Como una obra en la que cada parte está imbricada y forma parte de un todo que de otro modo, no podría lucir con plenitud su esencia.
Así, tres generaciones de artistas se unieron, sumaron experiencias, aprendieron uno del otro y se nutrieron de todos los saberes e ideas nuevas que fueron surgiendo en su camino.
El resultado: la excelencia en cada uno de los proyectos que encaran, movilizados, simplemente, por su innato amor al arte. Humilde y dedicado a su afán por sumar belleza en este mundo, el escultor, pintor y grabador mendocino Alfredo Ceverino (77) ha sabido enseñar a sus hijos y nietos que las posibilidades para hacer lo que uno ama siempre están y que lo importante es tener presente que uno es capaz de hacer las cosas que se proponga.
Justamente, ésa es la lectura que su hijo, Alejandro (43) hace al reflexionar sobre el ejemplo que su padre le inculcó desde muy pequeño y que ahora él mantiene como un legado que guía cada una de las ideas que se proponga.
“Él -por Alfredo- nos ha demostrado que con valentía y confianza en uno mismo es posible descubrir nuevas capacidades y que en el arte no hay límites para aprender o crear”, dice con seguridad Alejandro.
Destaca que esta impronta es la que permite que a través de cada obra sea posible dejar un aporte. Muy cerca suyo, el sobrino de Alejandro y nieto de Alfredo, Iván Freire (25), asiente a cada frase expresada por su tío. Su descubrimiento en el camino del arte en todas sus formas es más bien reciente, pero -según asegura- es un mundo en el que desea instalarse el resto de su vida.
Es que su primera experiencia de trabajo en equipo junto al gran escultor y su hijo, se le ha presentado como una gran puerta de entrada a una vocación que tenía adormilada. “Empecé en el taller con este proyecto y con ellos de cero. Ahora sé que me gustaría seguir dedicándome a esto”, dice Iván, conforme con los resultados.
Nada menos que la construcción de la figura de 1,70 metros hecha en hierro fundido, que encarna la figura del mitológico dios del vino y la vendimia (Dionisio), ha sido el primer gran trabajo elaborado por los tres familiares.
De hecho, ellos presentaron la compleja obra del dios griego, que desde hace unos días descansa sentado con su racimo en la mano, sobre un sector de la vereda de las nuevas oficinas céntricas de la bodega A16 S.A, ubicadas en Emilio Civit, a pocos metros de la entrada principal del Parque General San Martín.
Durante el encuentro “entre amigos”, que se realizó en el lugar, con la idea de presentar la nueva creación, los tres coincidieron en que dar vida a esta pieza implicó un año de arduo trabajo en el taller escultórico de Las Heras, que funciona desde 2010.
Cuentan que lejos de tratarse de una labor sencilla, dar forma y grabar minuciosos detalles para hacer una figura humana en hierro implica, entre otras cosas, saber cómo trabajar el material, modelarlo y dotarlo de características únicas, particulares e irrepetibles.
Basta con detenerse a apreciar los detalles del cuerpo, rostro, manos y pies de la pieza, para comprender la magnitud de la calidad artística que el equipo ha querido compartir con todos cuantos observen su obra.
Para lograr la naturalidad con la que hoy se puede apreciar esta escultura, los artistas tuvieron que llegar a acuerdos y muchas veces someter a debate cada nueva idea que les fue surgiendo.
Desde buscar materiales en las chacaritas, hasta apelar a recursos lo menos ruidosos posible para no molestar a los vecinos que viven cerca del taller, fueron sólo una parte de todos los detalles que en conjunto, tuvieron en cuenta durante el proceso de producción.
“Es un trabajo complicado, nos dedicamos al menos cuatro horas diarias a golpear el hierro y modelarlo”, describe con la humildad que lo caracteriza Alfredo.
“Siempre tratamos de pensar en llevar una solución, buscar ideas nuevas y ser permeables al punto de visita del otro”, agrega Alejandro, para quien desde siempre, las esculturas y las pinturas han sido tan naturales como cada pieza del taller en el que creció y vio trabajar a su papá.
Ahora, el equipo de artistas seguirá dedicándose de lleno al proyecto “madre”, del cual forma parte la obra la obra recientemente descubierta. Se trata de un múltiple escultórico que se podrá apreciar en la finca de Perdriel (Luján de Cuyo), perteneciente a la misma firma que les ha encargado los trabajos.
“Lo que queremos es rescatar la figura de Alfredo, mi padre, como escultor”, asegura Alejandro, que además es músico, pintor, dibujante y un apasionado de la filmación.