El acrónimo BRIC fue creado en 2001 por el economista Jim O’Neill, para expresar en forma sintética, la reunión de cuatro países de economías emergentes, Brasil, Rusia, India y China, todos ellos con grandes poblaciones. En 2011 se sumó Sudáfrica, más para incorporar un país africano que por semejanza con los anteriores; de ahí la ampliación a BRICS. Entre la primera fecha y la segunda, los cuatro países avanzaron en acuerdos de cooperación, que han concluido con la puesta en marcha este año del Banco de Inversión con sede Shanghai.
En las últimas semanas, entre las habituales expresiones caprichosas de la Presidenta, hay dos que resaltan por su falta de correspondencia con la realidad. Una fue insistir con el reclamo, ya rechazado con anterioridad, de pretender ser aceptada como miembro del grupo, que así pasaría a denominarse BRICSA.
Fuera de nuestra vecindad con Brasil, sexta o séptima economía del mundo, Argentina no tiene tamaño para integrar esa liga. La otra expresión ha sido “ahora vienen por los BRICS”, algo así como que los problemas que tienen algunos de los integrantes del grupo son producidos deliberadamente por los países desarrollados para perjudicarlos. Sin perjuicio de que la globalización económica hace que muchas situaciones de crisis en algún país importante, o bloques de ellos, se trasladen a otros, la afirmación no tiene otro sustento que la habitual fantasía conspirativa, tan empleada por el gobierno.
Conviene pues repasar algunos de los problemas de esos países con los cuales nuestras relaciones económicas son muy importantes, Brasil, China y Rusia.
Brasil al menos desde el año pasado viene en derrumbe, por una compleja combinación de seria crisis política y recesión económica. El problema más destacado es el descenso de la actividad económica y de las exportaciones a pesar de una notable devaluación del real del orden 50% en lo que va del año. Tienen aumento de inflación llegando al 9%, el doble de lo previsto en el programa monetario de metas.
Aumenta la desocupación, está en un los niveles más altos de los últimos años, y se estima una caída del 2% del PBI para el presente año. Brasil está afectado por la caída de precios y de la demanda de materias primas, tanto de los desarrollados como de China. También le cuesta mantener el equilibrio y financiar el aumento del gasto. En buen romance, nuestro vecino está embarcado en un programa de ajuste.
Hace algunas semanas el ex presidente Lula tuvo expresiones contundentes: “no se puede gastar más de lo que ingresa”; “la fortaleza económica de Brasil reside en su nivel de reservas internacionales”; “el proteccionismo es un error”. La crisis política es consecuencia de los fenómenos de corrupción bajo investigación que afecta a Petrobras y las más grandes empresas constructoras del país. Pero también de que en el proceso electoral del año pasado la presidenta Dilma Rousseff no reconoció la existencia de serios problemas en la economía. Esto ha desembocado en un gobierno que ha perdido la confianza y que tiene un bajo grado credibilidad, nuevamente Lula lo ha sintetizado con crudeza: “la situación de Brasil es gravísima”.
La cuestión china es por cierto más compleja y las opiniones sobre si está entrando o viviendo una crisis son encontradas. Hay especialistas que sostienen que la economía china comienza a sentir la denominada ley de los rendimientos decrecientes, esto es que en la medida que pasa el tiempo se requiere una proporción de inversiones cada vez mayor y se obtiene un crecimiento menor.
Esto explicaría el menor crecimiento que igualmente es muy alto. Habría un exceso de inversiones en construcciones, con baja productividad y efectuadas con fuerte endeudamiento, que se refleja en las caídas en las bolsas y dificultades del sector financiero. Hay también una análisis muy interesante de que la economía china está modificando su estructura, donde los servicios comienzan a ocupar el lugar de las manufacturas como factor dinámico.
Finalmente Rusia está afectada severamente por la caída del precio del petróleo y las dificultades provocadas por las sanciones económicas.
El resultado de todo esto recae sobre los precios y los volúmenes de nuestras exportaciones y junto con la pérdida de competitividad interna han derrumbado el comercio exterior.