Días pasados, profesionales y especialistas locales expusieron más de 600 proyectos de investigación, gran parte de los cuales tuvieron como eje central la temática del cambio climático y su incidencia sobre los cultivos. Las jornadas fueron organizadas por la Universidad Nacional de Cuyo y, según indicaron técnicos participantes, Mendoza deberá adaptarse al cambio climático global si quiere conservar su matriz productiva, asegurando que el impacto del proceso se hará sentir en las zonas agrícolas donde los cultivos tradicionales podrán verse afectados si no se toman los recaudos necesarios.
El evento se realizó en un año atípico, afectado por la denominada corriente de El Niño, con exceso de humedad y temperaturas muy bajas para esta época, pero se estima que no será la excepción si nos atenemos a lo que puede llegar a suceder con el cambio del clima en el mundo. Es más, se sigue hablando de los problemas que van a generar las nevadas de menor intensidad -este año fue una excepción- a pesar de que el incremento en la temperatura exigirá mayor cantidad de agua destinada a los cultivos. En el caso de las tormentas de la época estival, se considera que pueden llegar a ser más copiosas e intensas lo que, si bien beneficiará a la zona de secano, en las tierras cultivadas pueden resultar perjudiciales por la aparición de enfermedades producidas por hongos y plagas que, combinadas, llevarán complicaciones en los procesos de maduración y floración.
Paralelamente, de acuerdo con los expertos, las bajas temperaturas de la primavera ponen en riesgo el cuaje de las plantaciones y no todas las flores de la planta se transformarán en frutos, mientras en el caso de los cultivos hortícolas puede haber demoras en la maduración.
Los efectos del cambio climático no constituyen un tema nuevo para los productores de la provincia. Aquellas empresas más importantes, que cuentan con posibilidades financieras para concretarlo, derivaron a especialistas el estudio de lo que puede llegar a ocurrir en Mendoza y bajaron información al resto de la actividad. Es así como se supo que en lo que podría considerarse el “llano”, los grandes viñedos estaban constituidos por diferentes variedades de las denominadas de “ciclos largos”, que se diferenciaban, en lo que a calidad se refiere, por los terruños. Por su parte, los viñedos “de altura”, ubicados a más de mil metros sobre el nivel del mar, como es el caso de la zona oeste del Valle de Uco, tenían implantadas variedades denominadas de “ciclos cortos”, en razón de que florecían más tarde y maduraban más temprano que el resto de los varietales, a los efectos de evitar los daños por heladas.
Sin embargo, en los últimos años la situación se modificó sustancialmente. En las zonas altas se están implantando ahora variedades de ciclos largos, porque el ciclo de heladas también allí se ha modificado y porque es el lugar donde la amplitud térmica se mantiene, con noches frías y días cálidos que favorecen la calidad de la fruta, tanto en uva como en frutales de carozo y de pepita, como está sucediendo. Esta situación ya había sido advertida, una década atrás, por la ex directora ejecutiva de Chandon, Margareth Henríquez, en una nota publicada en este matutino.
Si bien, tal como lo hemos señalado, los efectos del cambio climático tendrán una importancia fundamental en la agricultura y obligarán a re estudiar el tipo de cultivos, también constituyen un desafío para la población en general. Los expertos advierten que habrá menos agua como consecuencia de la disminución de la nieve que caerá en la cordillera, razón por la cual los habitantes residenciales deberán tomar conciencia de que el agua constituye un bien esencial y hasta estratégico y que la que se derroche, será en detrimento del riego agrícola y, por ende, de la producción en general.