"Elegirlo a Toto era un paso de magia muy complicado. Pero ocurrió el milagro". Así define Luis Ortega la atrevida y acertada decisión de elegir a Lorenzo Ferro como protagonista de su película "El ángel".
El desparpajo natural, la frescura de un chico de 18 años (en el momento que hizo el casting) y el parecido físico de Toto con Carlos Robledo Puch fueron suficientes para que el director lo seleccionara entre mil chicos para su nuevo film, que se estrena hoy en las salas del país.
Aunque el mundo de la actuación, las cámaras y el teatro no los desconoce (Lorenzo es el hijo mayor del actor Rafael Ferro), para Toto encarnar a Robledo Puch significaba no solo un gran reto para el cine nacional, si no que era su debut como actor. Un debut que, como él reconoce, era difícil de imaginar "salvo para una persona súper ambiciosa. Los demás se atienen a la realidad del actor".
–Cuando te presentaste al casting, ¿esperabas quedar o lo hiciste sólo por probar?
–Nunca pensé que iba a tener esa oportunidad y no lo sabía. No era consciente del tamaño del proyecto. Pero no actué, fui yo, y eso en un punto le gustó a Luis. Después me volvió a llamar y terminamos haciendo siete pruebas. Después de la séptima, que según dicen es el número de la suerte, terminé quedando.
Hablando de números
Y si de números hablamos, "El ángel" también es la séptima película de Luis Ortega. Protagonizada por el Chino Darín, Peter Lanzani, Cecilia Roth, Daniel Fanego y Mercedes Morán, el filme cuenta la historia de Carlos Robledo Puch (el ladrón y asesino que cumple hace 45 años reclusión perpetua), en el momento en que comienza su historia de amistad, delincuencia y vínculos en la década del 70.
La película llega con el aval de la gran repercusión que tuvo en la sección "Una cierta mirada" del último Festival de Cannes, en Francia.
Y el personaje que crea el director Luis Ortega y encarna Ferro va más allá de la figura real de Robledo Puch, gracias a una lograda actuación, que con solo 20 años se anota entre los actores que habrá que tener en cuenta de las nuevas generaciones.
–¿En algún momento dudaste de tu capacidad de interpretar el personaje?
–Sí. En los primeros tres meses las cosas no salían como queríamos y estábamos bastante decaídos, pero nunca bajamos los brazos. Me acuerdo de que volvía a mi casa en el colectivo pensando que eso no era para mí y que no lo iba a lograr. Hasta que en un momento tuve una reunión con Luis y mi coach, Alejandro Catalán, y me dijeron bastantes cosas que me marcaron. Pero más que nada aprendí a divertirme más. Entonces lo tomé como un juego y me empezaron a salir las cosas.
–Además de ser tu debut como actor tuviste que entender los códigos del cine. Me imagino que no fue fácil.
–No es fácil llevarte bien con la cámara. Pero eso fue parte de todo el proceso y una vez que comenzamos el rodaje estábamos en nuestro mejor momento y cada día de rodaje crecía más la confianza.
Crear al personaje
–¿Cuánto de vos le pusiste a Carlitos?
–Creo que la inocencia y la niñez del personaje están en mi personalidad. Y eso se lo transmití a Carlitos.
–¿Qué fue lo que más te costó al interpretar el personaje?
-Encontrar el tono de la voz fue difícil. Y también moverse con cierta simplicidad en esas situaciones tan extremas, que para él no son extremas. Llevar esa sensación a la cámara no fue fácil.
–Y de tu trabajo con Luis, ¿qué es lo que más rescatas?
–La verdad que el proceso fue una película aparte. Y trabajar con Luis fue espectacular, porque siempre te está cuidando y quiere lo mejor para vos y para la película. Además de su capacidad y ser muy confiado, te cuida bastante.
–La película se estrena en Argentina después de presentarse en Cannes, ¿cómo viviste esa experiencia?
–Muy bien. Tuvimos muy buena recepción. Es lo mejor que te puede pasar, porque la prensa y sobre todo las exigencias de Cannes son muchas, son bastante estrictos. Además ven la película con otros ojos, porque no conocen quién es Carlos Robledo Puch. Entonces valoran cuestiones aparte de lo que es la historia. Y en un punto a mí me gusta más esta historia que la real.
–¿Por qué?
–Porque la real no tiene la música que tiene la película. No tiene el color, no lo tiene al Chino Darín (ríe). La real es más cruda. Esta es una película que es un viaje espiritual y va en busca de la libertad. Todo a través del personaje de Carlitos, a quien le termina saliendo cara la libertad.
–¿Cómo crees que va a reaccionar el público de Argentina?
–Creo que el público que conoce la historia se va a llevar una sorpresa para bien. Y al que no conoce la historia le va a gustar y va a volver conmovido. La gente que sabe valorar el cine la va a ir a ver y quien no lo haga... que vaya a verla.
–Antes de quedar seleccionado ibas a comenzar la facultad, ¿en qué quedó ese plan? ¿te decidiste por la actuación?
