Radicado desde hace varios años en la Provincia de San Luis, en un atractivo paraje rodeado de sierras conocido como Las Chacras, en la localidad de Juana Koslay, apenas a dos kilómetros de Potrero de los Funes, Lorenzo Mario Nogara regresa de un modo permanente a su Mendoza natal para visitar a su hermano Rubén, sus sobrinos y algunos de sus antiguos compañeros y viejos amigos que el fútbol le dejó como Juan Carlos Cuevas (Cuevitas), el Melo José Giarrizo, el Rulo Roldán y su respetado maestro el Cholo Miguel Converti entre otros.
El popular Ciego, apodo que recibió en sus comienzos en Atlético Argentino del arquero Pancho Ontiveros porque era tan pero tan rápido que nunca veía la línea de cal, se pasaba de los límites de la cancha y habitualmente se llevaba la tela por delante cuando lanzado a toda velocidad encaraba en busca del área contraria, entró en la historia de aquel Vélez Sársfield que en el Nacional de 1968 alcanzó su primer título de campeón en la era profesional.
Hasta que el tiempo obviamente le permitió regular sus energías y lo convirtió en un puntero izquierdo de cabeza levantada, centros al milímetro y gran poder de definición con sus remates potentes y cruzados muy bien dirigidos.
Se recuerda que ese campeonato se definió en el desaparecido estadio de San Lorenzo de Almagro en la Avenida La Plata tras la disputa de un triangular entre Vélez Sársfield, River Plate y Racing Club, equipo del que es hincha al que le había marcado el gol en el 1 a 1 del torneo regular, que habían compartido el primer puesto con 22 puntos.
En el primer encuentro River derrotó a Racing 2 a 0, en el segundo Vélez y River empataron 1 a 1 y en el tercero el domingo 29 de diciembre Vélez le ganó a Racing 4 a 2 con tres goles del Turco Wehbe. Pese a haber reunido el mismo puntaje que los Millonarios el conjunto de la V azulada que entonces presidía Amalfitani se quedó con el título por haber marcado más goles durante el desarrollo del torneo.
Nogara cuenta que aquel conjunto fue conocido como el de "los provincianos" porque había una gran mayoría de jugadores del interior con nada menos que seis tucumanos: José Demetrio Solórzano, Roque Salvador Nieva, Eduardo Enrique Zóttola, Antonio Orlando Espeche, Carlos Rafael Caballero y el tercer arquero de apellido Jerez; dos mendocinos: Iselín Santos Ovejero y Lorenzo Mario Nogara; el santafesino Daniel Alberto Willington que se formó futbolísticamente en Talleres de Córdoba, el entrerriano Alberto José Ríos, el cordobés José Miguel Marín y el santiagueño Luis Gregorio Gallo protagonista de la polémica mano penal que el árbitro Guillermo Nimo no vio en la final contra River Plate.
Plantel que se completó con Luis María Atela, José Luis Luna, el actual entrenador Carlos Bianchi, Juan Carlos Carone, Roberto Antonio Moreyra, Jorge Osvaldo Pérez, Carlos Roberto Zeballos, Néstor Aníbal Sinatra, Omar Wehbe, Carlos Rafael Caballero y Juan Martín del Jesús Gómez dirigidos por el Colorado Manuel Giúdice. Mientras comparte un café con este periodista en céntrica galería en una reciente visita a Mendoza Mario hizo un repaso de aquel acontecimiento futbolístico que lo marcó para siempre:
"Aquel Vélez tenía un gran equilibrio entre defensa y ataque, con un medio campo batallador y creativo y un muy buen juego colectivo. Además de individualidades como el Gato Marín en el arco por su arrojo y seguridad, la personalidad de Zóttola en la extrema defensa que sacaba todo de cabeza, el gran nivel técnico de Ovejero como segundo marcador central que después se fue a jugar al Atlético de Madrid y se radicó para siempre en España y la inteligencia, panorama y cambios de frente del Daniel (por Willington) que por su experiencia y buen dominio era la manija en el medio campo. Un sector de campo donde el Pulga Ríos corría incansable y donde Solórzano con su entrega y generosidad recuperaba pelotas de un modo permanente.
Arriba sobresalía el Turquito Wehbe por su desmarque y enorme poder de definición por lo que se convirtió en nuestro máximo goleador muy bien acompañado por Luna que era un puntero hábil y muy ofensivo que se movía por la derecha y yo que aportaba mi movilidad y buen disparo de media distancia por la izquierda.
Sin olvidar a Carlitos Bianchi que cuando le tocó entrar aprovechó muy bien sus oportunidades". En su paso por el elenco de Liniers, donde llegó en 1968 para ser titular al muy poco tiempo en reemplazó de Juan Carlos Carone que había sufrido una grave lesión, hasta 1970 en que regresó apenas por seis meses a Mendoza para jugar en Independiente Rivadavia, el mendocino completó 67 partidos con 14 goles. Su exitosa carrera continuó luego en España donde entre 1971-1972 jugó dos temporadas en Unión Deportivo Levante de Valencia ciclo europeo que se cerró en 1973 en el Atlético Baleares de Mallorca. Cuando volvió definitivamente en 1974 lo hizo en Andes Talleres y ese mismo año se retiró en Deportivo Goudge de San Rafael donde llegó recomendado por sus amigos el Canty Carlos Gómez y el Chueco Julio Villegas.
