“Me siento como un drogadicto a quien dan su dosis diaria”. Igual que este exasperado ateniense, los griegos se resignan desde hace una semana a vivir con los 60 euros que pueden retirar por día de los cajeros.
El cierre de los bancos y los límites a las retiradas en efectivo, en vigor desde el 28 de junio cuando los ciudadanos, inquietos, hacían largas colas ante los cajeros, en principio iba a terminar ayer. Pero la medida fue prolongada hasta mañana, y los más pesimistas temen que la situación se mantenga así durante semanas, incluso meses.
“No creo que los bancos abran el jueves, no creo que abran antes de meses. Es lo que pasó en Chipre”, asegura Joana Kalybas, jubilada de 60 años, en una fila de unas veinte personas formada frente a un cajero del Banco Nacional.
El control de capitales duró dos años en Chipre. Algo insólito en la Unión Europea.
Joana, elegante con su blusa negra y gafas rojas, había anticipado la medida en Grecia, y envió al extranjero “la mayor parte” de su dinero.
"Otros prefirieron retirar efectivo y guardarlo en sus casas, pero creo que eso es muy peligroso", comenta la mujer.
Desde diciembre a fines de junio, los bancos griegos perdieron el 20% de los ahorros que albergaban.
Desde el 28 de junio, John Togas, de unos 40 años, va al banco a retirar sus 60 euros, un ritual diario. “No lo hacemos con gusto, pero tenemos que hacerlo”.
Pero no todos mantienen la serenidad, o se refugian en la resignación.
“Me siento como un drogadicto a quien dan su dosis diaria”, dice, molesto, Emmanuel Karavalakis, de 39 años. El control de capitales ha perturbado sus planes.