Los desafíos de los presidenciales

Macri no hace pie en provincias del PJ, incluida la determinante Buenos Aires. Massa no logra trascender el conurbano y Scioli tiene problemas con una parcela del distrito que gobierna: la que ocupa la Quinta de Olivos.

Los desafíos de los presidenciales
Los desafíos de los presidenciales

¿Cómo logrará Mauricio Macri penetrar la inmensa frontera que hay entre el distrito que él gobierna, la Ciudad de Buenos Aires, y el populoso conurbano peronista, donde figura tercero en las encuestas? ¿Cómo conseguirá Sergio Massa dar volumen territorial a su candidatura para hacerla trascender de la provincia de Buenos Aires, en la cual disputa palo a palo la preferencia del electorado con el oficialismo nacional? ¿Podrá Daniel Scioli transformarse en el candidato del Gobierno y, a su vez, diferenciarse lo justo y necesario de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para encantar no sólo a los defensores del “modelo”?

Estas tres preguntas forman parte central de las cavilaciones que se realizan diariamente en los centros de operaciones de la política nacional. Lo curioso es que los tres hombres que las encuestas señalan como posibles presidentes tienen en sus propios espacios las contradicciones que atentan contra sus chances electorales.

Macri descubrió el pasado domingo que su buena imagen no alcanza para ganar una elección en un distrito que le es ajeno: su candidato a la intendencia de la ciudad de Salta, el diputado Guillermo Durand Cornejo, perdió la primaria frente a un delfín de Massa. Sus asesores, que le sugieren apostar por diferenciarse de los partidos tradicionales, no han logrado crear una fórmula para romper la tradición que une a muchos distritos del país con el peronismo. La caída del macrismo en Salta es menor, dado que se trata de un distrito sin gran relevancia en el padrón nacional, pero ¿qué pasaría si el líder del PRO (y de un sector del radicalismo) fracasa de igual manera en la provincia de Buenos Aires, donde sus dos candidatos a gobernador lanzados -María Eugenia Vidal y Gustavo Posse- tienen paupérrimas performances en las encuestas y donde el mismo Macri está aún lejos de los números que consiguen sus rivales, Massa y Scioli?

Macri intentará este domingo superar el mal trago salteño. Apuesta a que el radical Alfredo Cornejo, su principal aliado en Mendoza, gane las PASO locales y a que el cómico Miguel del Sel sea el candidato más votado en las primarias santafesinas. Mientras, intenta conjurar la posibilidad de que una de sus criaturas más rutilantes, la senadora Gabriela Michetti, se transforme en su inesperado verdugo al ganar el domingo 26 las PASO porteñas a su bendecido, Horacio Rodríguez Larreta.

Daniel Scioli compartió los festejos del pasado domingo en el norte del país. Antes de recalar en Salta, cuando ya el triunfo rotundo de Juan Manuel Urtubey estaba claro, pasó por Jujuy para visitar a uno de sus principales aliados en la liga de gobernadores del PJ, Eduardo Fellner. (Aprovechó para inundar las calles de San Salvador de merchandising anaranjado: gorras, remeras y hasta zapatillas). Dos días después, el martes, llevó la misma artillería a Catamarca. A diferencia de Macri (y Massa) es poco probable que este domingo Scioli pueda celebrar una victoria en Mendoza y Santa Fe. Sin embargo, su principal preocupación está puesta en una parcela de la provincia que él gobierna: la que ocupa la Quinta presidencial de Olivos. El mandatario bonaerense busca superar la desconfianza que por él siente la Presidenta haciendo buena letra, es decir, tocando cada una de las notas de la partitura kirchnerista.

