Con la llegada de un nuevo gobierno siempre se renuevan esperanzas y aspiraciones de muchos sectores, donde la reactivación de la economía pasa a ser una de las mayores demandas.
Sin embargo, usualmente no suelen escucharse demasiadas demandas referidas a la educación más que ciertas generalizaciones, como mayor calidad, meriendas, infraestructura y otras.
La mayoría de las actividades del Gobierno tienen desafíos de instantaneidad salvo dos áreas que deben ser pensadas con visión estratégica y con la mirada puesta en el futuro. Nos referimos a la salud y a la educación.
El sistema de salud está pensado para la cura de enfermedades básicamente, por lo que hay pocos esfuerzos puestos en la prevención. De hechos, la mayoría de los médicos están formados para curar y el sistema de salud no está estructurado con profesionales ni con presupuesto comunicacional para trabajar en la difusión. Quizás el mayor desafío del sistema de salud, articulado con las demás áreas de desarrollo social, sea la atención urgente de los casos de desnutrición infantil y, en forma preventiva, la desnutrición de las embarazadas o mujeres en condición de serlo. La desnutrición es un flagelo que condena de por vida a quienes la sufren en la primera infancia ya que, aunque se escolaricen, presentarán dificultades en el aprendizaje y eso marcará definitivamente su futuro.
En el caso de la educación el desafío es aún mayor. Un niño que ingresa en el sistema escolar atravesará diversas etapas en medio de un proceso de cambio muy veloz, donde los saberes de hoy pueden quedar desactualizados mañana. En el medio, está el sistema político, que debería acordar un plan estratégico de largo plazo y trabajar en programa de contenidos flexibles para adaptarse a cada momento.
El sistema educativo debería poseer programas de enseñanzas básicas en matemáticas y lengua así como en ciencias sociales pero permitiendo la adaptación por parte de los docentes conforme a la realidad social que condiciona su accionar. Aunque lo más importante es trabajar en forma intensiva para capacitar a los docentes a fin de que estén en condiciones de transferir a los alumnos no tantos conocimientos como sí muchas habilidades. Ello se debe a que hoy los chicos adquieren 70% sus conocimientos por medios no formales. La irrupción de internet y las redes sociales ha cambiado las formas de transmisión. Pero la experiencia muestra que todos estos medios tecnológicos transmiten básicamente datos. La función de los docentes debe ser agregar valor a los datos para transformarlos en información que luego sirva para generar saber.
En un mundo tan volátil las familias no pueden quedar afuera del sistema educativo. Son ellas las que deberán apuntalar los valores propios de la sociedad. Es que como concepto central, la escuela no pude suplir las fallas que cometan las familias. Las familias educan, la escuela enseña.
Entre las habilidades en las que deberían ser entrenados los niños y jóvenes están la visión crítica y el desarrollo de la curiosidad para descubrir los nuevos conocimientos, lugar en el que el docente deberá hacer de guía para ordenar una gran cantidad de datos dispersos pero en una abundancia que abruma y a veces no da tiempo de profundizar.
Los aprendizajes básicos también deberán ser objeto de revisiones pedagógicas para utilizar al máximo posible las nuevas herramientas de comunicación a efectos de adaptarse a los usos y costumbres de los jóvenes. Esto requiere el entrenamiento de directivos y docentes para que sepan actuar como facilitadores.
En síntesis, el futuro de la economía de Mendoza dependerá de la eliminación de la desnutrición infantil y de una elevación del sistema educativo que permita formar a los jóvenes con conocimientos y habilidades que les permita adaptarse a las nuevas formas y mecanismos sociales que nacen al calor del avance tecnológico.
La educación inteligente y con proyección de futuro será la única herramienta que asegure el desarrollo económico sustentable. Las medidas coyunturales sólo sirven en el corto plazo pero el futuro estará basado en disponer de una masa crítica de personas entrenadas y educadas para adaptarse rápidamente a las nuevas formas de producir y de convivir.