Los argentinos pobres y los pobres argentinos

Un análisis de la lenta pauperización de la Argentina.

Los argentinos pobres y los pobres argentinos

Por Fernando Iglesias Periodista. Especial para  Los Andes

No debe haber lugar en el mundo donde se discuta el tema de la pobreza como en la Argentina que parió la década saqueada. En los países que en serio son en serio, la discusión se basa en los datos que, con gentileza y precisión, son ofrecidos por los institutos estatales de estadísticas.

Aquí, la discusión es acerca de los datos, ya que los que ofrece el instituto estatal de estadística, en plena era de la reconstrucción del Estado, no se los creen ni los mercenarios periodísticos del poder. Si los creyeran, no ahorrarían en dólares y en macetas sino en bancos y en pesos, ya que las tasas de interés que se pagan hoy superan en diez puntos porcentuales la inflación que declara el Indec.

Un estupendo negocio, con mayor rentabilidad que la que el Ministerio de Economía reconoce como legítima a las actividades productivas, además de una gran oportunidad para dejar tranquilos colchones y macetas y ahorrarse los gastos de algún inesperado secuestro virtual. 
Cuando el jefe de Gabinete desciende a criticar las estadísticas de una agencia privada como el Observatorio de la UCA, no hace más que confirmar que el Estado argentino hace agua por todos lados, y que su deconstrucción en nombre del mercado comenzada por el peronismo menemista ha sido completada por su demolición en nombre de su reconstrucción (no sé si he sido claro), acometida por el peronismo nac&pop.

Tenemos Patria pero no tenemos Indec. Que Aníbal hable además en representación y por cuenta de la misma Presidenta que hace pocas semanas aseguró que la pobreza en Argentina era del 5% (es decir: 50% más alta que en Noruega y el doble que en Suiza) desnuda una de las mayores inconsistencias del relato kirchnerista, último capítulo de la Leyenda Peronista cuyo culto está arruinando a este país.

Por suerte, el truco de legitimar las mentiras oficiales afirmando que son datos de organismos internacionales, no les sale más. Hasta los niños de La Camporita han comprendido que el proveedor de esos datos “internacionales” no es otro que el propio Indec argentino, ya que ni la Cepal ni el Banco Mundial ni la FAO disponen de sistemas alternativos de evaluación. Sin número no se gobierna, como dijo la señora Presidenta por cadena nacional. Tampoco con chamuyo y globito. Pero mucho menos se gobierna con mentiras oficiales e insultando a la inteligencia de la población nacional.

No es sólo la UCA. Basta creer por un momento en los últimos datos del Indec para ver las dimensiones de la mentira oficial. Según ellos, la mitad de los argentinos ocupados gana menos de $ 6.000 mensuales, el 30% cobra menos de $ 4.000 mensuales y el último 10% gana menos de $ 2.000.

Por eso, cuando se ajusta la inflación a la realidad denunciada por las estadísticas provinciales y las de las consultoras privadas, y se actualiza la canasta de consumo según ellas, todas las mediciones de pobreza la ubican para fines de 2014 entre el 25% y el 30%. A saber: era del 27,5% para el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica (UCA); 25,1% para los empleados del Indec que se oponen a la intervención; 28,6% para la CGT y 31,4% para el Centro de Investigaciones Participativas en Políticas Económicas y Sociales (Cipes).

Y bien, decir que entre 25% y 30% de los argentinos son pobres es decir que son pobres entre diez y doce millones de personas, y significa que atravesamos nuevamente el umbral que la Argentina sólo traspasó en 1989, con la hiperinflación, y en 2001, meses antes del estallido de la Convertibilidad.

A estas cifras, el peronismo kirchnerista suele replicar con los planes sociales y la Asignación Universal por Hijo. Lamentablemente, que la pobreza sea tan alta a pesar de los planes no hace más que demostrar el fracaso del Modelo. Cuando se menciona la Asignación Universal por Hijo se habla, además, de $ 837 por hijo, un aporte que se ha convertido en una limosna.

Debería darles vergüenza mencionarla a los funcionarios que durante la Década Saqueada recaudaron fiscalmente U$S 900.000 millones y destinaron aproximadamente 66% del total de estos recursos, extraídos a los sectores eficientes y productivos, a financiar empresas parasitarias de amigos del poder como los Cirigliano, administradores del Ferrocarril Sarmiento; en tanto los subsidios sociales, incluida la famosa Asignación Universal por Hijo, se llevaban sólo 5% del gasto total.

Si la canasta de consumo de una familia de cuatro integrantes que tiene que alquilar su vivienda, medida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es de $ 13.753 mensuales, es fácil comprender que se necesitan dieciséis asignaciones universales para cubrirla, o tres y media jubilaciones mínimas como las que cobra el 70% de los jubilados. Decir que se han extinguido el hambre y la pobreza sólo aumenta el rechazo que produce la nueva Historia Oficial.

La desesperación kirchnerista por esconder las cifras, que los ha llevado hasta a enfrentarse con una institución directamente vinculada con el Papa, es comprensible. Acaso por eso, carecemos de estimaciones de la pobreza por parte del Indec desde fines de 2013, ya que las últimas que ofrecieron, según las cuales bastaban $ 254 para que un adulto comiera todo el mes y $ 577 para que viviera todo el mes causaron más hilaridad que indignación.

