engañarla o decir lo que la gente quiere escuchar, porque así “te vota”, aunque el político que lo dice sepa que es mentira y que no es lo que la gente necesita.
Es así de simple, ya que el fin que se persigue no es la verdad o el bien común sino perpetuarse en el cargo, al ser hoy, la política, el más seguro modo de ascenso social y de garantizarse un verdadero estilo de vida en vez de ser una interrupción respecto de lo que la persona hace en su actividad laboral.
Nos hemos acostumbrado tanto a la mentira que la verdad duele y mucho, sobre todo al político que ha terminado creyéndose la falsa imagen de infalible que nos ha vendido a lo largo del tiempo.
Ahora, un poco de la nefasta lógica de nuestra cultura política:
• Ceos vs políticos. Desde la política, especialmente desde el radicalismo, se busca instalar o reforzar la idea de que deben ser políticos los que administren el Estado y no gerentes, en tanto la lógica del Estado es totalmente diferente a la de la actividad privada y así no se cometerían errores.
El ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad, que es un radical “con una larga experiencia en política”, es el responsable principal del “error” del caso Correo Argentino y fue el que tuvo que ir a dar las explicaciones correspondientes en la Cámara de Diputados.
Asimismo, desde la oposición, es decir el peronismo, se ha puesto en duda la capacidad del Gobierno para gobernar el país dados los errores cometidos.
• Veamos la lógica del peronismo porque pareciera que no se equivocó nunca y sus aciertos han sido de tal magnitud que nos han convertido en una verdadera potencia mundial.
El peronismo nos ha gobernado por 26 años de los 33 años de democracia, es decir el 80% de ese tiempo, razón por la cual veamos sus aciertos que obligan al presidente Macri a no cometer errores nunca más, so pena de que pierda las elecciones o incluso sea echado por medio de un justiciero juicio político, tal como fue pedido en un reciente documento firmado, entre otros, por José Luis Gioja, presidente actual del PJ y ex gobernador de San Juan, junto a diputados del Frente para la Victoria.
La última administración peronista, léase kirchnerismo, nos dejó un país con el 30% de pobreza, sumido en una crisis educativa, de seguridad y energética fenomenales, dentro de una economía en recesión de tres años, con las variables macroeconómicas maniatadas (índices de inflación, cepo al dólar, fondos buitre) con un rojo fiscal de 400 mil millones de pesos; un nivel de corrupción y narcotráfico nunca antes vistos, junto a un accionar político autoritario basado en la mentira y la simulación, falto de respeto por las leyes y la división de poderes, que superó toda imaginación.
La crisis estructural de 2001, la más grande de los últimos cincuenta años, producto del peronismo liberal de los noventa con la posterior megadevaluación más grande de la historia.
La administración Menem, que trajo la destrucción sistemática del aparato productivo nacional, el remate vil de los bienes del Estado y una megadeuda externa.
La desestabilización (la famosa ingobernabilidad argentina) de los gobiernos no peronistas (14 paros a Raúl Alfonsín) como modo de hacer política mediante la bien aprendida “vocación de poder” del peronismo, que está más allá de las ideologías, alianzas y programas electorales.
Su estructural incapacidad para reconocer el error, ya que la autocrítica es una forma de traición, dentro del peronismo, que los tiene hoy sumidos en una lucha, donde todos están enfrentados tratando de buscar los chivos expiatorios, que sean los responsables de haber perdido el control del gobierno, pero fundamentalmente del Estado, que les pertenece por definición natural.
Ahora son los fiscales y auditores de la patria que vigilan la transparencia gubernamental, la marcha de nuestra sociedad y su economía.
No obstante, detrás de todo esto siempre estuvo la gente que votó dos períodos de Menem y los tres gobiernos kirchneristas, uno de ellos con el 54% de los votos, por lo que se impone un breve comentario sobre nosotros, los errores y los cambios.
En noviembre de 2016 se votó un candidato que proponía cambios y ganó con el 52% de los votos, pero queremos, eso sí, ciertas condiciones para ese cambio: que mantenga los subsidios y el gasto público, pero que destruya la inflación y baje los impuestos que, al mismo tiempo, resuelva los problemas del narcotráfico, la policía corrupta y la Justicia, junto al empleo en negro, la reforma tributaria y el desempleo, el problema energético y la crisis educativa pero que no se equivoque, que no improvise, que sea rápido y contundente. Al mismo tiempo logre que vengan más inversiones extranjeras, mientras nosotros no invertimos, esperando ver el resultado de las elecciones de octubre y quién nos gobernará en 2019.