Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar
"Hay grietas que arregla la ingeniería, pero hay otra grieta más difícil de tapar. La repugnante grieta mental provocada estos últimos tres años por una calaña como estrategia para la conquista del poder. Los 'agrietadores" no saben ahora qué hacer con la grieta. Que monten una exposición".
Del libro "A cuerpo abierto" de Manuel Rivas (Ed. Alfaguara, 2008, España)
Lo convocó a Macri en Olivos sólo para negociar la entrega del mando, no para hablar del país. Nada más que por esto lamentó la derrota de Scioli porque si ganaba, Ella lo iba a ubicar al futuro presidente en segunda fila y se iba a homenajear a sí misma convirtiendo la despedida en un evento mucho más importante que el de la asunción. Scioli lo hubiera tolerado, como toleró siempre todo.
Ella siempre soñó con que el mandatario que la sucediera fuera un mero sustituto transitorio. Y entonces en la fiesta de despedida Ella asumiría como la nueva jefa espiritual de la Nación a la espera del retorno triunfal que empezaría el mismo día en que se fuera. Ella siempre soñó con ese adiós y ahora está furiosa y odia a Macri porque no le deja hacer su capricho.
Es que a esta altura de las circunstancias a Cristina Fernández sólo le preocupan dos cosas. Y nada más que dos cosas. Todo lo demás lo está dejando en el olvido.
La primera, que cree fundamental aunque no lo parezca, es que la corona Ella la va a ceder como Ella quiera o no la cederá. En todo caso se la quitarán pero no se saldrán con la suya, porque la corona tuvo y tendrá, por siempre, un solo dueño (a).
La segunda sí es una cuestión fundamental, aunque a Ella no le parezca tan importante como la primera. Se ha propuesto dejar tierra arrasada para que el nuevo gobierno empiece lo peor posible. Y que continúe aún peor. Ella se quiere parangonar con los rusos, que cuando fueron invadidos, primero por los franceses de Napoleón y luego por los alemanes de Hitler, quemaron todos los poblados para que los invasores se murieran de hambre y frío. Y así perdieron la guerra y los rusos recuperaron su patria.
A esas dos cosas dedicó Ella la transición. No le importa más nada. Se irá en su ley. Agrietando la grieta hasta el final.
Sin embargo, con el solo alejamiento del gobierno de esta gente lo más probable es que se empiece a cerrar la grieta ya que la misma es creación exclusiva del kirchnerismo entendido como un brote furioso de la ideología nac y pop, que decidió sostener y acumular el poder dividiendo artificialmente a los argentinos.
Algo que armaron desde arriba y para arriba, porque desde otro lugar no se puede armar y a muchos más que a los de arriba no puede afectar. Porque no se trató de una división social sino política y superestructural, producto de una ideología facciosa o que si no lo era, al llegar al poder todo lo hizo facciosamente.
Es cierto que frente a esa grieta creada hubo reacción de muchos de los afectados que respondieron con similar indignación frente al ataque. Pero no es lo mismo contestar por reacción que causar la división. Por eso, muerta la causa casi seguramente desaparecerán las reacciones, a medida que los odios inventados vayan cicatrizando.
Desde esta perspectiva, estuvo injusto y equivocado el futuro ministro de Educación de Macri, Esteban Bullrich, cuando dijo que eligió como secretario de políticas universitarias a Juan Cruz Ávila porque se trata de “una figura neutral, vista por los dos lados de manera positiva”. Felizmente, después de dicho esto y antes de asumir, Ávila renunció.
Es injusto lo de Bullrich porque premia a un señor por supuestamente haberse mantenido neutro para ambos lados, con lo cual de hecho admite que la grieta fue provocada por los dos bandos. Falso de toda falsedad, acá hubo un grupo que tomó el poder y desde él armó una grieta para lucrar con la mayor cantidad de división posible que pudiera gestar, aunque no existiera ninguna causa para ello, y si existiera multiplicarla por mil. Intentar borrar ese origen y echarle la culpa de la grieta a todos los implicados es indultar al verdadero culpable haciéndolos culpables a todos.
Bullrich debe entender que una cosa es convocar gente de todos lados para la próxima gestión, incluso del kirchnerismo (lo cual habla muy bien del futuro gobierno), pero otra es considerar iguales a todos. O mucho peor, creer que los mejores son los que no se metieron en la contienda, los que se borraron tratando de lucrar con unos y otros.
Uno, si quiere, puede ante la grieta ofrecer la otra mejilla en vez de reaccionar en términos parecidos a los provocadores, pero aun así, ofrecer la otra mejilla no es quedarse en el medio sino reaccionar de un modo distinto al del provocador. Mientras que para el neutral son todos iguales menos él, que se cree mejor a todos por su pusilanimidad de no jugarse para ningún lado.
