Los ajustes no tienen padres

Una vez obtenido el préstamo del FMI, ahora la responsabilidad de su buen uso recae exclusivamente en manos de la clase política.

Los ajustes no tienen padres
Los ajustes no tienen padres

El principal problema de la economía argentina no es discutir si conviene o no haberle pedido un préstamo al FMI, y ni siquiera si el arreglo al que acabamos de llegar es mejor o peor. El principal problema es la resistencia al cambio que muestra la misma burocracia oficialista que llegó al gobierno con la bandera del cambio.

Por ahora se anuncian cambios cosméticos para bajar unos 20.000 millones de pesos y pocas cosas más. No obstante hay que valorar que este anuncio, inocuo al lado de los más de 200.000 millones que como mínimo habrá que reducir, es un reconocimiento de gastos superfluos y de una manifiesta falta de eficiencia y responsabilidad en la asignación de recursos.

En la burocracia oficialista se está buscando preservar amigos y no se piensa en la funcionalidad que debe darse a los organismos públicos para que operen con eficiencia evitando trámites innecesarios. Acá el FMI tiene poco o nada que ver, a lo máximo servirá de excusa como una forma de encontrar un culpable para hacer lo que realmente se debe.

Esto muestra la falta de convicciones o incapacidad de los decisores que no terminan de entender la gravedad de la situación. Tratan de evitar el ajuste para no agravar la situación social, pero lo que no entienden que la falta de ajuste traerá consecuencias sociales mucho más graves pero en ámbitos distintos. Hoy hay que ajustar el Estado y si no se hace, se ajustará a toda la sociedad para mantener la estructura estatal.

Durante muchos años los sectores gobernantes han disfrutado el rédito político de gastar, pero ninguno quiso pagar el costo político de cobrar o de administrar con eficiencia. El que gasta y regala plata adquiere popularidad mientras se mantiene en el poder, aunque luego es severamente criticado cuando lo deja, sobre todo por parte de los que no recibieron favores.

Cuando Macri asumió se encontró con una situación muy compleja pero con una oportunidad única para reformar el gasto del Estado ya que el apoyo social en este sentido era mucho mayor que ahora.

Sin necesidad de eliminar el déficit de golpe pero con un camino claro y un liderazgo con definiciones que no dejen lugar a dudas, ese ajuste hubiera tenido un efecto expansivo. Hay varias experiencias en la Argentina de ajustes con efectos expansivos, como el Plan Austral y otros que contaron con apoyo de la sociedad.

El ajuste tardío que se debe hacer ahora, por no haber tenido el coraje de reducir gasto y caer en el facilismo de endeudarse, tendrá efectos recesivos. Este efecto será porque la falta de financiamiento pone dudas sobre la liquidez del Estado, sobre el ritmo de la economía, sobre las consecuencias en la inflación y sobre el tipo de cambio.

Por eso, más allá del acuerdo logrado con el FMI, siempre persiste el riesgo, como ya ocurrió en otras épocas, que los fondos que lleguen se destinen a pagar déficit sin una efectiva reducción de los gastos.

No obstante, todos esperamos que la racionalidad llegue a los funcionarios porque, además, para asegurar crecimiento, hay que pensar en un programa progresivo y serio de rebajas de impuestos para mejorar la competitividad de la economía.

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