Por otra parte, reconocer que entre 25% y 30% de los argentinos son pobres, sería reconocer que la pobreza actual es mayor que la media de la Convertibilidad, que fue de 24,6%. Todo ello, después de doce años de soja por las nubes en los que entró al país un excedente de aproximadamente U$S 190.000 millones solamente por la mejora de los términos de intercambio.

En otras palabras, el derrame kirchnerista lo ha hecho aún peor que el derrame del peronismo anterior, el menemista. Y no sólo ahora, cuando la Plata Dulce de 2003-2007 está tan marchita como la de 1991-1995. También fue así en los gloriosos tiempos iniciales, cuando -según datos del Indec- la salida de la crisis y el efecto derrame del gobierno de Néstor Kirchner sacaron de la pobreza a treinta y siete de cada cien pobres contra los cuarenta y nueve de cada cien de los primeros cuatro años de la Convertibilidad.

Curiosamente, y en flagrante contradicción con el Relato, el período de oro del peronismo kirchnerista tuvo una performance macroeconómica ligeramente superior al período de oro del peronismo menemista (+40% contra +37% de crecimiento para cuatro años), pero la mejora de la situación social fue menor.

Pero hagamos caso al ministro Kicillof, que detesta contar pobres, y aceptemos que la pobreza en Argentina no es cosa de desocupación y bajos salarios. En efecto, al final de un cuarto de siglo peronista se ha transformado en pobreza estructural. El censo de 2010 registra que 18,4% de los chicos de entre 15 y 17 años no asistía al colegio y que el pequeño aumento (+2,1%) de la matrícula escolar respecto de 2001 no alcanzaba a compensar el crecimiento de la población.

Peor aún es el tema vivienda. Para 2010, la cantidad de viviendas en el país había aumentado 11% respecto del abismo de 2001 pero el número de quienes debían alquilar su vivienda había crecido 75%, ya que el crecimiento no compensó el aumento de la población. Por eso, los trabajadores y la clase media pueden haber cambiado la TV, el celular y hasta comprado un auto durante la Década Saqueada, pero tienen iguales problemas de acceso a la vivienda propia que en plena crisis de 2001, a pesar de Procrear y Sueños Compartidos.

Lo demuestran los censos nacionales, una de las pocas estadísticas oficiales en que es posible confiar: en 1991 había 32.615.528 habitantes y 8.515.441 viviendas (una vivienda cada 3,83 habitantes). En 2001 éramos 36.260.130 habitantes y había 10.073.625 viviendas (una vivienda cada 3,59 habitantes). Y en el censo de 2010 los habitantes fuimos 40.091.359 y las viviendas 11.317.507 (una vivienda cada 3,54 habitantes).

Como se ve, la mejora fue mucho menor en la Década Ganada que durante los Fatídicos Noventa, aunque en ambos casos haya sido minúscula. Acaso es por esto que en la Capital Federal hay 52,3% más de personas que habitan en villas que en 2001, lo que representa la mitad del crecimiento de los habitantes de la ciudad. No va mejor en el resto del país: casi la mitad de las viviendas argentinas carecen de gas natural y casi la mitad, de cloacas. Una década de distribución de la riqueza nac&pop sólo trajo pequeñas mejoras en los índices de pobreza estructural: de 80,1% a 83,9% de hogares con acceso a la red de agua, y de 47,2% a 53,1% en cloacas.

¿Que bajó la desocupación? Dieciséis millones de argentinos, 40% de la población nacional, está en edad laboral pero carece de empleo. Son cifras similares a las de España, con una diferencia: de 19.359.650 españoles en edad laboral sin trabajo, 28% busca empleo; es decir: uno cada 3,5. Pero de los 16.058.666 argentinos en edad laboral sin trabajo, sólo 1.322.754 buscan empleo; es decir: uno de cada 12,1. Una de cada doce personas en edad laboral sin trabajo busca empleo en Argentina contra una de cada tres en España; única diferencia significativa en términos de empleo de la Argentina de los milagros K y la despiadada España neoliberal que enfrenta la peor crisis de sus últimas décadas.

Si se ajusta este factor, si la proporción de argentinos sin trabajo y en edad laboral que buscan trabajo fuera de uno cada tres y medio, como en España, el índice de desocupación en Argentina sería de 23,66%, igual al 23,7% que hoy reporta el INE español. Y si la proporción de españoles sin trabajo que buscan trabajo fuera de uno cada doce, como sucede en Argentina, el índice de desocupación en España bajaría al 6,9% que reporta el Indec.

El índice de desocupación argento no es bajo pues porque abunde el empleo sino porque casi nadie busca trabajo en la Argentina lumpenizada que creó este cuarto de siglo peronista; los pobres ya son más que la media de la anterior década peronista, la de la Convertibilidad, mitad de las viviendas están en condiciones deplorables y la plata de la soja no sabemos dónde está. O sí.

Los argentinos pobres y los pobres argentinos tenemos sospechas de en qué cuentas privadas se esconde. Por eso se agitan tanto los bufones ministeriales, periodísticos y encuestológicos del kirchnerismo, cuya única verdad es la negación de la realidad.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA