Por Fabián Galdi, Editor Más Deportes Digital - fgaldi@losandes.com.ar
César Menotti y Carlos Bilardo se convirtieron en sendas bisagras del fútbol argentino a partir de dos hechos taxativos: por un lado, haber sido los entrenadores de las dos selecciones nacionales que se consagraron campeonas del mundo en 1978 y en 1986, respectivamente; por el otro, haberse constituído en las dos máximas referencias de un modelo antagónico con respecto a la cosmovisión sobre el modo de interpretar y ejecutar el juego, con mensajes asociados a la manera de conseguir los resultados más positivos tanto dentro como fuera de la cancha.
Tanta relevancia a nivel macro con la Selección poco se condice con la continuidad de sus proyectos a lo largo de sus extensas trayectorias en clubes. El "Flaco" fue campeón sólo una vez con Huracán de Parque Patricios en 1973, mientras que el "Narigón" también vio una solo vuelta olímpica de parte de los planteles que dirigió, en este caso la de Estudiantes de La Plata en 1982. Sin darse cuenta fueron víctimas de su propio plan A, del cual se enamoraron y enceguecieron hasta copiaron sin modificaciones con la intención de aplicarlo a sus nuevas experiencias. Y en ningún caso tuvieron la sagacidad de observar que el ecosistema del medio ambiente futbolero ya había estudiado como neutralizarlos.
En los dos casos, el agigantamiento mediático de las figuras de estos dos DT terminó posicionándolos - permítase la metáfora - en vacas sagradas a las que se le endiosaba y se le rendía pleitesía conforme a la percepción de cada sector de opinión. La prensa, inclusive, tomaba posturas encontradas dividiéndose en el apoyo a uno y el rechazo al otro, sea quien fuere. Y camadas de aficionados recorrieron un camino idéntico: a favor o en contra, sin términos medios. El encasillamiento, a la larga, terminó fagocitándose la propia imagen de los antagonistas, quienes se fueron consumiendo - paulatinamente - en agresiones directas o solapadas utilizando a los medios de comunicación como vehículo. Del virtuosismo profesional y el reconocimiento pasaron sin escalas rumbo a la autodegradación de un viejo gagá.
Un caso similar es el de Marcelo Bielsa, sin dudas una de las máximas eminencias en cuanto a su profesión. A partir de un intelecto que parece no reconocer límites, el "Loco" impacta y encadila a base de su preparación y conocimiento de la materia. El grado de exposición de sus ideas permite apreciar que se trata de una persona que mantiene sus convicciones sin ningún margen para modificarlas. Y ésta característica es la que produce encantamiento o confusión desde el punto de vista de sus ocasionales interlocutores. Él es así y se presenta tal cual es: tómelo o déjelo. Entonces, de un brillante inicio en Newell's, campeón 1991 y 1992, más otro título en 1998 con Vélez, se pasó a un seleccionado argentino que estaba en lo alto del podio planetario en 2001 pero que cayó en el peor de los fracasos de toda su historia en los campeonatos mundiales: eliminado en la primera ronda de Japón-Corea 2002.
Otra vez el aferrarse a un plan único terminó debilitando un proceso que se merecía alguna correción debido a lo mucho que estaba en juego. Sin embargo, es allí cuando el creador se halla frente a la decisión más compleja: mantener la idea base inalterable o modificarla conforme a los nuevos parámetros que impone la realidad, un paso que generalmente - muchas veces por tozudo - deviene en reforzar el más de lo mismo en vez de una lectura proclive a las variantes.
A contramano de esta toma de decisiones, Alejandro #Sabella supo cambiar a tiempo a poco del debut mundialista en Brasil 2014. Y en tiempo récord: apenas 45 minutos. Sucedió en el entretiempo del juego frente a Bosnia, en Rio de Janeiro, cuando el sistema táctico mutó de una etapa a la otra gracias a que el entrenador tuvo la mentalidad abierta a las variantes solicitadas por sus propios jugadores. Es más, al día siguiente del 2-1, ya en el predio "Cidade do Galo", fue Lionel #Messi quien sorprendió al bajar a la conferencia de prensa y lanzar frases de tono contundente acerca de cómo se sentía él dentro del esquema de juego. El astro del Barca aludió a que necesitaba más acompañamiento en el ataque y "Pachorra" captó que la esencia del mensaje era la de potenciar al equipo en vez de un cuestionamiento hacia la dirección técnica. Los resultados estuvieron a la vista: más allá de las zozobras frente a Suiza y Holanda, la Selección terminó su participación en el mismo lugar en el que la había empezado: el #Maracaná...pero ni mas ni menos que en una finalísima.
En estos tiempos que corren, se suele calificar de método a los planes de un entrenador dentro de un plantel. La denominación surge parafraseando al libro de Miguel Violan sobre Pep Guardiola en el Barcelona 2008/2012, quizás el mejor equipo de clubes de todos los tiempos. Entonces, hoy en la Argentina se aplica con cierta liviandad a procesos de construcción de identidades tales como los de Eduardo Coudet en Rosario Central, Pablo Guede en San Lorenzo, Sebastián Méndez en Godoy Cruz, Marcelo Gallardo en River Plate y Ariel Holan en Defensa y Justicia. Sorprende, además, porque salvo en los casos del "Chacho" y del "Muñeco", se cita a técnicos que llevan pocos meses al frente de sus respectivos planteles.
Hubo procesos anteriores que terminaron truncos porque los DT se aferraron al plan A como si fuera una verdad revelada, tales los casos de Gabriel Heinze en el Tomba, Américo Gallego y Lucas Bernardi en Newell's, Jorge Almirón en Independiente y Gabriel Milito en Estudiantes. El fútbol, en definitiva, sigue siendo un reflejo del metro patrón cultural que identifica la vida de los argentinos: se logra el éxito inmediato o se cae en el fracaso más intempestivo.
Suele describirlo la psicología en conceptos tales como narcisismo, egocentrismo y vanidad, tres definiciones que se engloban en una misma categoría: la de quedar enredado en el ensimismamiento y por ende rechazar la variante que puede significar la visión del otro. En el empecinamiento futbolístico argentino es moneda corriente, pero en otras latitudes no. Basta palpar, por ejemplo, cómo Luis Enrique debió acomodar sus ideas del punto de partida al panorama real que le ofrece tener a Messi, Luis Suárez y Neymar con más influencia en el volumen de juego blaugrana que la que pudiera imponer el propio entrenador. O como le pasó a Mario Zagallo para conformar el Brasil de México'70: contaba con cinco número 10 de excepción - Pelé, Rivelino, Tostao, Gerson y Jairzinho - y...los hizo jugar todos juntos hasta haber logrado conformar la mejor Selección de la historia.