Si bien el BID fue fundado en 1959, la búsqueda de una institución continental para canalizar recursos financieros para el desarrollo de los países americanos había comenzado mucho antes.
Ya en 1844 Juan Bautista Alberdi presentó una tesis en la Universidad de Chile donde se plantea por primera vez la necesidad de un banco con alcance continental.
Medio siglo más tarde, en la Primera Conferencia Interamericana celebrada en 1890 en Washington, DC, en los albores del movimiento interamericano, se creó la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas con el propósito bien definido de recopilar y distribuir información comercial de los diferentes países de la región a fin de facilitar el comercio entre ellos.
Como resultado, cada uno de los países enviaba a la Unión información estadística, disposiciones aduaneras, tratados comerciales con otras naciones y datos similares a modo de un repositorio común a todos. En esa Conferencia ya se recomendó crear un banco regional para las Américas.
En 1906 el nombre de la institución cambió por el de Unión Panamericana, que en 1948 se transformó en la Organización de los Estados Americanos (OEA) la cual existe hasta nuestros días con funciones y objetivos enfocados especialmente en temas de carácter político.
Precisamente porque el origen de la Unión Panamericana fue uno referido al comercio, agricultura, industria, acuerdos bilaterales y los intercambios en una época de gran expansión comercial, a comienzos del siglo XX, es que la necesidad del financiamiento apareció muy temprano en el proceso.
Sin embargo, un banco para financiar comercio y crecimiento económico en los diferentes países no tuvo similar acogida e hizo falta mucho tiempo para que finalmente pudiera concretarse ese instrumento fundamental para el funcionamiento de toda economía moderna.
La Gran Depresión de los años 30 afectó profundamente a las economías de los países americanos, ya que se restringió casi completamente la demanda por los productos básicos y commodities que las sostenían y consecuentemente redujo el flujo de fondos necesarios para importar los bienes de consumo y la creación de infraestructura y servicios de todo tipo. Llegaron los años de las "vacas flacas" en la región, que fueron acompañados por un largo periodo de inestabilidad económica, social y política. En gran medida, esa etapa nunca terminó.
Los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial trajeron una nueva visión sobre el orden económico mundial y en particular, se establecieron instituciones multilaterales de financiamiento. En la Conferencia de Bretton Woods de junio de 1944 se definieron dos instituciones fundamentales en ese nuevo orden de posguerra: el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial) y el Fondo Monetario Internacional.
El primero, tuvo como misión inicial la reconstrucción de la infraestructura productiva y social destruida durante la guerra. El Fondo, en cambio, fue creado para ayudar a los países a sostener equilibrios macroeconómicos en situaciones de crisis.
La mayoría de los países latinoamericanos participaron de esa Conferencia, aunque nuestro país no lo hizo. El foco principal de acción del Banco Mundial se orientó a la reconstrucción de Europa y Japón, en parte como reflejo de la competencia ideológica y política de la Guerra Fría.
De modo que los países de América Latina continuaron sintiendo la necesidad de disponer de un banco propio para sostener y apoyar su desarrollo.
Recién a fines de los años ’50 aparecieron las condiciones políticas y económicas que permitieron concretar una larga aspiración de los países latinoamericanos: que los Estados Unidos, potencia dominante en el hemisferio occidental, incorporara a sus objetivos la cooperación para el desarrollo continental.
Este hecho estuvo vinculado con una eficaz tarea de discusión y acuerdo entre los países latinoamericanos entre sí acerca de las características de la futura institución y también con la nueva visión de Estados Unidos para sus vecinos del sur, que se denominó Alianza para el Progreso.
Así, en diciembre de 1959 se firmaron los documentos constitutivos del Banco Interamericano de Desarrollo, 115 años después de que Juan B. Alberdi propusiera su tesis en la Universidad de Chile.