–Ahora no me veo estudiando otra cosa que no sea teatro. Siempre digo que también estudiaría para chef. Pero no podría seguir la rutina diaria de todo ser mortal, de tomarme un colectivo, viajar una hora para estudiar en la facultad... No sé si nací para eso. Ahora que viví esta experiencia y estoy un poco malcriado. Tal vez en algún momento tenga que estudiar.
–¿Empezaste a estudiar teatro?
–No. Para la película tuve un aprendizaje grande y también hacía clases en paralelo grupales. Y ahora quiero comenzar a estudiar teatro, aunque estoy un poco desentrenado.
–¿Tenés alguna propuesta para seguir en cine?
–Me llamaron y tengo un proyecto dando vueltas, que no puedo adelantar todavía. Y me llamaron para filmar en México una serie. Pero dije que no, porque no me llamaba la atención el proyecto. Lo único que me gustaba era la idea de filmar en México, por las locaciones. Además era ahora, e irme dos meses solo me parecía que no iba a estar tan bueno. Pero al mismo tiempo tengo ganas de volver a trabajar como actor.
–Después de filmar la película ¿escuchás rock de los 70?
–Sí, escuchaba algo antes: AC/DC, los Rolling. Pero había otras bandas como Pappo, Billy Bond y la Pesada que empecé a escuchar para bailarlas.
–¿Y con el baile cómo te llevás?
–Bien. Siempre fui buen bailarín, me defiendo en el boliche. Y no es de engreído. Con el baile de la película tuve problemas, porque no es fácil bailar ante cámara y que se note natural, en el contexto de entrar a robar a una casa y ponerse a bailar. Y aparte había que tomar la idea del cuerpo femenino a la hora de bailar.
–Hay un aspecto de la sexualidad que está implícito en el personaje. ¿Eso cómo lo tomaste cuándo leíste el guion?
–Ese aspecto lo tuve más consciente cuando comenzamos a ensayar. Pero creo que es como un avión que no termina de aterrizar, siempre está ahí. El día que aterrice será homosexualidad.
–¿Investigaste mucho sobre la historia original antes de filmar?
–Sí. Creo que a todo al que lo llamen para hacer una película de un personaje que existió lo va a leer. Pero después que eso se relacione con el guion, hay un gran paso. Después la investigación más profunda fue sobre el guion y el personaje que Luis quería crear.
-En tu imaginario, ¿qué personaje te gustaría interpretar después de esta experiencia?
–Me gustaría hacer algo distinto. No sé, un chamán de la selva o un nerd. Me gustaría volver a hacer un personaje marginal porque me parece súper entretenido.
–¿Te gusta la comedia?
–Sí. No sé si soy bueno para la comedia ficcional, creo que me sale mejor la comedia en la vida real.
Mostrar la belleza que hay en el mal - por Daniel Arias Fuenzalida
Tomar la historia de un asesino en serie y hacer una película que evitara la serie de convenciones fue una decisión acertada, aunque también un poco arriesgada.
En “El ángel”, Luis Ortega toma las andanzas criminales de Carlos Robledo Puch y explota todo eso de leyenda urbana que hay en ellas: aurifica así al personaje con su propia búsqueda artística.
Esto quiere decir que quien asista al cine no verá un policial ni una sucesión de imágenes gore; ni siquiera notará espesura documental. Tampoco verá la épica de un antihéroe fascinante. Lo de Ortega es otra cosa.
El director de la serie “Historia de un clan” despoja a Robledo Puch de todo lo perverso y moralizante. Y encuentra aquí una oportunidad para mostrar la belleza que habita en el mal.
Así construye el relato desde un enfoque sin prejuicios. Los crímenes en esta historia no son importantes, porque para Carlitos quizás tampoco lo eran: la sangre queda fuera de campo y los balazos se resuelven rápido, como quizás se resolvieron en la mente de este adolescente, a quien vemos desenvolverse con total libertad desde el inicio.
Es inenarrable la imagen de Lorenzo Ferro (Robledo Puch), debutante en la pantalla. El mérito también es de Ortega, quien construyó a través de su cámara a un Carlos sin empatía, de miradas ausentes o magnéticas, de caminar desgarbado y de una sensualidad andrógina (pues los ángeles no tienen sexo, dirá el guion).
Como médula de la película, se debate en la psicología de Carlos la atracción que siente por Ramón (Chino Darín), su compañero y cómplice, y en el trasfondo se despliega el talento de actores de primera línea como Cecilia Roth, Peter Lanzani, Daniel Fanego y la cautivante Mercedes Morán.
El espectador se llevará a su casa no solo una buena mirada de autor y un conjunto de actuaciones sólidas, sino también un chapuzón vintage.
Ortega explota con su sensibilidad poética los sonidos de la época (la banda sonora es irresistible), pero también lo visual de aquellos “setenta”, con un diseño de producción impecable y hasta grandilocuente.
“El ángel” tiene así un aire preciosista y hasta barroco. Puede en unos momentos recordar a Almodóvar (productor de la película), y en otros a Kubrick.
Muy buena.