Es cierto que aún eliminada la causa de la grieta sobrevive la reacción, a la cual hay que impedirle que intente gestar una grieta de signo opuesto. Lo cual no será difícil porque la grieta no es profunda hacia abajo, sólo es extensa por arriba pero no expresa ninguna realidad social sino un relato político que la necesitó para imponerse porque basó mucho más sus éxitos en las críticas a los demás que en los méritos propios. Si a partir de ahora un gobierno quiere crecer y ser validado por sí mismo, la grieta no solo no la necesitará sino que hasta le resultará perjudicial.
El odio y el rencor políticos gestados por el gobierno que se va no seguirán salvo en algunas catacumbas, donde irán a parar la mayoría de los portadores de tanta bronca, porque para que la grieta siga se necesita que esa ideología facciosa esté en el poder, ya que en la oposición se la escuchará solo en relación a lo que representa socialmente, que es mucho menos de lo que representó hablando en nombre de todo el peronismo, puesto que la inmensa mayoría de los peronistas -incluso los muchos que la bancaron por temor o cobardía- no piensan así.
Esta fue nada más que una teoría dislocada y alocada de que hay que pelearse aunque no se tengan razones para ello y siempre poner cara de malos como condición sine qua non para ser progresistas y antiimperialistas. Logrando que pusieran cara de malos y acumularan odio en el alma, ciertos sujetos que se creyeron esta división armada por sus causantes sólo para lucrar política y económicamente con ella.
Así, los que se creyeron de verdad la mentira se convirtieron en lo contrario a lo que siempre fueron. Como José Pablo Feinmann, un filósofo progre peronista que en los 70 predicó hasta el final la unión en paz entre Perón y los montoneros.
Que en los 80 devino un defensor a ultranza de la no violencia como si fuera un Mahatma Gandhi vernáculo. Y que en los 90 escribió el guión de la película “Evita” donde era tolerante hasta con “gorilas” como Lonardi, pese a defender las mismas ideas que sigue defendiendo hoy. La diferencia es que ahora, gracias a los agrietadores, se volvió un anciano malo, agresivo, lleno de soberbia, burlesco de la peor manera, quien cree que salvo los cristinistas todos los demás son golpistas.
Que dedica sus monólogos radiales a decir que el resto de las mujeres odian a Cristina porque ella es muy linda y las demás son bagayos, o que todos la critican porque nadie la entiende al ser Ella demasiado inteligente.
Feinmann es el ejemplo cabal de quien fuera contagiado por este brote psicótico y furioso de la ideología nac y pop llamado kirchnerismo y que se enfermó cabalmente de agrietado.
Hasta hace poco los cristinistas fanáticos (especie posiblemente en extinción porque se alimenta con comida que se consigue únicamente estando en el poder) decían que la grieta era un invento de Lanata. Sin embargo ahora una de las columnistas más exaltadas de 6,7,8 (otra buena que se volvió mala), Sandra Russo, reconoció la existencia de la grieta y no solo eso, la bendijo y pidió por su continuidad al decir: “Creo que lo que se puso de manifiesto en estas elecciones es efectivamente la grieta, no tiene sentido tratar de borrarla, no tiene sentido negarla”. Por supuesto que esta idea es del todo falsa, no es nada más que su perverso deseo de que ello ocurra.
El diario “Página 12” dedicó las ediciones posteriores a la derrota K a decir que con las elecciones se vio que a partir de ahora habrá “Un presidente y dos países”. Otra patraña, porque nunca hubo dos países, sino una grieta entre algunos intelectuales y políticos que solo puede haber existido porque en lo más alto del poder se estimuló el odio, el rencor y el enfrentamiento. Basta con que eso no se siga haciendo para que la grieta comience a desaparecer, porque no tiene fundamentos ni bases sociales.
Por eso de aquí en más no se trata de atacar al gobierno que se va como hicieron ellos con los anteriores, puesto que si se cierra la grieta, el odio se muere solo, y quedan del kirchnerismo únicamente los que lo defendieron por creencias o programas, gente tan digna como cualquiera que defiende una idea. Los que deben desaparecer si queremos un país mejor no son todos los K, sino los profetas del odio, los agrietadores.
En síntesis, la grieta no es tan grave aunque por supuesto dejará heridas que pueden volver a renacer. De lo que se trata es de cicatrizarlas bien. Y para ello no es preciso ser Mandela, basta con volver a la normalidad, la única utopía válida del kirchnerismo, la que prometió antes que nada para luego hacer exactamente lo contrario.
Sin embargo, a pesar de todo, si es cierto que la grieta no cuajó en lo hondo del espíritu popular, como venimos sosteniendo en esta nota, la normalidad puede estar mucho más cerca de lo que creemos.