El temor latente es el veto de Cristina Fernández, directo o indirecto. De ahí que la hora clave para su candidatura está fijada mucho antes de las PASO de agosto o de las presidenciales de octubre: es el 20 de junio, día en que se conocerán las listas del Frente para la Victoria. Sólo cuando la jefa de Estado haya decidido entre no apostar por ningún precandidato K (un modo de avalar a todos) o apoyar a Florencio Randazzo explícitamente para enfrentar a Scioli, el Gobernador podrá articular una propuesta más precisa y arriesgada. Hasta entonces, estará preso del libreto de la Casa Rosada. Deberá celebrar las victorias del oficialismo, como la de Salta, en iguales condiciones que sus contrincantes internos. 
Muy llamativas son las piruetas que está dando Massa para demostrar que su candidatura está viva, más allá de lo que profeticen las encuestas pagadas por sus rivales. Lo del ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández es gestualidad cien por ciento. Como hasta ahora no ha podido expandirse por todo el territorio del país o, peor aún, ha tomado malas decisiones en distritos clave como Capital Federal, Santa Fe o Córdoba, el líder del Frente Renovador ha empezado a dar señales de que para "renovar" es mejor volver al peronismo más ortodoxo, es decir, a los viejos conocidos. En menos de 24 horas, entre lunes y martes, Massa se dejó fotografiar con José Manuel de la Sota en una cena y mandó a sus principales dirigentes (Felipe Solá, José de Mendiguren, Francisco de Narváez) al acto de relanzamiento de la campaña presidencial del gobernador cordobés.

Además, Massa logró que gran parte de los senadores de la oposición lo recibiera en la Cámara alta para presentar las dos millones de firmas que cosechó en contra del pliego del candidato de la Casa Rosada para la Corte, Roberto Carlés. El peronista disidente Adolfo Rodríguez Saá (que impulsa a su discípulo Claudio Poggi, el gobernador de San Luis, como compañero de fórmula del tigrense) y el radical antimacrista Gerardo Morales (que da pelea en la UCR para colgar su postulación a la gobernación jujeña de la boleta de Massa) fueron sus anfitriones. A ellos se sumaron dos senadores claramente identificados con Julio Cobos: Laura Montero y Nito Artaza, lo que ahondó la tensión que existe entre el ex vicepresidente mendocino y el candidato presidencial radical Ernesto Sanz -también mendocino-, principal mentor del acuerdo con el PRO.

El camino sinuoso que tienen por delante Macri, Scioli y Massa en sus carreras por conquistar electores no arroja por ahora diferencias importantes desde el punto de vista programático. Las discusiones mediáticas que dan sus economistas sobre el cepo cambiario o la eliminación o no del impuesto a las Ganancias no deberían servir para adivinar en qué consisten realmente las propuestas que los candidatos presidenciales tienen para la Argentina que viene. Hasta ahora, ninguno de los tres se ha animado a confesar, quizás porque todas las recetas que tienen sean “piantavotos”, cómo piensa enderezar el descalabro de la macroeconomía. Formados como dirigentes en los ’90 o en los 2000 bajo el imperio de la “telepolítica”, los tres hombres que los argentinos ponderan como posibles presidentes hablan de cambio, de desarrollo y del futuro inmediato con la misma profundidad que la que suelen tener los spot publicitarios.

Cuando el mapa de alianzas electorales quede definido a fines de junio, los tres candidatos de los que venimos hablando deberían dar muestras acabadas de cuáles son sus planes de gobierno. A propósito de esto, una idea saludable se ha instalado en la agenda política de los argentinos impulsada por la ONG Cippec (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento): que antes de las elecciones de octubre se celebre por primera vez en la historia un debate entre todos los postulantes, como sucede en Brasil, Chile, Uruguay o Estados Unidos. Sería una oportunidad invaluable para la sociedad argentina de escudriñar qué se traen entre manos los dirigentes -no sólo los tres mejor posicionados- que aspiran a gobernar el país hasta 2019. Todos los que hoy proponen una nueva Argentina, con reglas de juego claras, más previsible, no tendrán excusas para rehusarse a participar de esa instancia fundamental de la democracia: el debate de ideas.

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