Muchas veces los bioinsumos quedan atrapados en una lógica de pensamiento que los hermana con la agroecología o la agricultura orgánica. Sin embargo, son productos que pueden utilizarse (al final de esta nota podría decirse que "deben usarse") en la agricultura en general, sea intensiva como extensiva. Durante el XXVII Congreso Aapresid tres especialistas ahondaron en la definición, uso y potencial de estas herramientas con presente en crecimiento y mucho futuro.
"Lo primero que se pregunta el productor es sin son efectivos, si son económicos y si su acción es inmediata como la de los productos de síntesis química", abordó el director de Vinculación de la Plataforma de Genómica Ubatec, Miguel Rapela. Y en seguida agregó pólvora a su disertación: "Si Argentina quiere aprovechar al máximo el acuerdo con la Unión Europea los estándares que se van a imponer van a ser superiores los de ahora, y muchas moléculas químicas que usamos hoy en Argentina no se van a poder usar más porque algunos países no las aceptan".
Para Rapela este es el primer condicionante. El segundo está vinculado a la percepción pública. "Los juicios que se están llevando a cabo en Estados Unidos contra un herbicida puntual (Roundup) en realidad a la que ponen en el banquillo de los acusados es a la ciencia, entonces, en adelante, todo lo que tenga el prefijo bio está mejor visto", apuntó.
"Sin dudas, estamos atravesando un cambio de paradigma en el que la Agricultura 4.0 está ganando terreno asociada a las tecnologías y presionada por el aumento de la población mundial junto con una mayor conciencia del daño que le estamos haciendo al planeta", abrió juego el microbiólogo Fabricio Cassan, investigador independiente del Conicet y líder del grupo de Investigación de Rizobacterias promotoras de crecimiento del Instituto de Investigaciones Agrobiotecnológicas (INIAB) de la Universidad de Río Cuarto. Reconoció que "los que han recibido la mochila más pesada son los ingenieros agrónomos, que tienen que producir más con menor impacto".
Puntualmente respecto de los bioinsumos, Cassan los agrupó en tres: biofertilizantes, bioestimulantes y biopesticidas. El mercado global de biofertilizantes entre 2012 y 2022 proyecta un crecimiento de unas cuatro veces en millones de dólares, esto no es algo aleatorio, ha sido una evolución sustentada en el conocimiento científico y los buenos resultados", esgrimió.
Como está Argentina
En Argentina y Brasil, el uso más común de biofertilizantes son los inoculantes. El dato que mostró Cassan es que entre ambos países se usan 90 millones de dosis de productos comerciales con bradyrhizobium como principio activo (25-30 en Argentina y 55 en Brasil). "Es posible pensar que es fácil consolidar esta tecnología porque la soja tracciona, pero si miramos azospirillium, una bacteria usada para inoculación en gramíneas como trigo o maíz, se suman 8 millones de dosis, que también es alto", repasó.
Cassan advirtió que el panorama no está tan difundido para los bioestimulantes y para los biopesticidas. "Distinta es la situación en Europa, donde las prohibiciones de productos químicos motivaron la aparición de un sinnúmero de empresas que desarrollan biopesticidas", contó. Y lamentó: "Es paradójico que en un país donde hace tres décadas producimos biofertilizantes vayamos a tener que importar biopesticidas".
Para Miguel Rapela, el futuro de desarrollo de estos productos en Argentina tiene dos partes bien diferenciadas. “Por el lado de la investigación y la ciencia, la invención, estamos muy bien, pero llegado el momento de concretar eso en innovación, la burocracia todavía hace todo más lento”, dijo. Por eso, pidió que se contemple “un tratamiento diferencial para los bioinsumos respecto de los insumos de síntesis química”.
Cambio inminente
Para el médico cirujano y productor Roberto Rapela, presidente de la novel Cámara Argentina de Bioinsumos (Cabio), “es necesario trabajar mucho para posicionar los beneficios en el uso de estos productos”.
Y comparó al cuerpo humano con el suelo. "Nosotros tenemos en cada célula 10 microorganismos lo que sumados dan unos 3 kilos de una gran diversidad de benefactores que ayudan a combatir enfermedades y desórdenes", empezó. Y prosiguió: "El suelo también se comporta como un organismo vivo, necesitamos los microorganismos para regenerar zonas compactadas, por ejemplo, porque la biodiversidad colabora en la conformación de la estructura del suelo".
En este sentido, consideró que aumentar la biodiversidad con bioinsumos es el futuro de la producción. Pero para lograrlo, en Argentina, llamó a que cambien algunas cosas como que los fertilizantes químicos pagan 10,5% de IVA mientras que los biológicos aún el 21%.
Mientras que algunos imaginan una convivencia paulatina entre productos químicos y biológicos, Cassan, sin desconocerlo es más tajante: “Soy drástico, porque hay un cronómetro que está en tiempo de descuento, y si hay una tecnología que es más sustentable que otra debe adoptarse rápidamente”. Y agregó: “Desde cada uno de nuestros lugares, todos responsables, porque nadie va a discutir el efecto de un fertilizante de síntesis, pero si tenemos una tecnología con menos impacto ambiental usémosla porque no nos queda otra”.
En un mismo sentido, como cierre, Miguel Rapela apuntó: "Lo que deben evaluar los productores argentinos no es si van a usar o no bioinsumos, sino cuándo van a empezar a hacerlo".