Hace más de 20 años Lorena Muñoz daba sus primeros pasos en el ambiente del cine.
El género que eligió para expresarse fue el documental, y así nacieron "El rapto de Lena" (1997), "Pintor Gómez" (1998) o "El cazador es un corazón solitario" (2000). Pero sería con "Yo no sé qué me han hecho tus ojos" (2003), documental sobre la leyenda del tango Ada Falcón, que esta directora comenzaría a captar la atención.
Productora, guionista, montajista, investigadora, Muñoz tendría su salto a la masividad con su primer largometraje "Gilda, no me Arrepiento de este Amor" (2016), con Natalia Oreiro protagonizando una de las películas más exitosas de los últimos años. Hoy vuelve para llevar a la pantalla a "El Potro, lo mejor del amor", otro de los ídolos musicales populares que dio nuestro país, y que estrena en las salas locales.
La película narra los inicios de Rodrigo (Rodrigo Romero), el acompañamiento de sus progenitores (Florencia Peña y Daniel Aráoz), la muerte trágica de su padre y el relanzamiento de su carrera como "El potro cordobés".
Como esos ídolos que desatan pasiones, Rodrigo se enfrentó a todas sus contradicciones a medida que hizo vibrar al país al ritmo de su música.
- ¿Podemos decir que ya sos la persona autorizada para hacer biopics de nuestros músicos populares?
- (risas) No, tampoco me cierro a hacer este tipo de películas. Vengo del documental y he hecho otras biografías también. Por ejemplo, hice “Los próximos pasados” (2006), que es una biografía sobre el mural de José de Jesús Alfaro Siqueiros. Pero también me gusta mucho escribir ficción. Cuando pase todo esto, tengo muchas ganas de ponerme con eso. También con otro documental pero no sé bien sobre qué tema.
- "Gilda" (2016) fue una película muy conmovedora. La diferencia es que acá a Rodrigo lo mostrás más "terrenal", por decirlo de alguna manera.
- Esa era la idea. Gilda era una maestra jardinera, y tampoco llegó a tener la popularidad que sí tuvo Rodrigo. Era a la inversa. Si bien ella tenía popularidad, se acrecentó más después de que murió. Él lo era antes de ese trágico final.
- Musicalmente, Rodrigo fue más importante que ella. Logró imponer el cuarteto en Buenos Aires, algo impensado hasta ese momento.
- Totalmente, además atravesó a las distintas clases sociales con su música. Eso es muy importante. Aunque, como bien dice el refrán de que nadie es profeta en su tierra, en Córdoba no le iba muy bien. Volviendo a la pregunta de antes, lo de bajarlo un poco a tierra, pienso que lo que se conoce de Rodrigo es muy mediático. Si uno googlea sobre él, salen 300 programas de televisión en los que estuvo invitado o fue a cantar o se mostró viajando. Hay una vida muy mediatizada y, justamente, para qué contar algo que ya estaba al alcance de todos. Por eso nos decidimos por una película intimista.
- ¿Qué trabajo hicieron para componer la trama?
- Entrevistamos a todo el mundo. Yo había hecho una serie para canal Encuentro llamada “Soy del Pueblo” (2013), que trata sobre ídolos populares y consta de 27 capítulos. Entre esos está el de Gilda y Rodrigo. Para eso, los entrevisté a Ulises, a su tía “Telu”, a su tío Alberto Campos, a José Luis Gozalo, a Patricia y a su hijo Ramiro.
Entonces ya tenía la investigación previa y ese vínculo con ellos. Cuando surgió lo de hacer esta película viajamos a Córdoba para reunirnos con Betty Olave, la madre, a la que no había conocido antes, y charlamos como cuatro horas con ella. Fue muy lindo. Volvimos a entrevistar a todos, incluidos los músicos. Ellos también actúan en la película e incluso convencimos a Ramiro para que haga un papel (NdR: el hijo de El Potro hace del guitarrista de pelo largo). Y cómo será que dejó la carrera de Periodismo Deportivo y comenzó a estudiar canto y actuación. Que el cine provoque estas transformaciones es hermoso.
- ¿Hay una mirada feminista sobre su historia? Decidís mostrar aspectos de la relación que tenía con algunas mujeres que tal vez mucha gente no conozca.
- Para mí, Rodrigo es un ser humano y lo retrato así. A veces es difícil convertir al ídolo popular en un ser humano. A mí me gusta mucho la frase “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, porque todos nos ponemos en jueces de sus acciones. Tenía una presión tan grande de estar en ese lugar, y el tipo hizo lo que pudo. Amaba a su hijo, creo que queda claro en la película, y a Pato (NdR: Patricia Pacheco, madre de su hijo) también. Pero no podía evitar todo lo otro que trae el éxito y la fama. Mi sensación es como que toda esa pasión que tenía fue un fuego que lo terminó consumiendo.
- Si bien él confesó sus problemas con las drogas, nunca lo mostrás drogándose...
- Rodrigo tenía ese problema, como yo tengo otros, y vos otros. Con la película no intentamos juzgarlo, todo lo contrario. Quisimos exponer una situación, un obstáculo grande que tuvo, que es una temática social que le toca a muchísima gente. Lo que nos gustaba con Tamara Viñes, con quien escribimos el guión, es esa decisión de tomar cierta distancia para que el espectador saque sus conclusiones.
- ¿Descartamos presiones?
- No hubo nada. Incluso la película estuvo supervisada por Ramiro, que leyó el guión, vio el filme y estuvo de acuerdo. No sé si después no surgirá algún problema porque, obviamente, cuando hay biografías es muy lógico que cualquier persona que haya estado ligada a él salga a negar alguna cosa. Mirá, al año que falleció hubo una película llamada “Rodrigo, la película” (2001). Y puede haber otras diez. Si a alguien le molesta, que haga otra versión.
- ¿Qué fue lo más fácil de hacer y qué lo más difícil?
- Los recitales me resultaron mucho más fáciles. Sumado a eso, acá no ejerzo como productora. Con Gilda hipotequé mi casa dos veces: para pagarle a los técnicos, a los actores, lo que hacía falta. Y lo más difícil fue el trabajo con Rodrigo Romero, el protagonista. Sobre todo por la tensión de trabajar con alguien que no tenía esa experiencia. Por el miedo a que de golpe se canse o se quiera volver a Córdoba o que dijera que no era para él. Por suerte nunca pasó.
- ¿Tuviste la oportunidad de conocer Mendoza?
- ¡Amo Mendoza! Filmé varias veces por allá, por ejemplo, la serie “Películas recuperadas” (2011). Con este programa viajamos por todo el país y tuvimos la suerte de ir a Mendoza. Allí filmamos parte de la historia de los estudios FilmAndes, con Sergio Sánchez y Alejandro Biondo, que recuperaron materiales filmados a través de “Proyecto Celuloide”. Contamos la historia de un mediometraje filmado en Palmira.