Lamentablemente, y a prima facie, la respuesta a la pregunta del título es un rotundo "no".
El siguiente análisis cultural, tomando en cuenta nuestra historia social, trata de individualizar los diferentes motivos por los cuales el progreso económico como sociedad es casi inviable, imposible.
Somos un pueblo sin ética social y somos una sociedad con una profunda grieta de oportunidades. Tuvimos y tenemos una bourgeoisie aferrada a los viejos privilegios, terriblemente enfrentada con el proletariado y los populistas (los que dicen que representen a los marginados), quienes aplican todos los medios, especialmente la corrupción, para conseguir vivir con los mismos privilegios de la antigua oligarquía.
Parece ser que la larga convivencia de ambas fuerzas concluyó en un silencioso y común acuerdo sirviendo para el cumplimiento de las mutuas ambiciones: convertirnos en una sociedad de burócratas ineficientes y en muchos casos vagos, de parásitos, usando el nepotismo como única herramienta de progresar, de progresar egoística e individualmente, sin piedad y sin ningún sentido de solidaridad; sin "ética social", aplicando un término de Simone de Beauvoir.
Crearon, en los últimos 75 años, una creciente sociedad de burócratas; hoy, el 26% de las fuentes de trabajo las ofrece el Estado (en comparación, Italia tiene un 13%, nuestro vecino transandino un 16%, Brasil se conforma con solamente el 11% y Japón apenas con un 6%), priorizando por sobre todo los privilegios adquiridos históricamente: los jueces se oponen a pagar impuestos, los empleados del Banco de la Provincia de Buenos Aires no aceptan la misma edad de jubilarse como el resto de los argentinos, los legisladores quieren mantener los beneficios obtenidos por la venta de los pasajes (un "adicional" de 360.000 pesos anuales), etc., etc.
Crearon una sociedad de parásitos privilegiados: las universidades, las empresas públicas, los sindicatos, las instituciones estatales y provinciales y hasta comunales se manejan como feudos familiares.
En Santa Rosa, por ejemplo, fueron más lejos todavía al intentar implementar una ley garantizando cargos hereditarios para parientes de empleados municipales, jubilados o fallecidos.
Los empleados públicos trabajan lo mínimo indispensable (y menos también… ) y nadie los puede echar; además, cobran un sueldo bien alto y una muy cómoda jubilación.
Esencialmente, somos una sociedad aplicando y usando impunemente el nepotismo en los tres poderes de nuestra Democracia: en la cúpula del Poder Ejecutivo nacional se encuentran los compañeros del colegio Newman y de Boca Juniors del Presidente Macri, en el Congreso abundan amigos y familiares de los legisladores como asesores personales (muchas veces en condición de ñoqui) y en el Poder Judicial la situación no es diferente; los famosos concursos se ignoran olímpicamente, lo único que cuenta es la sangre o la amistad. Las calificaciones y la preparación profesional no tienen ningún significativo.
El cáncer de nuestra sociedad, el que no nos deja progresar, es el insostenible y progresivo incremento de empleados públicos: en el periodo de 2001 hasta 2016 lo aumentamos en aproximadamente un 80%. Hoy, Argentina tiene 11,2 millones de "servidores" públicos (en comparación, en EEUU el total llega a 7,4 millones y en Japón a 2,8 millones).
Mendoza (con 2 millones de habitantes), ostenta un número arriba de 100.000 - comparando con el Estado de Florida/EEUU (con 20 millones), que tiene 110.000. En otras palabras, por cada 10.000 habitantes tenemos en Mendoza más que 500 empleados públicos mientras que en Florida alcancen 56 para cumplir las mismas funciones; un llamativo 90% menos que nosotros.
Desde el año 1958 hasta hoy, la expectativa promedio de vida de los argentinos aumentó en más que 10 años. Si en el 1958 moríamos a los 66 años, hoy nos morimos a los 77. Justo en 1958, bajo la presidencia de Frondizi, salió la ley 14.499 que determinó que el haber jubilatorio sería el equivalente al 62% móvil de la remuneración mensual. Por falta de recursos, sin embargo, esa ley nunca se cumplió - aunque las jubilaciones de privilegio subieron en forma repugnante… ). Es importante saber que en 1958 la población con más de 65 años de edad representaba un 5% del total, mientras que en 2018, este número se ha duplicado por dos: hoy, el 10% de nuestra sociedad tiene más de 65 años. Una simple extrapolación nos enseña, de que en 2050 (en solamente 32 años) este número se duplicará nuevamente, llegando al 20% de la población total de la Argentina.
Bajo ningún escenario estaremos en condiciones de soportar estos números. Incrementar la presión tributaria es imposible, ya que se encuentra dentro de las más altas del planeta. Lo que nos queda es reducir rápida y drásticamente el empleo público, terminar con el nepotismo y con los parásitos de nuestra sociedad.
"Es necesario que en la República se trabaje y se produzca algo más que pasto" (Arturo Jauretche en El medio pelo en la sociedad Argentina).