Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes
Transcurrieron los primeros seis meses del año y el gobierno se encuentra ingresado en el segundo semestre lleno de complicaciones y por más promesas que hace y deshace lo único que puede esperar que las buenas noticias del exterior lo ayuden a que la economía se reactive.
Después de liberar el mercado cambiario y las exportaciones, la gran patriada fue el aumento de tarifas, que fue resistido por las dimensiones que tuvo, sobre todo en el área de Buenos Aires. Pero resulta que los jueces están paralizando los mismos en todo el país con el argumento de que faltó audiencia pública y no queda claro si hubo aumento de tarifas o solo retiro de subsidios.
Lo cierto es que Macri, que se jugó bajando impuestos y sacrificando ingresos, ahora ve que no podrá contar con la única fuente de crecimiento genuino de sus recursos al estar paralizados los aumentos. Y lo grave es que no es una medida que favorezca a los pobres sino, fundamentalmente, a la clase alta y media-alta que son los que más consumen y afrontan las facturas más caras. Los pobres deberán seguir sufriendo desempleo y elevada inflación para que los que más tienen sigan gastando sin límites. Son las cosas de la justicia argentina.
Problemas no resueltos
El gobierno tomó el poder con un grave problema fiscal, un elevado déficit y una situación de recesión con inflación. Había que hacer ajustes severos que nadie quiso arriesgar anunciar en la campaña y ahora algunos opositores aprovecharán para sacar ventajas haciendo pedidos absurdos, como estila Sergio Massa.
La única forma de parar el problema del déficit es paralizar la obra pública, que es la única parte flexible del presupuesto. Si no se autorizan aumentos, es volver al reinado de Kicillof (que parece ser el objetivo de los jueces), ya que no puede retirar los beneficios que ya concedió (como el pago de los juicios a los jubilados) pero no tendrá recursos y deberá entrar en el circuito enfermo de más deuda y más emisión monetaria.
Si las soluciones estuvieran en buscar culpables, habría que encontrarlos en una cantidad de funcionarios con notoria impericia y bastante de soberbia que hoy integran el gabinete nacional. Pero perder tiempo en eso no soluciona el problema y habrá que buscar caminos alternativos.
Indudablemente, el gobierno deberá empezar por suspender los aumentos, llamar a audiencia pública y establecer un cronograma regional de retiro de subsidios y aumentos de tarifas que sea muy claro. Es que nadie tuvo en cuenta que los sectores más humildes estaban alcanzados por una tarifa social, por esa razón es que los beneficiarios son los de alto poder adquisitivo.
Incluso, teniendo en cuenta a los sectores que recibían esta tarifa, el promedio de los subsidios que aún subsistían era el 80% de los vigentes en el gobierno anterior. Esto indica que hay un largo camino por recorrer y sería mucho más razonable hacerlo previsible.
Por lo demás, el gobierno deberá hacer una reingeniería de gastos y acordar con las provincias que hagan lo mismo, por es en estas donde no se ha hecho el volumen de ajuste que era necesario. Y habrá que buscar formas de financiamiento de las obras públicas utilizando toda la imaginación posible.
El panorama futuro
Es posible que se pueda ver una reactivación de la economía en el cuarto trimestre del año, que continuará el año próximo, dependiendo de la forma en que se maneje el tema tarifario. No es posible hacerlo nuevamente “a lo bestia”.
Es previsible que los aumentos salariales concedidos en paritarias comiencen a sentirse en el consumo desde agosto próximo. De la misma forma, el proceso inflacionario comenzará a bajar gradualmente y afectará menos la competitividad.
Las expectativas relevadas por el Banco Central entre diversos economistas, centros de estudios y fundaciones diversas arrojan una expectativa de dólar para fin de año entre 6 y 17 pesos, pero sin saltos groseros sino acompañando suavemente la inflación. Esto puede permitir agilizar las exportaciones y que las mismas sean la fuente generadora de trabajo e inversiones.
Si el factor climático se comporta normal, como se espera, puede ser positivo para las producciones regionales y ayudar a reactivar a estos sectores mejorando las exportaciones recuperando niveles de empleo.
Pero hay que tener en cuenta los factores internacionales y entre ellos las consecuencias de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, que está dejando secuelas. La primera es una fuerte salida de capitales de los bancos ingleses que amenaza la situación de muchos sistemas de financiamiento que funcionan desde esa plaza. Ya se generan problemas en Italia, que se verá obligada a un fuerte ajuste por haberse quedado con menos financistas de sus deudas y déficit.
Pero estos movimientos financieros tienen su correlato en el mercado cambiario, donde hay una fuga hacia el oro y los bonos de EEUU y Alemania, generando una devaluación de la libra y del euro y flujos hacia países emergentes. Hoy se están revaluando las monedas de la región a mayor velocidad que el peso argentino y esto permite recuperar competitividad en la región.
En pocas palabras, mientras estamos intentando que se recupere nuestra economía enfrentaremos escenarios turbulentos, donde el mercado europeo estará muy complicado pero otros mercados pueden estar más receptivos. Esta turbulencia puede también ser un factor que demore la reactivación.
Por otra parte, se espera la puesta en marcha del blanqueo y moratoria que debería comenzar a operar en setiembre próximo, así como la sanción de la ley con beneficios para las pyme. Este programa podría generar un fuerte ingreso de dólares y la aparición de capitales, mientras la baja de la inflación deberá influir en la baja de las tasa de interés para mejorar el nivel de actividad.
Con todo, no esperable que la mejora de fin de año compense la pérdida de la primera parte, pero dejará un panorama un poco mejor para el año próximo. No obstante, los duendes prometidos no llegarán y habrá que seguir transitando un camino complejo.
Esperemos que esto sirva de lección para quienes toman decisiones, ya que no se puede volver a caer en el error de una mala apreciación acerca de las reacciones de los ciudadanos y los mercados ante las decisiones del gobierno.