El martes al mediodía, las calles de Buenos Aires tenían el mismo movimiento vertiginoso propio de la ciudad, pero algo denotaba que no era un día como todos.
La adrenalina festivalera y la ansiedad para llegar a ver a las bandas predilectas se concentraba en algunas paradas de colectivo, de subte y de tren, que funcionaban como punto de partida para las miles de personas que se acercaron al Hipódromo de San Isidro, en el transcurso de la primera jornada del festival de música más esperado del año.
Pues bien, llegar a Lollapalooza no fue fácil, a pesar de que ésa es una de las condiciones claves para la realización exitosa cualquier evento de esta categoría. Podríamos hablar también del interminable viaje de vuelta, pero pasemos al resto.
Probablemente resulta inevitable, para quienes ya han asistido a la edición chilena del festival, compararla con esta primera experiencia en Argentina. En este sentido, tanto a nivel organización como dimensión y convocatoria, se notó que se trataba de un debut.
Fueron alrededor de 55.000 personas (casi 20.000 menos que en Chile) las que se acercaron durante todo el día para disfrutar de las propuestas musicales y las alternativas que ofrecía Lollapalooza en esta primera edición argentina (que, recordemos, tuvo dificultades desde el comienzo; aún no muy claras pero visibles en la pelea que tuvo Mario Pergolini con la productora Fénix).
En cuanto a las actividades simultáneas a lo propiamente musical, “Espíritu verde” fue el espacio destinado a las acciones de responsabilidad ambiental.
El mismo contó con una buena propuesta de emprendimientos de ong’s que trabajan por la ecología y el cuidado de nuestro planeta, y que iban desde la enseñanza de cómo hacer un compost, hasta la clasificación de los residuos y el repudio contra la matanza indiscriminada de la fauna marina. Quizás un poco desapercibido entre el resto del predio, fue recorrido por la mayoría de los asistentes que llegaron al festival.
En cuanto al ambiente, cabe destacar que el público fue bastante prolijo y pacífico desde el comienzo y hasta al final, no produciéndose ningún tipo de disturbio o accidente. Ésa suele ser una de las características de este evento, y pareció respetarse también en esta edición. La buena energía, el disfrute de la música, y la vibración compartida removieron el barro del campo del Hipódromo de San Isidro, y lo dejaron cargado para el siguiente día de festival.
La música
Cuatro escenarios dispuestos en una especie de semicírculo, respondieron a los gustos y las magnitudes de cada show. El primero, y quizás más difícil de caracterizar por la variedad de su line-up, fue el llamado Alternative, donde tocaron -entre otros- los norteamericanos Portugal The Man, los brasileños Nacao Zumbi, el cantautor británico Jake Bugg, la neocelandesa de apenas 16 años, Lorde y los británicos New Order, que atrajeron una gran cantidad de público a pesar de las propuestas fuertes que se superponían en el mismo horario.
Por otro lado, el escenario que lleva el nombre del fundador del festival (Perry’s Stage) estuvo muy bien programado para los amantes del beat electrónico que, pese a no ser uno de los espacios de mayor convocatoria, no paró de remover el campo del Hipódromo con artistas como Dietrich, Nairobi, Flume, Flux Pavilion, Kid Kudi y Zedd, entre otros.
Finalmente, en los dos escenarios principales (Main Stage 1 y Main Stage 2) se concentraron las propuestas de mayor convocatoria. Allí tocaron –y brillaron- bandas locales como Onda Vaga (que venían de participar del Lollapalooza Chile), Juana Molina (recién llegada del Vive Latino, en México) y Sig Ragga (un hallazgo del reggae nacional).
Allí también, a medida que fue avanzando la tarde, comenzaron a sentirse las primeras vibraciones y la euforia de los asistentes, con bandas como Capital Cities (los primeros internacionales del día), Cage The Elephant, Julián Casablancas (muy esperado pero con un sonido bastante estridente, que hizo que mucha gente se alejara a mitad del show), Phoenix (uno de las mejores propuestas del día, sin dudas), los poderosos Nine Inch Nails (que dejaron sentada su experiencia y su rock potente); y finalmente, Arcade Fire, el grupo más esperado por todos; no sólo porque es la primera vez que visitan nuestro país, sino porque se trata de una de las bandas más importantes e imponentes de la escena del rock, a nivel internacional.