En uno de sus habituales pronunciamientos sobre la realidad social en el país, la Iglesia acaba de efectuar una fuerte advertencia por el manejo de los índices estadísticos oficiales, en este caso apuntando concretamente a la desnutrición infantil.
El presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, acusó en declaraciones periodísticas a las autoridades de manipular los datos para evitar "hacerse cargo de ese flagelo" y rechazó decididamente que las muertes de niños por problemas alimentarios sean "casos aislados", como han dicho más de una vez desde el gobierno nacional.
A propósito, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, sostuvo a principios de año que la muerte de un niño qom en el Chaco por tuberculosis y desnutrición se trataba de un hecho no habitual, agregando que no debían dejarse de considerar políticas encaradas por la provincia del Chaco en los últimos tiempos "para mejorar la inclusión social".
Sin embargo, pocos días después de sus afirmaciones, el fiscal Jorge Di Lello lo imputó, junto con los ministros de Salud, Juan Manzur, y de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, con el propósito de determinar la responsabilidad política suya y de los restantes funcionarios en el fallecimiento de Néstor Femenía, de 7 años.
Hay en el país cifras elocuentes que justifican plenamente la preocupación de la Iglesia. Datos estadísticos de la Cooperadora para la Nutrición Infantil (Conin), señalan que casi 260 mil niños menores de 5 años sufren algún grado de desnutrición en la Argentina y veinte de cada mil mueren por ese motivo.
Monseñor Lozano también atribuyó el ocultamiento de cifras oficiales a la "indiferencia" y la "corrupción", dotándole aspectos más alarmantes aún a su denuncia a través de los medios periodísticos. Advirtió que "el ocultamiento puede disfrazarse temporariamente, pero no modifica la realidad".
El referente eclesiástico comentó, por otra parte, que la desnutrición de los más chicos es posible hallarla tanto en viviendas rurales precarias como en los distintos asentamientos que la pobreza extrema deposita en ciudades grandes y medianas a lo largo y lo ancho del país.
Éste es un diagnóstico seguramente acertado en virtud de la tarea que la Iglesia realiza a través de sus parroquias y organizaciones internas prácticamente en todo el territorio nacional.
En sintonía con uno de los primeros preceptos del Papa Francisco tras asumir en el Vaticano, el obispo Lozano dijo que "para llegar a las periferias hace falta 'patear' más la calle y evitar dos males: la globalización de la indiferencia y la corrupción", subrayó.
La Iglesia se sumó así a la mayoría de argentinos que descree de las estadísticas que se dan a conocer desde el Indec y que parecieran estar destinadas a hacernos creer que la realidad no es la que palpamos en el día a día.
En este caso la gravedad de la mentira y el encubrimiento de datos nos debe hacer reflexionar sobre las consecuencias físicas e intelectuales de miles de pequeños que son víctimas de una acción más que negligente de las autoridades.
Se trata de una elevada porción de la población de mañana que deberá por sí sola encarar el desafío de sobrevivir o tener que afrontar su paso por esta vida con disminuciones propias de la falta de una adecuada alimentación durante la infancia.
La estadística manipulada para esconder la realidad, cuando ésta es deliberadamente impulsada para usar el poder y los recursos del Estado con fines políticos y personales, es lisa y llanamente una traición a la patria.