La Academia
Durante la entrevista Nogara regresó al pasado, a la añorada infancia, y entre muchos recuerdos se encontró con la mirada protectora de su papá Lorenzo y de sus tíos Bernabé y Angelito quienes le inculcaron el amor por el fútbol desde muy pequeño: "Me inicié en el baby fútbol del Tambor de Tacuarí, un equipo de fútbol infantil de la calle Salta casi esquina Rondeau, en la época que en el lugar funcionaba un tambo y había un terreno baldío donde los chicos del barrio íbamos a jugar a la pelota.
Me movía por la izquierda, bien pegadito a la raya, porque siempre me gustó correr por la orilla, sobre la misma línea, lo que hacía con mucha velocidad. Como era bastante ligerito, rápido, cuando veía un claro le pegaba al arco, fuerte, esquinado, a ras del piso. Dejé muchos amigos en aquellos pisos de baldosas donde jugábamos: Tartussio, Toribio, Reboredo, Quiroga, Aguado, López, Ramón y Micale.
Allá por 1959, cuando tenía 19 años, la temporada en que salió campeón, me fichó Atlético Argentino donde completé todo el ciclo de inferiores bajo la mirada paternal y los sabios consejos de don Aroldo Cortenova, mi primer e inolvidable gran maestro.
Tiempo después en 1966, promovido por don Miguel Converti, el otro gran entrenador que resultó decisivo en mi carrera, por la confianza que me dio y porque influyó decididamente en mi juego de ataque, hice mi debut en primera en un partido que le ganamos 6 a 1 a Gimnasia y Esgrima en el parque.
El Cholo se la jugó porque me puso de 11 y lo mandó al Quique Lucero al medio campo además de otros cambios que le dieron un gran resultado. Me encontré con un plantel excepcional, uno de los mejores que integré como futbolista: los arqueros Pancho Ontiveros y Héctor Fombella, el Polaco Torres, Agustín Orlando, Armando Amaral, Abel Sklate, el Coli Cornejo, Pascual Curia, el Quique Lucero, Víctor Arias, Héctor Chacón, Eladio Oropel, Miguel Albarracín, Alberto Jofré, Dante Chiavetta, Eduardo Iturbide y Mariano Galdeano entre otros.
Me acuerdo que en ese 1966 perdimos un campeonato increíble porque a cinco fechas del final le llevábamos siete puntos de ventaja al segundo y sin embargo nos pasó San Martín que resultó campeón. También tengo el mejor de los conceptos de los dirigentes que conocí y traté en la Academia: José Antonio Vega, Francisco Sibecas, Máximo Navesi, Rolando Colobini, Aldo y Mario Casé, Fernando Otín, Bravo y el Gringo Ferrarini que estuvo a un paso de llevarme a la Fiorentina por los contactos que tenía en Italia.
A la temporada siguiente en 1967 el Cholo Converti se hizo cargo de la DT de Unión de Santa Fe, que había ascendido junto al Deportivo Español, y me recomendó junto a Miguel Albarracín y el Chueco Villegas que jugaba en Andes Talleres.
En Unión, donde Jugué 34 partidos oficiales y marqué 7 goles, me encontré con jugadores del nivel de Victorio Nicolás Cocco, Mario Zanabria, Juan Carlos Carotti, Possenatto, Horacio Cordero y Pedro Eugenio Mansilla entre los más conocidos. A fin de año me vinieron a buscar de Atlanta y Chacarita Juniors que me querían de manera definitiva y de Vélez Sársfield que me llevaban solo a préstamo.
"Me la juego, voy por un año" les contesté a los dirigentes velezanos cuando me fueron a buscar a Santa Fe. Me tocó reemplazar a Pichino Carone que se había lesionado de gravedad y desde el principio tuve el respaldo de don Manuel Giúdice que era el entrenador y el apoyo de Daniel Willington con quién forjé una muy buena relación.
Los días que teníamos libres el Daniel me pasaba a buscar y nos íbamos a pescar a la zona de San Isidro. Con los muchachos de Vélez me reencontré en diciembre del 2008 en la celebración de los 40 años del título obtenido en 1968.
En el preliminar de un partido entre Vélez y Lanús que se jugó un viernes a la noche dimos la vuelta olímpica entre los aplausos de la gente que nos ovacionó de pie. Resultó muy emotivo por la presencia entre otros del propio Willington, Wehbe, Luna, Zóttola, Caballero que viajó desde Santa Cruz de la Sierra donde vive desde hace 35 años y Solórzano. El que no llegó a tiempo fue Bianchi que había viajado de vacaciones a Miami".
Lorenzo Mario Nogara, "El Capo del Fortín”
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